Blog | Recto verso

Perdimos el tren

EL TREN que traquetea con aire cansino por toda la comarca de A Mariña está más de actualidad que nunca. Ahora resulta que es un arma política de primer orden. Habrá opiniones para todos los gustos, pero como esta sección la escribe un servidor, diré que es un medio de transporte sin ningún futuro. Seguro que hay otras opiniones muy respetables y fundadas, pero la mía es tajante: lo mejor sería cerrarlo antes que asistir a un declive que no hará más que transformarlo en una ruina que nadie quiere.

Las razones para llegar a una conclusión tan apabullante son de muchos tipos y no tienen nada que ver con la política. Al menos con la política actual.

El primer problema que tiene este tren de vía estrecha que nos legaron en herencia es que primero se diseñó su trazado y posteriormente se le aplicaron los usos. El resultado ya es conocido por todos: en muchos pueblos es casi inviable.

El mayor desajuste proveniente de ese desfase temporal se da en la ubicación de las estaciones. Por ejemplo: la de Foz se encuentra tan alejada de la localidad que no tiene ningún sentido. En Ribadeo no está tan lejos, pero la realidad es que si eres una persona con mínimos problemas de movilidad tampoco vas a poder utilizarlo. Burela, por sus propias características, es un lugar complicado. El tren se para en pleno centro, pero el problema es que el centro de Burela está también muy alejado de según qué cosas. Por ejemplo, uno de los usos que más se demanda para el tren es el de transportar usuarios del hospital. Nada que objetar sobre el papel. Pero una cosa es el mapa y otra el territorio, por lo que cuando eso se lleva a la práctica implica varios problemas. Uno es que, por desgracia, los usuarios del hospital suelen estar enfermos, así que es una auténtica papeleta tener que ir desde la estación de tren hasta el centro hospitalario. Es más, en la mayoría de los casos sencillamente es imposible porque la gente es demasiado mayor o se encuentra mal.

Eso mismo se puede aplicar para casi todos los pueblos. Simplemente el diseño del trazado tenía otra finalidad inicial. Concretamente, era un tren militar y por ello se quiso alejar las vías de las poblaciones. Pero como aquí hay una legendaria tendencia a meter la pata, en cuanto se le dio el primer y ya lejano uso militar se vio que tampoco servía, porque los barcos, desde el mar, podían atacar la vía sin ningún problema en numerosas zonas, así que hasta aquel uso inicial quedó también desterrado. Luego se quiso meter con calzador el uso civil, pero para entonces ya era demasiado tarde.

Eso en lo que se refiere a problemas de diseño, pero también hay otras cuestiones vinculadas a la evolución de nuestra sociedad. Porque el tren se usa cada vez menos a cambio de un uso compulsivo del coche.

Y aún queda otro tercer factor, y no menor, que es la competencia de las líneas de autobuses. Aunque tampoco van sobradas de horarios para poder utilizarlos, al menos te dejan en la puerta del hospital. Y contra eso es muy complicado competir.

A partir de aquí ya entramos en terreno resbaladizo. El tren sí se podría utilizar perfectamente para transporte de mercancías, como se hace en gran parte de los países civilizados. Y eso sí es política. En lo que se refiere a esto hay que decir con total claridad que no se hizo absolutamente nada, que es lo mismo que equivocarse en todo.

Muchas veces se hizo hincapié en la importancia de acercarlo al polígono industrial de Ribadeo para ayudar también a crear una confluencia de intereses con el puerto comercial de Mirasol. Pero nada. Bastó que en su momento lo propusiera el BNG, que no gobernaba, para que prácticamente se les riesen en la cara, primero el PSOE y luego el PP.

Hace poco Jaime de Olano salió a defender a capa y espada en una rueda de prensa en Ribadeo la actuación de su partido con este tren y criticó severamente al BNG por andar pidiendo con concentraciones y ruedas de prensa que se revitalizase el tren. Solo tres días después les contamos aquí que los responsables del tren decidieron pasar del servicio y llevar a la gente en autobús. Fue una coincidencia genial. Lástima que este mundo que creamos en el que la más mínima discrepancia es entendida como un acto de sedición impidiera a nadie del PP, el propio Jaime de Olano, sin ir más lejos, salir a reconocer que, tal vez (solo tal vez) fuese necesario que su partido revisase la política con este medio de transporte. Pero en política el silencio es una forma de asentimiento totalmente implantada, así que se puede decir que al tren entre todos lo mataron y él solo se murió. Dadas las circunstancias, insisto en que lo mejor es que lo cierren.

EL GUSTO: El lento avance en el reconocimiento a Maruja Mallo

POCO A POCO se va descubriendo la figura de Maruja Mallo y colocándola a una altura que nunca será la que se merece, pero al menos se intenta. Los actos que hubo este fin de semana en Viveiro y San Cibrao contribuyen de forma importante a resaltar la pintura de una mujer a la que seguramente le resultó muy complicado conseguir hacerse un hueco en su momento en el mundo de la pintura. Es más, casi seguro que no lo consiguió ni siquiera entre sus reputados, conocidos y cotizados colegas masculinos. Aunque ella ya no pueda paladearlo, no está de más este éxito tardío.

EL DISGUSTO: Lo poco que duran en el hospital los últimos gerentes

EL HOSPITAL comarcal de Burela parece ser un centro con unas características especiales. Eso dicen todos. Una de esas "características especiales" parece ser la duración de sus gerentes: dos años. Al principio no fue así, y bien que duraban. Sin embargo hace ya demasiado tiempo que ninguno cruza esa línea, y son tantos los casos que ya empieza a sonar a que esto no es casualidad. La última es Carmen Durán, una buena profesional que cumplió su función con pasión y hasta parece encantada de la zona. A ver quién la sustituye y con qué idea en la cabeza. De todo hubo, así que hay que cruzar los dedos.

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