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La sabiduría popular

Unos razonamientos muy sencillos explican lo que sucede en Alcoa y en el PP de Ribadeo

Protesta de los trabajadores de Alcoa ante la planta de A Coruña. CABALAR (EFE)
photo_camera Protesta de los trabajadores de Alcoa ante la planta de A Coruña. CABALAR (EFE)

LO MÁS inquietante de lo sucedido con Alcoa es la simplicidad de lo que está pasando. De repente caímos de un guindo y nos dimos cuenta de que Alcoa es una empresa con unos dueños que, en esencia, hacen y deshacen. Luego habrá que echar cuentas del dinero público que se llevaron. Pero cuando privatizas algo esto puede pasar. Esta situación me trajo a la memoria estos días muchas veces las palabras del actual dueño de Sargadelos días atrás. Segismundo García siempre defendió, incluso de forma demasiado brusca, su derecho a intervenir en su empresa como le venga en gana. Él lo hacía con mucha más autoridad porque ni una subvención de cinco euros tiene en su debe, y ya se sabe que lo de no deber nada a nadie es una ventaja que en la vida en general te sitúa en una posición envidiable. Esta gente de Alcoa son otra cosa. Un ex alto cargo de la empresa me describía algo que él mismo vio en Estados Unidos: "Mira, tienen unas chinchetas clavadas en un mapa mundi. Y eso es lo que somos, unas chinchetas en un mapa. No saben dónde está Avilés para saber dónde está San Ciprián". Oferta y demanda, ganancias y pérdidas. Jugamos con entusiasmo a ese juego cuando compramos neveras y coches y televisores y sacacorchos o cuando volamos al otro lado del mundo. Pero de vez en cuando el mercado exige un reajuste. Y ese reajuste somos nosotros, porque si alguien cree que el reajuste se va a hacer por arriba, vive muy engañado.

Y hay otra cosa más tremendamente peligrosa en esto de Alcoa: la sabiduría popular y, más concretamente el refrán aquel de las barbas del vecino. Si esto está pasando en A Coruña o Avilés, quién nos dice que un día no llega alguien con las llaves para chapar aquí. Nadie. No lo puede asegurar nadie.

Ojo, eso no quiere decir que Alcoa no arrastre una serie de deudas sociales que haya que pagar ni que los trabajadores no busquen lo mejor para sí mismos. Solo faltaría. Y además deben apoyarles en Santiago y en Madrid. Pero en lo que se refiere a la empresa, a día de hoy, si una empresa privada quiere cerrar, no hay quien le haga seguir abierta.

Ese razonamiento de las barbas del vecino es extensible a la mayor parte de los ámbitos de la vida cotidiana.

La política no es una excepción. Por eso no sé a qué viene tanto revuelo con el cambio de candidato en el Partido Popular de Ribadeo. Habida cuenta de que en dicha formación política no tuvieron empacho alguno en deshacerse de José Carlos Rodríguez Andina, que había sido alcalde ocho años y otros tantos vicepresidente de la Diputación, ¿qué razón había para que no volviesen a actuar igual con una persona con un bagaje electoral mucho más pobre?

En este caso la demanda la ejerce el propio partido, que lo que quiere son resultados. La oferta la hace el candidato: ofrezco tantos votos. La dirección lo compra o no lo compra. Y generalmente les gusta comprar sobre seguro, o cambiar. No hay más.

Y si Daniel Vega cree que porque ahora está en el Parlamento y hasta puede que llegue a la alcaldía de Ribadeo va a recibir un trato especial llegado el momento, ya puede ir graduándose las gafas.

Con todo, hay matices. En esencia: hay formas de hacer las cosas. No es lo mismo llegar un día y decir que cierras dos fábricas y dejas a tropecientas familias en la estacada que ir buscando soluciones paulatinas.

No es lo mismo que el mismísimo presidente de la Xunta le diga a la cara al portavoz municipal del PP ribadense que todo lo hizo ya la dirección provincial a que los cambios se vayan proponiendo de forma más homeopática.

En eso tal vez el PP debería echar un vistazo a cómo hizo las cosas el PSOE en Foz y el pésimo rendimiento que le sacó. Su macarrónica forma de actuar les quitó una alcaldía que tenían tan atada como el BNG la de Allariz. Aún hoy parece inconcebible que gobierne allí el PP, y sin embargo es bastante probable que Castiñeira saque mayoría absoluta en mayo del año que viene. Y todo por una torpeza mayúscula de alguien a quien no solo nunca se le pidieron explicaciones, sino que encima se le ascendió por la maniobra. Pues nada, enhorabuena a los premiados.

Esos antecedentes conforman una historia entrelazada de la que se pueden aprender algunas cosas pero, más que nada, se puede deducir que a veces todo es lo que parece: una empresa privada es una empresa que tiene unos dueños; generar tensiones innecesarias acaba por acarrear desgastes innecesarios.

Lo peor a partir de ahora será la sensación de que nos pueden cerrar Alcoa cualquier día, y ese sí sería un problema muy serio.

 

EL GUSTO La Xunta confirma la enorme impronta del Resurrection

A DAVID MÉNDEZ y a su compañero Iván tal vez no se les disparó la imaginación tanto como lo hizo la realidad cuando decidieron dar rienda suelta a su pasión por la música potente y montaron el Resurrection Fest en Viveiro. La semana pasada la Xunta hizo público un informe muy exhausitvo que confirmó lo que todo el mundo suponía: el gigantesco impacto del festival al que al principio iban chiflados tatuados y ahora resulta que deja una auténtica millonada no ya solo en Viveiro, sino en toda la comarca. Lástima que no se pueda clonar. Esas cosas no funcionan así.

EL DISGUSTO Ribadeo se quedará, al menos este año, sin foros de debate

LOS VIERNES de noviembre no serán lo mismo en Ribadeo sin los foros de debate que organizan el Voar y Sargadelos. Al final los vaivenes de Sargadelos pasaron factura a las energías de Segismundo García y de Balbino Pérez Vacas, que decidieron que este año será mejor dejar las cosas como están. Es una pena, porque estas interrupciones son muy peligrosas en el sentido de que parar es fácil, pero reenganchar una iniciativa tan ambiciosa en realidad no lo es tanto. Además los ponentes pensados eran de primera categoría. Créannos si les decimos que no iban a pasar desapercibidos.

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