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¿Está llegando nuestro mensaje a la gente?

De la difusión a la acción: cambiemos la forma de informar sobre el clima

Veinte años después de que se adoptase el protocolo de Kyoto, y mientras presenciamos una creciente incidencia de fenómenos meteorológicos anormales, el mundo sigue sin decidirse a agarrar el toro por los cuernos a la hora de enfrentarse al cambio climático. Consideramos que esto podría cambiar si se resaltasen los múltiples beneficios que un estilo de vida bajo en carbono podría ofrecernos, incluida una mejora en nuestra salud, calidad de vida y preservación de la naturaleza. También sería necesario comunicar los hallazgos científicos de manera que lleguen a un segmento más grande de la sociedad. Esto se podría hacer utilizando plataformas sociales científicas adecuadas que ayudasen a la persona de a pie a comprender los vínculos entre las causas y consecuencias, y que permitiesen visualizar todos los beneficios que un estilo de vida de estas características ofrecería

Lamentablemente, es evidente que muchos países del mundo siguen haciendo la vista gorda ante el calentamiento global. Si por un lado se dieron una serie de pasos positivos en la buena dirección en los últimos tres años (el Acuerdo de París sobre emisiones de gases de efecto invernadero y la enmienda de Kigali sobre el uso de hidrofluorocarburos), por otro lado nos encontramos con que los Estados Unidos, y más recientemente Brasil, han elegido como presidentes a negacionistas del calentamiento global, mientras que Australia ha dado el visto bueno para abrir la mina de carbón más grande de la historia. Esto ocurre en un momento en que la Gran Barrera de Coral está experimentando uno de los procesos de blanqueamiento más grandes que se hayan registrado, el hielo del Mar Ártico ha batido otro récord más de mínimo histórico, los países del Golfo de México se están viendo asolados por algunas de las peores temporadas de huracanes registradas nunca, y ciudades como Ciudad del Cabo, Ciudad de México o Lima han sufrido casos extremos de restricción de agua. Como respuesta, nos gustaría sugerir algunas estrategias alternativas con respecto a cómo los hallazgos científicos sobre el cambio climático antropogénico podrían incentivar a un segmento más grande del público a actuar ante esta amenaza que se avecina.

 

Creemos que el escaso éxito a la hora de movilizar a la sociedad a actuar ante el calentamiento global se debe en gran medida a cómo se han comunicado (o no se han comunicado) los desafíos a los que se enfrenta la sociedad. En general, la mayoría de nosotros [los científicos] asumimos que el público en general tiene una conciencia fundamental del cambio climático antropogénico y sus consecuencias, por lo que enmarcamos nuestras discusiones en términos de partes por millón (ppm) de CO2 en la atmósfera o grados de calentamiento basado en forzamiento radiativo. En el quinto informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), publicado en 2013, se introdujo el concepto de potencial de temperatura global (GTP por sus siglas en inglés), para extender las comunicaciones desde los cambios en los balances de energía hasta los cambios de la temperatura real en superficie. Sin embargo, incluso los GTP siguen siendo medidas abstractas para el público en general. En otras palabras, no decimos al público cuál es la cantidad diaria recomendada de gases de efecto invernadero, algo que sí hacemos, por ejemplo, con las calorías que ingerimos. A menudo, también fracasamos a la hora de resaltar suficientemente los múltiples beneficios adicionales que ofrece migrar a una economía baja en carbono. Los sectores de producción de energía y calor, así como la producción de alimentos, pueden ejemplificar tales ventajas.

