Blog | Recto verso

Planes de futuro

Cualquier día nos abofeteará una polémica por un resultado infantil escandaloso

Partido entre el San Ciprián y el Ribadeo. JOSÉ Mª ÁLVEZ
photo_camera Partido entre el San Ciprián y el Ribadeo. JOSÉ Mª ÁLVEZ

HASTA NUESTRAS costas llegan todo tipo de fardos. No necesariamente de lo que están pensando. Como residuos de un continente perdido van llegando los ecos de lo sucedido en lugares remotos. A veces encuentran acomodo entre nosotros, como el Fortnite, y otras no, como las revueltas francesas. Por eso a veces me gustaría estar aislado y otras que funcionasen mejor los vasos comunicantes. Estos días anda por ahí Jorge Martínez presentando el último disco de Ilegales, que lo anticipó ya a mediados de los 80: "Levántate y lucha, esta es tu pelea. Levántate y lucha, no van a luchar por ti". Pero nosotros preferimos hacer botellón. No necesariamente de alcohol. A veces es de fútbol pero también podemos embutirnos de muchos otros narcóticos: Venezuela, Cataluña, Vox, Podemos, Franco.

Una de las reflexiones genéricas que deberá llegarnos, que ya lo hizo pero está como atenuada, es la de las goleadas en los partidos de niños. O diferencia de puntos si hablamos de baloncesto, y así sucesivamente, porque no debe pensar nadie que eso se queda en el fútbol. Si alguien cree que es un mal exclusivo de ese deporte, está muy equivocado. Lo que sí es cierto es que como por número hay muchos más niños que juegan al fútbol, pasa más ahí.

En A Mariña los equipos se multiplican. En una sola categoría en Ribadeo se juntaron más de 40 para jugar al fútbol este año, circunstancia que por cierto la sociedad responsable resolvió de forma algo polémica y varios de los niños causaron baja.

Por el momento aquí no trascendió ningún resultado de esos escandalosos de 40 a cero o cosas así. En baloncesto se toma la precaución de que cuando un equipo va ganando a otro por 50 puntos se para de contar, cifra que por cierto parece algo excesiva. Si van ganando por 40 es casi seguro que el equipo que va por debajo no conseguirá darle la vuelta.

Pero que no se dé esa circunstancia no exime en modo alguno de que el problema esté ahí. Todos sabemos que en el fútbol gastan peor fama que en otros deportes.

De acontecimientos extraordinarios que pueda contar porque los vi en primera persona se me viene a la cabeza una madre que saltó al campo a quitar a su hijo cuando iban perdiendo por 14 a 0, o un padre que también entró en el campo a quitar al suyo porque con 11 a 2 abajo consideraba que la solución pasaba por lo que están pensando: "¡Balones a mi niño!", algo que no estaba sucediendo. Así que optó por sacar a su futuro Leo Messi de en medio de los otros cojitrancos con los que compartía equipo. En ambos casos más que el comportamiento estúpido de aquella madre y aquel padre se me quedó grabada la idéntica reacción de los pequeños: salieron del campo llorando y avergonzados. En realidad, solo querían jugar.

Tengo la seguridad de que esos dos episodios fueron aislados porque sé que los padres no andan por ahí sacando a sus hijos de los partidos. Otra cosa son las actitudes en las gradas, que en ocasiones son muy poco edificantes. No comprendo a qué viene confundir la competitividad con la mala educación o la calidad con los insultos, ni por qué se increpa a niños de once o doce años solo porque no visten como el tuyo. O incluso aunque vistan como el tuyo, pero precisamente porque no son el tuyo.

El fútbol arrastra unas pasiones que no mueven otros deportes y puede generar expectativas muy equivocadas en algunos padres que tal vez aspiren a ser como el padre de Neymar y dedicarse algún día a andar escondiendo millones en las islas Caimán. Aún así, no comprendo cómo ciega hasta el punto de no ver lo que hay.

En baloncesto, tal y como están las cosas hoy en día la situación es mucho más sencilla: si el niño no mide 1,90 ni te molestes en planear nada. Y de ahí para arriba tampoco hay nada garantizado, porque el número de jugadores profesionales españoles es ínfimo. Sale más a cuenta traer a uno balcánico. Eso frena los ímpetus de cualquiera.

Sea el deporte que sea, aquí siguen reproduciéndose algunas rivalidades legendarias como las de Foz con Ribadeo, Burela con Foz, y así sucesivamente. Cualquier día se dará una de esas situaciones desagradables y nos echaremos las manos a la cabeza. Veremos si es en fútbol, en baloncesto, en atletismo o en piragüismo, pero pasará.

Exaltados y groseros los hay en todas partes. Por eso si algo se puede aportar es que parte del problema recae también en la imagen que proyectan los clubes, que harían bien en recordar que son de formación. Si luego se gana, mejor. Pero que al menos los niños no lo dejen. Eso solo demuestra dos cosas: avaricia e incompetencia.

EL GUSTO Una feria que le da la vida a A Pontenova en este puente

NO SE SABE si al final fueron ocho mil las personas que pasaron por A Pontenova durante el puente para acercarse a la Feira de Artesanía que organizó el Concello, pero desde luego fueron muchas. No es de extrañar, porque el propio alcalde, Darío Campos, hacía un cálculo aproximado de que se podían ver en torno a un millón de objetos distintos en los sesenta expositores que componían esa cita. Así que cualquier aficionado, o incluso cualquier curioso, iba a encontrar algo que le llamase la atención con total seguridad. La apuesta debe continuar creciendo porque se ve que va en el buen camino.

EL DISGUSTO La jubilación de Ramón Castro en A Pontenova

LA JUBILACIÓN de Ramón Castro en A Pontenova como médico titular de familia en el centro de salud parece generar un reguero de problemas en ese ambulatorio. Hay versiones contradictorias al respecto: mientras el Concello asegura que el Sergas no atiende bien sus necesidades, desde ese departamento dicen que los médicos tienen la cuota de enfermos precisa y que cubren las bajas y atienden las urgencias. Más allá de ello, hay que reconocer que lo que no se cubre es el hueco sentimental de Ramón Castro, que parece demasiado grande. Ahora es hijo adoptivo de A Pontenova. Por algo será.

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