Blog | Ciudad de Dios

Un buen 2020

2020 HA SIDO un año terrible por lo evidente pero también ha tenido sus cosas buenas, aunque para rescatarlas haya que rascar muy por debajo de la piel. A nuestro querido Rodrigo Cota, sin ir más lejos, le ha concedido esta santa casa el Puro Cora de periodismo, un reconocimiento tan merecido que algunos compañeros de profesión no hemos hecho otra cosa más que ponerlo a parir desde el día mismo del anuncio, abusando de las palabras graves y con una exquisita discreción, siempre a sus espaldas: para qué, si no, están los amigos. También le han ido bien las cosas a Juan Tallón con su última novela, elegida por una legión de influencers como el complemento cultural ideal para las fotos de verano-otoño en sus cuentas de Instagram. "Tus lecturas definen lo que eres" escribió una de ellas posando con el libro del revés.

Pero olvidemos el corporativismo —la familia— y vayamos a lo importante: el Real Madrid no ha ganado la Copa de Europa otra vez, el C.D. Lugo y el Celta mantuvieron la categoría, el Deportivo empató en su visita oficial a Pasarón y el C.D. Ribadumia se clasificó por primera vez para jugar la Copa del Rey. Dimitió Josep María Bartomeu, el peor presidente de la historia del Barça, y renovó su mandato Alberto Núñez Feijóo, rey plenipotenciario de Galicia, Galicia, Galicia y, por cuarta vez, Galicia. Ana Pontón, a su vez, se erigió como alternativa de futuro al trono de Galiza, Galiza, Galiza y, por primera vez, Galiza, infringiéndole un zarpazo casi mortal a Gonzalo Caballero y al PSdeG de su tío Abel, del que cuentan las malas lenguas que se atrevió a disfrutar de la jornada electoral acariciando a un gato, como el villano aquel del Inspector Gadget, el del puño de hierro. De las famosas Mareas, por cierto, ya no queda ni la resaca.

Tampoco parece mala cosa que a Vox y a Ciudadanos se les siga atragantando este país nuestro de furanchos, conservas, musgo, leche cremosa, paraguas y gente seria, no me pregunten por qué. El trumpismo más atroz ya no le funciona ni al propio Donald Trump, que terminó el año dándonos la razón en uno de los grandes clásicos de nuestra extensa tradición oral: "despois das risas veñen os choros". Las elecciones presidenciales en Estados Unidos las ganaron Joe Biden, Kamala Harris y Antonio García Ferreras aunque, insisto, esto no quiere decir que el Real Madrid pueda sumar a su palmarés una nueva Copa de Europa. El resultado fue celebrado con gran emoción por ministros socialistas y alguno de los otros, como si Biden fuese una especie de híbrido entre el viejo Felipe González y el nuevo Jorge Vestrynge, extremo que tampoco debe ser descartado pues hay mucho millonario de izquierdas invirtiendo en tecnologías futuristas como la vacuna 5G, el hipnosapo, o una Cruzcampo que sepa algo.

Otro punto a favor del año 2020: aseguran los principales productores que se ha vendido más cerveza que nunca, demostración palpable de que el pueblo soberano siempre encuentra motivos para la celebración. De las terrazas pasamos a los balcones, en algunos de los cuales se organizaron conciertos, exposiciones de pintura, catas a ciegas, orgías —con y sin eurodiputados—, ritos satánicos, corridas de toros y todo tipo de eventos culturales. La Fariña teatral, sin ir más lejos, desembarcó en Madrid y por allí se dejaron ver caras conocidas como la de nuestra ministra Yolanda, Andrea Levy con un colgante poscolombino (el pre no le va) y hasta la fiscal general del Estado, señora Dolores Delgado, en compañía del abogado del excomisario Villarejo, señor Baltasar Garzón: todos a una apoyando al talento exportado a la capital del reino desde Galicia, que no es ni mucho ni poco.

Y como cantaba Sabina, “pongamos que hablo de Madrid”. Opina este humilde servidor que debería valorarse —y mucho— su capacidad de inventiva y liderazgo: inaugurar un hospital de pandemias hacia el final de la pandemia, sin quirófanos, ni personal suficiente, ni mayor perspectiva de futuro que una posible catástrofe aérea en Barajas, supone un pequeño paso para el hombre pero un gran salto para la Comunidad. Su presidenta, Isabel Díaz Ayuso, representa como nadie esa actualización cuqui del españolito clásico, el lazarillo moderno que tira de picaresca y redes sociales para convertirse en cisne, ave hermosa de la que se aprovecha todo, incluidas sus más controvertidas declaraciones. Frente a ella, la izquierda se ha entregado al estilo carrasposo de Fernando Simón, héroe de la resistencia gubernamental y modelo a seguir para quienes se arrogan la bondad, la razón y hasta el sentido único de la justicia: en una España de buenos y malos, ellos siempre se sabrán los mejores.

Y así, obviando todo el sufrimiento causado por el maldito virus, podríamos llegar a convenir que 2020 ha sido un buen año y que el próximo 2021 será todavía mejor. De entrada, abandonaremos propósitos de año nuevo tan peregrinos como ir al gimnasio o dejar de fumar. Nuestras prioridades como pueblo deberían ser, según las primeras encuentas, el refuerzo del sistema público de salud, una verdadera atención para nuestros mayores y dependientes, la conciliación plena de la vida familiar y laboral, la caída definitiva de los techos de cristal, el cuidado del pequeño comercio, del barrio, del río, del monte… Y ya que estamos, por qué no, aprender a utilizar correctamente las rotondas y retirar los últimos carteles electorales con la cara de Manuel Fraga que todavía sobreviven en algunos pueblos de Galicia. Porque ya lo decía Don Pío Cabanillas, siempre según la leyenda: "¡la cara presidente, la cara!". No se me ocurre metáfora más perfecta para resumir este doloroso pero trepidante año 2020.