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Corazón

"Nunca" se cobrará entrada a la catedral aunque se precisan recursos para conservación

La catedral de Lugo. AEP
photo_camera La catedral de Lugo. AEP

"NOSOTROS no vamos a cobrar nunca por entrar en el corazón de la catedral". Así, con esa contundencia, se expresaba el obispo de Lugo, Alfonso Carrasco Rouco, al ser preguntado por la posibilidad de que el acceso al templo fuese algún día de pago. Se agradece su claridad en un tiempo en el que ya nos hemos acostumbrado a sacar conclusiones, a veces certeras y otras totalmente erróneas, a través de las medias verdades y de los enredos de nuestros representantes políticos. La pregunta no surgió de la nada. El debate está abierto desde hace años, pero ahora se actualiza y vuelve a primera plana por las decisiones en torno al recién restaurado Pórtico de la Gloria. Otras diócesis vecinas ya han implantado esta medida y lo mismo sucede en distintas basílicas españolas y europeas. Es una forma de recaudar un dinero necesario y nunca suficiente para realizar los trabajos de mantenimiento y las obras de restauración que precisan los propios monumentos. Por lo general, hablamos siempre de edificios de un extraordinario valor patrimonial y artístico. Parte viva de la historia de la ciudades y lugares obligados de paso para propios y ajenos. Elementos que hay que cuidar como parte de nuestro pasado y de nuestra identidad, pero también como componente fundamental del presente y de nuestras esperanzas de futuro. En un sentido espiritual, por supuesto, pero también crematístico, como ingrediente imprescindible de una oferta turística que aspira atraer a decenas de miles de visitantes.

El conselleiro de Cultura recordaba durante la visita que realizó esta semana a la catedral de Lugo algo que, a simple vista, parece obvio. "Para tener un patrimonio bien conservado es necesario tener recursos". Cae de cajón. Sucede en cualquier vivienda particular. Pasado un tiempo, si los inquilinos no miran por ella, va deteriorándose y acaba por convertirse en un lugar decrépito e inhabitable. Para que eso no ocurra hacen falta dos cosas. Dinero, por supuesto, en mayor o menor medida. Pero sobre todo se necesita voluntad. Conocimiento de lo que se tiene e interés por conservarlo e incluso, si fuese posible, por mejorarlo. Si ambas circunstancias son importantes, la segunda es imprescindible, sin lugar a dudas. Lo primero es tomar conciencia del valor y del significado de nuestro patrimonio colectivo. Lo dijo también Román Rodríguez. "Nadie discute que el Museo del Prado es un bien público", al igual que "sus obras de arte". Una vez que llegamos a esa conclusión y la asumimos como propia, ya no se cuestiona que, de un modo u otro, "hay que pagar" para preservarlo. Para disfrutarlo en el presente y para poder legarlo en buenas condiciones a generaciones venideras.

Lo mismo sucede con nuestra basílica. Sin obviar el significado que tiene para los cristianos el único templo del mundo que ostenta el privilegio de tener expuesto el Santísimo Sacramento las 24 horas de los 365 días del año, hablamos también de "un bien público", de todo un Patrimonio de la Humanidad. No es de nadie y es de todos. De los que la apreciamos, pero también de aquellos que la desprecian y la degradan, a veces por pura maldad y en ocasiones por desidia o sectarismo, pero casi siempre por una profunda ignorancia, circunstancial o militante. Hasta qué punto llega la estulticia de algunos individuos que la diócesis se ha visto obligada a pensar en la instalación de cámaras de seguridad en la puerta norte, de estilo románico, solo para disuadir a los energúmenos que utilizan ese acceso al templo como urinario. Las autoridades locales no han hecho casi nada por evitarlo. Tampoco ha movido un dedo, que se sepa, el Ayuntamiento de Lugo para tratar de frenar las filtraciones de agua que se producen desde la Praza de Santa María al interior de la catedral. El problema no es nuevo. Avisados están, este y los anteriores gobiernos de la ciudad, pero los responsables municipales no parecen preocupados por ponerle solución. Están entretenidos en asuntos de mayor enjundia. También en ponerle deberes a la Xunta en el cuidado de otros monumentos. Volvemos a lo de la viga y la paja.

El dinero no cae del cielo para sostener las obras de los hombres. El obispo reconoció que la diócesis de Lugo tendrá que "buscar alguna manera" para conseguir recursos que le permitan "financiar las obras de mantenimiento" que necesita el templo. No queda otra. Pero también aclaró que la fórmula para buscar esos ingresos necesarios "nunca sería, en todo caso, cobrar por entrar en el corazón de la catedral".

En junio del año que viene se celebran los 350 años de la Ofrenda al Santísimo. Es, en la actualidad, uno de los pocos actos en los que pervive la referencia al Antigo Reino de Galicia. Forma parte de nuestra historia y tradición. Nuestros escudos, el de la capital lucense y el de la comunidad autónoma, son eucarísticos y tienen su origen precisamente en Lugo. El obispo quiere que la catedral luzca "bonita" para la ocasión. Ahora ya sabemos que su "corazón", que también es el de la diócesis y el de la propia ciudad, estará siempre "libre y abierto". Toda una declaración de intenciones.

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