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Carroñeros y 'encollidos'

Mucha gente coincide en la conveniencia de crear un espacio público en la confluencia de San Roque con la Ronda da Muralla

UNA VEZ escuché decir a uno de esos periodistas que ya son maestros de la profesión que aquellos que ejercemos el oficio de juntar letras para contar noticias somos "carroñeros". Así, sin anestesia previa, puede sonar un poco fuerte. Insultante, hiriente incluso. Supongo que es lo perseguía. Un titular impactante para golpear al oyente y mantener su atención durante unos minutos. Muy propio y muy eficaz. Sin embargo, al explicar tan rotunda afirmación, aquellos que lo estábamos escuchando comprendimos al instante que no había ningún tipo de intención peyorativa en su aseveración. Todo lo contrario. Aclaró que nuestro trabajo come y bebe de la calle, de la gente. De lo que oímos, de lo que nos cuentan. A veces bueno y muchas veces malo. En ocasiones de la gloria ajena, pero muchas veces de sus miserias. Somos animales omnívoros en el ejercicio de nuestra función, acostumbrados a alimentar nuestras historias con lo que va sucediendo. Vivimos de las acciones de otros. Somos, como dijo otro buen compañero, personas que atesoran "un océano de conocimientos, pero con un milímetro de profundidad".

Dicho esto, parece evidente que es nuestra obligación, o debería serlo, prestar atención a lo que sucede a nuestro alrededor, escuchar a la gente y tener en cuenta opiniones ajenas para darle forma a la nuestra con conciencia de causa sobre las múltiples aristas que envuelven un hecho concreto. Ni siquiera esa actitud tiene por qué tener ningún tipo de efecto vinculante. A veces, muchas personas están equivocadas y una sola tiene la razón. No es bueno empecinarse, pero tampoco abandonar lo que uno piensa a las primeras de cambio por el simple hecho de que una idea no sea popular o difícil de llevar a término.

Sobre ello reflexioné estos días al ver la evolución que lleva la urbanización que está siendo ejecutada en la confluencia de San Roque con la Ronda da Muralla, las protestas de algunos colectivos sobre esta actuación e incluso la admisión a trámite por parte del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia de un recurso sobre este proceso. Con independencia del camino que tome este asunto, el Ayuntamiento de Lugo asegura que cumplió con su obligación legal y vino a decir que las quejas formuladas por determinadas entidades son poco menos que extemporáneas.

Seguramente, es injusto descargar toda la responsabilidad de lo que suceda en ese entorno sobre la espalda del actual gobierno local. A fin de cuentas, trata de poner fin a una solución provisional habilitada hace treinta años. Han pasado ya unos cuantos alcaldes y decenas de concejales de todos los colores políticos que no han hecho nada o, si lo hicieron, con escasos e invisibles resultados. La pasarela metálica que afeaba una de las zonas más sensibles de la ciudad, donde el Camino Primitivo confluye con la muralla, se había convertido además en un problema de seguridad e incluso de movilidad. Algo había que hacer. Ya tardaba.

Arquitectos, ecologistas, personas vinculadas a la defensa del Camino Primitivo y muchos ciudadanos a título particular han expresado en voz alta su disconformidad con el actual proyecto. Consideran que no es, en modo alguno, el más conveniente para este espacio. Sin entrar a valorar, sobre todo por desconocimiento, aspectos técnicos de ese proceso de urbanización, puedo decir que casi todo el mundo que pasa estos días por ese lugar, al menos con aquellos con los que tuve la ocasión de hablar, coinciden en una idea. Lo positivo que sería darle un uso público a esa parcela y dejar una visión despejada de nuestro monumento más emblemático. Crear una zona agradable, conectada visualmente con la nueva plaza peatonal de A Mosqueira, que resaltase aún más la riqueza de nuestro patrimonio.

No sé si es posible, no sé cuánto costaría y desconozco si el Ayuntamiento puede plantearse esa operación. Ni siquiera sé si ya lo ha intentado en serio. De todas formas, después de escuchar a mucha gente y de sacar mis propias conclusiones, creo que sería muy bueno para la ciudad. Algo que, si se hace bien, perduraría en el tiempo, como otras intervenciones importantes que le han cambiado la cara a la vieja Lucus Augusti. Una inversión de presente y de futuro.

Una buena amiga decía, en relación con otro tema, que poco o nada se puede esperar de los ‘encollidos’. De esa gente que es incapaz de mirar hacia delante y que se refocila en los quehaceres del día a día, en las entretelas del corto plazo y en la vistosidad del regate corto. Confío en que, si todavía es posible, aquellos que nos gobiernan y a los que les presupongo la mejor de las intenciones, hagan un último intento. Merece la pena.

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