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Un problema de la leche

UNO DE los primeros actos masivos que cubrí trabajando en esto fue una tractorada cuando hacía prácticas en Radio Popular de la Costa. No era ninguna tontería. La quedada era en el Voar, a la entrada de Ribadeo, y estaban llamados a la movilización ganaderos tanto gallegos como asturianos. La cosa era a mediodía y con buen criterio me mandaron allá con media hora de antelación. Para cuando llegué había tantos tractores que prácticamente nublaban el sol. Conforme se iban acercando las doce, los tractores seguían llegando sin parar y cuando apenas quedaban diez minutos para empezar apareció un nuevo actor en escena con el que yo no contaba: los antidisturbios. Yo solo había visto uno en la tele, normalmente atizando a alguien en el País Vasco. Así que aquello me impresionó de verdad y creí que se iba a montar una parecida a las de la reconversión industrial de mediados de los ochenta.

Al principio prometía: ánimos encrespados, gente gritando, neumáticos cortando la carretera, cosas así. Sin embargo, una vez que comenzaron a desfilar, lo hicieron en perfecta fila de a uno y sin desafinar en ningún momento. El programa en el que tenía que entrar empezaba a la una y cuarto, y aunque yo tenía que estar en el estudio a la una y media, a esa hora todavía no habían acabado de pasar todos los tractores. Lo hicieron pasadas las dos.

La última tractorada que vi no tuvo nada que ver. No había ningún asturiano y contabas los tractores sin ningún problema. No había ningún antidisturbio, aunque sí que recuerdo que había casi tantos guardias civiles como ganaderos. Se veía de forma muy clara que aquello era excesivo y de tendencia intimidatoria.

No hacía falta. Hicieron un recorrido bastante rápido por el centro de Ribadeo y leyeron un comunicado lleno de buenas intenciones. Pero se echaban en falta sindicatos y ciertos ganaderos de peso.

La comparación sirve para comprobar perfectamente lo que fue pasando. Para empezar los ganaderos fueron mermando de forma alarmante hasta un punto en que ahora hay grandes espacios abiertos y desiertos en lugares que antes ocupaban los pastos para las vacas.

La situación de los ganaderos hace que no se espera nada prometedor para su futuro

Lo de la unión hace la fuerza no fue nunca el lema del sector. Muchas veces perdieron oportunidades por tonterías entre ellos en lugar de ocuparse de los problemas de gran calado que los estaban acuciando pero que, sobre todo, se veía que iban a acabar estallando en un momento dado. Bien, pues este es ese momento.

De modo que ahora esta gente se encuentra con un panorama que, a grandes rasgos, es el siguiente: son muchísimos menos pero irónicamente siguen igual de divididos que hace 25 años, así que la fuerza que pueden hacer es minúscula. En realidad lo que pueden conseguir es a base de las peticiones que les hace la clase política. Cuando uno cuyo nombre ahora no recuerdo sobresalió como portavoz improvisado y aglutinante lo primero que provocó fue desconfianza.

Los de Galicia programaron mal su entrada en el sistema de cuotas, pero su salida fue calamitosa. Fueron incapaces de comprender, porque nadie se lo explicó, que lo que pasaba es que de un día para otro tenían que empezar a competir con explotaciones de miles de vacas que pueden estar tanto en Gondomar como en Kentucky o en Baviera. En el mundo actual eso ya casi no tiene importancia, solo importa que produzcas barato porque ni aún así te van a pagar lo que te mereces.

Conforme fueron descendiendo de número también fueron perdiendo fuerza los sindicatos que los representan, que además donde tienen que partirse el cobre es en Bruselas. Los afiliados a unos no confían en los otros y viceversa, con lo que es muy complicado arrancar avances, ya que lo que para unos es innegociable para otros es una nota a pie de página.

Hay un problema gravísimo que tiende a solaparse relacionado con el relevo generacional de esta gente. Es un negocio complicado que exige dedicación 365 días al año por unos beneficios muy limitados, y ahora hasta puede que sin beneficios, lo que desde luego no anima a la juventud a lanzarse a mejorar y ampliar lo que heredaron de sus padres y abuelos.

Y aparte de todo esto, la realidad es que pocas veces por no decir ninguna se preocuparon en Madrid realmente de los problemas de los ganaderos gallegos. Fraga los veía como una china en el zapato, el bipartito los obvió y Feijóo dio la sensación de entrar en la partida cuando esta ya acababa. Veremos cuántos quedan en unos años. No es por desanimar, pero lo tienen crudo.


EL GUSTO. El buen gusto por las letras que mostró A Pomba do Arco


EL COLECTIVO focense A Pomba do Arco, que preside Xoán Ramón Fernández Pacios, recuperó la denominada Festa da Palabra, una reivindicación de la poesía que desde luego hay que animar porque si para algo corren malos tiempos es, como siempre, para la lírica. María Lado, Lucía Aldao, Lara Branco y Xavier Rodríguez Baixeras fueron los que participaron este año. Esta actividad ya la habían celebrado en años anteriores y los miembros de A Pomba do Arco están dispuesto a conservarla en años sucesivos. Aunque parezca raro, no les costará nada encontrar poetas.


EL DISGUSTO. La portación de la Xunta a la residencia de Ribadeo


VOLVIÓ A la actualidad la aportación que la Xunta debe hacer a la residencia de ancianos de Ribadeo. Eran 500.000 euros de los que el concejal Vicente Castro recordó que no hay rastro. Ni lo habrá. El Gobierno autonómico sigue oponiendo que le falta documentación y en realidad no tienen ninguna gana de poner un dinero que siempre escatimaron y que todo el mundo sospecha que no dan porque ellos ven que solo servirá para reforzar un gobierno del Bloque. Como si fuesen a arreglar ese problema con 500.000 euros. El Concello esperará hasta fin de año, aunque ya saben la respuesta.

*Artículo publicado el lunes 28 de septiembre de 2015 en la edición impresa de El Progreso

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