Con respecto a la producción de energía y calor, la quema de combustibles fósiles es la principal fuente antropogénica de gases de efecto invernadero (GEIs). Es una práctica que ha generado contaminación a lo largo de los dos últimos siglos, desde el siglo XIX en Inglaterra hasta el siglo XXI en Beijing. Las partículas derivadas de la quema de combustibles también son responsables de aproximadamente 3.3 millones de muertes prematuras cada año. La mayoría de estas están relacionadas con el uso de calefacción y cocinas residenciales en India y China, pero se estima que 41.000 muertes prematuras también estarán ligadas a la contaminación del aire exterior en una ciudad como Lima en el período 2020-2100, principalmente debido a las partículas derivadas de la generación de energía y del transporte. Aunque la contaminación por partículas ha disminuido considerablemente en el mundo occidental, gran parte simplemente se ha transferido a otras regiones del mundo. Además, la quema de carbón también se correlaciona con otros efectos en la salud, desde períodos de gestación más cortos hasta concentraciones de mercurio en el atún del Atlántico norte. Por otra parte, las inversiones en energía renovable han demostrado ser rentables y generan puestos de trabajo, pero sería deseable que estos puestos se cubriesen con grupos de trabajadores despedidos en el sector de los combustibles fósiles para catalizar la motivación pública para una transición energética.

Además de la contaminación, los motores de combustión también son una fuente genérica de ruido en la sociedad moderna, ruido que se ha convertido en el zumbido de fondo de las generaciones modernas. Estamos tan acostumbrados al ruido del tráfico que ni siquiera lo cuestionamos, mientras que hay sectores de nuestra sociedad que sí se rebelan contra las plantas de energía eólica, un símbolo común de la electricidad sostenible. Obviamente, esto es simplemente una actitud hipócrita hacia el primo moderno de una de las atracciones turísticas más emblemáticas de Holanda. Por lo tanto, podríamos ser más innovadores en cómo convertir estas estructuras en puntos de referencia e impulsar la imagen mental de nuestro horno alimentado por el viento, en lugar de quemar material vegetal fosilizado.

Las emisiones de dióxido de carbono también generan océanos más ácidos, ya que los mares amortiguan alrededor de un tercio de todas las emisiones. En realidad, hemos sido tan eficaces a la hora de quemar carbono, que ya se ha medido una caída de 0.1 en el pH de los océanos. Esto no solo tiene repercusiones en los arrecifes de coral de todo el mundo, sino también en las poblaciones de bivalvos silvestres, las granjas de ostras y el comportamiento de los peces. Con el tiempo, todos los ecosistemas marinos se verán afectados por este cambio geoquímico.

A nivel geopolítico, el petróleo sigue siendo la causa más común de conflicto. Desligar la economía de un país del crudo de petróleo aporta, por consiguiente, una gran ventaja geopolítica. Hoy en día, la mayor parte del mundo, con algunas excepciones políticas, ve a Rusia, un país cuya economía se basa en la exportación de combustibles fósiles, como la principal amenaza para la estabilidad geopolítica mundial. Otros países productores de petróleo están asociados con la desigualdad de género y condiciones de trabajo que rozan la esclavitud; sin embargo, los pozos petrolíferos de comercio justo siguen siendo una utopía.

El transporte de combustibles fósiles también es un peligro en sí mismo, ya que los derrames de petróleo afectan año tras año a las zonas costeras de todo el mundo. En Galicia tenemos una larga experiencia en ese tipo de desastres. Pero, además, los petroleros también someten a una constante presión a las infraestructuras locales y, algo que no suele tenerse muy en cuenta, siempre pueden ser un posible objetivo terrorista. En cuanto a oleoductos y gasoductos, muchos proyectos futuros son una importante fuente de conflicto en muchas zonas del planeta, fundamentalmente en Medio Oriente, así como un foco de tensión bipartidista en las Dakotas.

Los vínculos entre la seguridad nacional y los combustibles fósiles son en sí mismos tan fuertes que es extraño que los partidos de extrema derecha no tengan una agenda ambiental más sólida. Por ejemplo, la riqueza de Bin Laden se originó en pozos petroleros y el Estado Islámico ha financiado una gran parte de sus operaciones con dinero procedente del petróleo. De hecho, nuestra actual infraestructura de energía centralizada, a menudo dependiente de la logística y el comercio internacional, de por si nos hace vulnerables a las interrupciones en el suministro debido a ataques terroristas o militares.

