Blog | Patio de luces

"Minoría" aplastante

Resulta poco inteligente insultar y menospreciar a los convocantes de una huelga si pretendes que el paro termine cuanto antes

CREO QUE ES POCO inteligente, un terrible error, insultar y menospreciar a aquellos que convocan una huelga si realmente estás obligado a negociar con ellos para tratar de poner fin al paro lo antes posible. Los comportamientos chulescos, las medias verdades y la soberbia no suelen ser ingredientes apropiados para disuadir a la gente de que salga a la calle cuando el personal está realmente cabreado. O cuando lo que está en juego, en realidad, es su propia forma de vida. Las palabras de determinados miembros del Gobierno, entre ellos las de la propia ministra del ramo, solo han contribuido a caldear todavía más los ánimos de un sector que, como pocos, está padeciendo las consecuencias de una subida totalmente desproporcionada del precio de los carburantes. Aunque el propio Pedro Sánchez habló de "empatía" en las últimas horas, lo cierto es que su ejecutivo ha demostrado en estos doce días una ausencia total de consonancia con aquellos que convocaron la protesta en el sector del transporte. De hecho, para colmo de prepotencia y de sordera, ni siquiera ha aceptado reunirse con ellos.

En los últimos días, representantes de casi todos los sectores económicos de nuestra provincia se han lamentado de las consecuencias que esta situación está provocando en sus respectivos negocios. Hay quienes no reciben el material que necesitan para seguir trabajando. Otros son incapaces de situar en el mercado el fruto de su actividad. Este paro llega en un momento malo, para todos. Estamos todavía saliendo de una pandemia y tratando de suturar las heridas que han provocado en la economía estos dos años a medio gas. Para algunos, todavía convalecientes, esta circunstancia sobrevenida puede provocar un frenazo en el proceso de recuperación que ya había comenzado. Para otros, ser el último trago amargo antes del cierre definitivo. Cada uno lo lleva como buenamente puede. No está el momento para demasiadas alegrías.

Sin embargo, a pesar de las pérdidas, las molestias y los quebraderos de cabeza que esta huelga les está provocando, muy pocos, por no decir ninguno, han mostrado tan poca empatía con los autónomos que han aparcado sus camiones como un ejecutivo que se ha negado a hablar con ellos y les ha faltado al respeto, posiblemente para tratar de maquillar su evidente ineficacia y la incapacidad que ha demostrado para tomar decisiones correctas cuando el camino se pone realmente cuesta arriba.

El Gobierno dijo que no iba a reunirse con un grupo de "ultras". También que aquellos que secundan el paro son una "minoría". Culpó a la extrema derecha de la movilización e incluso acusó a los transportistas que se han decidido a parar de hacerle el juego "a Putin", por la inestabilidad que supuestamente están provocando con sus acciones. Intentó echarles a la sociedad encima, de forma descarada, pero ha calculado muy mal su estrategia. La calle se ha puesto de su parte. La gente está quemada. A todos nos ha subido la luz y, por culpa de la inflación, nuestro dinero vale cada vez menos. Con el mismo salario podemos pagar menos cosas. En Lugo se unieron a la protesta taxistas, repartidores y ganaderos de carne y leche. A su paso por la Ronda da Muralla, hubo gente que les aplaudía y los vitoreaba. Se vieron incluso carteles de apoyo. Es más, muchos de los verdaderos afectados por la inactividad del transporte se han solidarizado con ellos, públicamente o de forma más discreta. Se quejan de la "inacción" del ejecutivo y no dan crédito al hecho de que, doce días después, aún no se haya sentado para dialogar con el colectivo que ha convocado esta huelga.

Desconozco lo que sucede en otras provincias. Los transportistas con los que ayer hablé en As Gándaras no me parecieron personas conflictivas, fachas desnortados o elementos subversivos. Solo trabajadores, autónomos que lo están pasando mal. No dan las cuentas. Gente que pierde dinero si sale a la carretera. Y no son pocos. Hizo mal el Gobierno en identificarlos con una determinada opción política. Abrir una puerta que en Galicia hasta ahora siempre estuvo cerrada. Fue una torpeza imperdonable. Un error que puede pagar caro. Si algo ha quedado claro esta semana es que la nómina de cabreados es ya una "minoría" aplastante.

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