Blog | Ciudad de Dios

Sobre todo y sobre nada

Pocos espectáculos tan golosos debe haber en este mundo como el mal llamado Debate sobre el estado de la Nación: si la propia Constitución Española insiste
en que hay más de una nación -bien explicado y con buena letra, por cierto- no acabo de entender quiénes somos nosotros para llevarle la contraria. Tan difícil no será, que para eso vivimos en uno de los paraísos del naming, con bares, boutiques o gimnasios estirando el diccionario para llamar la atención y resultar creíbles -y atractivos- a sus clientes. Si podemos comer en una bocatería bautizada como el Dalai Lomo, también podremos enviar a nuestros representantes políticos a un Debate sobre el estado de España, por poner un ejemplo. Nos entenderemos todos igual y evitaremos el enésimo desprecio a la diversidad que tanto y bueno dice sobre nosotros.

Al Congreso de los Diputados, que es un edifi cio bastante decepcionante en lo arquitectónico, pues parece robado en Roma, o en Atenas, van llegando sus señorías a una hora no muy temprana, algo que me reconforta especialmente. Para defender la democracia no es necesario madrugar, ya está bien de vender falsos eslóganes que solo les funcionan a algunos iconos vivos -y también a algunos muertosde la radio. Nuestros diputados se visten como si fuesen de boda,cada uno en su estilo. «Los de Unidas Podemos no se visten con el decoro debido a la cámara, caballerete», me dice un señor que toma café con leche cada mañana en el bar y asegura ser un agente secreto del CNI. Es su opinión. Habría que ver cómo iba vestido Echenique a la boda de su prima, o Ione Belarra, que aquí somos muy de hablar por hablar, sobre todo cuando se trata de criticar las pintas de cada cual en las celebraciones.

Por alguna razón, el presidente Pedro Sánchez me parece el único que no explota del todo esa parte estilística del evento. Es posible que no quiera abusar, que sea el principal representante de una minoría que se ven demasiados guapos en el espejo y prefieren destensar. En frente, en la bancada del Partido Popular, vimos a Alberto Núñez Feijóo vestido de Alberto Núñez Feijóo y a Cuca Gamarra con los colores del Real Madrid: el que avisa no es traidor. Santiago Abascal, que es achaparrado pero bien hecho, lució uno de esos dos piezas que tanto le reafirman el pecho, mientras Inés Arrimadas optó por un modelo muy apropiado para ir a un brunch con las amigas: ahora se entiende mejor esa afirmación suya sobre la necesidad de refundar su partido, que estaba abocado al luto y a la ropa de domingo.


Como decía al principio, el debate es un espectáculo del que conviene dar cuenta sin prisas, con una botellita de algo bien frío a mano y el teléfono apagado, sin posibilidad de ser molestado por un comercial de Vodafone o por tu madre, intrigada por si piensas -o no- ir a comer mañana. En España, por mucho que se insista en lo contrario, seguimos teniendo una buena escena de parlamentarios aptos para el careo. Gente rápida, bien hablada, afilada, que van dando discursos, réplicas y contrarréplicas a una velocidad sobrehumana. "Las palabras vuelan feroces en la Cúpula del Trueno", que decía Tina Turner. Ya no está Mariano Rajoy, que era un especialista en estas lides y se tiene que conformar, ahora, con comentar la etapa del Tour de Francia con su fi el José Benito por WhatsApp y sin necesidad de preocuparse por lo que mañana dirán los periódicos de medio mundo. Se le echa de menos, qué duda cabe, pero bien ganado tiene el retiro y sus mejores intervenciones se pueden seguir viendo en YouTube, una plataforma que le hace más justicia que algunas cabeceras.

El debate es un espectáculo del que conviene dar cuenta sin prisas, con una botellita de algo bien frío a mano y el teléfono apagado

Sánchez, el presidente, hizo de presidente: ahí no hubo sorpresa alguna. Defendió su acción de gobierno, nos explicó conceptos tan complicados como el de la infl ación, y anunció nuevas medidas para mejorar la vida de la gente, sea quien sea la gente. Lo digo -ya no tanto por Sánchez- porque en estos debates todos parecen hablar en nombre de la gente sin que unos y otros tengan mucho que ver. A todo esto le contestó Cuca Gamarra que "ETA". Menudo comodín ese: el joker de la baraja. ¿El paro? ETA. ¿Impuestos? ETA. ¿El Madrid otra vez campeón de Europa? ETA. Pidió Gamarra un minuto de silencio por la memoria de Miguel Ángel Blanco y todos se pusieron en pie para  secundarlo, también los diputados de Bildu,y enseguida volvió la portavoz de la oposición a su zona de confort: ETA. Todo esto se lo miraba Alberto Núñez Feijóo con cara de Alberto Núñez Feijóo. En Madrid parecen empeñados en trazarle perfiles y adivinarle secretos pero poco a poco irán comprendiendo que Feijóo es Feijóo, nada más y nada menos.

La tarde terminó con Gabriel Rufi án montando el pollo, que es lo que se espera de él. Del bolsillo se sacó unas balas recogidas en la valla de Melilla y a Sánchez, el presidente, se lo llevaban los demonios. Fue un momento tenso que nos recordó lo que estábamos viendo: el mayor espectáculo de la democracia española desde que Camilo José Cela se metió a diputado. "No estoy dormido", recuerden. "Estoy durmiendo". Y en esas estaba Adolfo Suárez Illana cuando Meritxell Batet disolvió el debate, los envió a todos a casa, a ponerse el pijama y comer un yogurt, tras una larga jornada sobre todo y sobre nada, que de eso van los asuntos que cada día atañen a eso que mal llamamos nación. Y de ETA, claro

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