En cuanto a la producción de alimentos, es responsable de alrededor de una cuarta parte de los gases de efecto invernadero a nivel mundial. La carne de vacuno y ovino son las peores opciones de alimentos desde un punto de vista ambiental, seguidas por la carne de cerdo y el pollo. En cuanto al pescado, los impactos son más variables y dependen del tipo y del origen. En general, sin embargo, la proteína de origen vegetal garantiza una menor emisión de estos gases que las proteínas de origen animal, garantizando además que los animales no sufran y que se evite el uso de antibióticos. El uso excesivo de estos, junto con el aumento de los volúmenes de producción cárnica, ha convertido al sector ganadero en el mayor usuario de antimicrobianos, lo que está impulsando el desarrollo y la propagación de bacterias resistentes a los antimicrobianos que amenazan la medicina moderna. Por lo tanto, reducir el consumo de carne podría ahorrarnos dinero, mejorar nuestra salud y proteger nuestras áreas naturales protegidas, dado que los alimentos de origen vegetal requieren menos tierra y menos agua dulce. Además, ya no hay una excusa real para seguir consumiendo carne, ya que en los mercados han aparecido nuevos sustitutos a la carne en formatos más apetecibles.

Las opciones bajas en carbono son visiblemente atractivas, pero el público en general aún no las está adoptando en cantidades significativas. Tendremos que preguntarnos por qué ocurre esto.

Para empezar, los intereses financieros y políticos que se benefician del sistema actual son la primera barrera que impide influir en la opinión pública. Por ejemplo, después de la Segunda Guerra Mundial, las economías se globalizaron rápidamente como consecuencia de la escasez de mano de obra, la distribución desigual de los servicios ecosistémicos y un incentivo político para interconectar las principales economías del mundo para desalentar futuros conflictos mundiales. Sin embargo, tener una economía global, pero una política nacional, significa que muchos factores que influyen en el estilo de vida de las personas no pueden ser regulados.

En segundo lugar, la desinformación de los medios, incluida la publicidad y la información sesgada, es responsable de gran parte de nuestro comportamiento perjudicial para el medio ambiente. Entre los miles de millones gastados por las compañías para alentarnos a consumir más, y los hechos alternativos de un flujo de información cada vez mayor en la sociedad, los canales de comunicación científica se han quedado pequeños. Los internautas, además, tienen más probabilidades de encontrar sesgos confirmatorios en la sociedad de la información actual, especialmente a través de los servicios de redes sociales. Esto, sumado a la enorme pérdida de confianza en los medios de comunicación, en parte debido a las “fake news”, ha erosionado la fina línea que separa las opiniones y los hechos para el público en general, lo que lleva a la fragmentación de grupos de creencias y una segregación de ideologías. Estas y otras tendencias recientes han contribuido a dañar la difusión de hallazgos científicos, ya que los medios de comunicación siguen siendo el principal canal de comunicación entre los científicos y el público.

En tercer lugar, muchos ciudadanos no saben interpretar las publicaciones científicas, ya que generalmente utilizan una nomenclatura específica y requieren un cierto nivel de conocimientos. Esto ha alimentado la desconfianza. En consecuencia, la respuesta sería hacer que los hallazgos científicos estuviesen disponibles en formatos más fácilmente digeribles. Por lo tanto, se necesita una plataforma donde los científicos puedan comunicarse con el público sin la distorsión de los medios. Esto se podría hacer a través de revistas científicas divulgativas administradas por universidades, o mediante foros acreditados en Internet o sitios de votación, donde el público podría plantear preguntas y expertos científicos acreditados las responderían. En este contexto, es importante observar que un título de doctorado no solo conlleva un estatus social, sino también una deuda con la sociedad que ha invertido en nosotros.

Nuestro mensaje a nuestros colegas académicos es, en definitiva, transmitir un espectro más diverso de beneficios que nosotros, la humanidad, obtendríamos al migrar hacia una economía baja en carbono. ¿Por qué tantos están dispuestos a dar sus vidas por sus hijos, pero no renunciar a sus estilos de vida? Creemos que esto solo se puede superar si convencemos a las masas de que este nuevo estilo de vida es realmente mejor en una multitud de formas, y hacerlo en un lenguaje que entiendan.

  • Patrik Henriksson es investigador postdoctoral en el Stockholm Resilience Centre de Estocolomo (Suecia)

  • Ian Vázquez Rowe es profesor asociado en el Departamento de Ingeniería de la Pontificia Universidad Católica del Perú (Perú)

 

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