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El trabajo imperfecto

La búsqueda de camareros y cocineros para el verano se parece ya a la de los socorristas

Un camarero sirviendo una cerveza. EP
photo_camera Un camarero sirviendo una cerveza. EP

UNA DE las cosas que me gustaría resolver antes de abandonar este oficio o que el oficio me abandone a mí, tiene mucho que ver con la temporada que arrancó el sábado: la veraniega. Se refiere a las quejas, por cierto cada vez más insistentes, acerca de la falta de personal cualificado de verdad para trabajar en hostelería. Dicen que afecta particularmente a las cocinas, pero lo extrapolan también a lo que son las barras. Es algo misterioso por lo menos en nuestra comarca, donde el IES de Foz genera una gran cantidad de profesionales cada año en diferentes especialidades. Visto desde fuera: esa gente acaba y se tiene que incorporar al mercado laboral. Me consta, porque me consta, que en el IES de Foz lo hacen bien. ¿Entonces?

Entran muchas variables en este problema, desde luego no solo el formativo. Algunos dicen que es un tema generacional y que no hay tanta gente dispuesta a acometer esos horarios laborales como había antes, cuando en verano prácticamente la chavalada trabajaba de sol a sol. Pero ahora tampoco es tan fácil eso de contratar al primero que pasa.

También habrá que cambiar un poco la mentalidad de la gente de los bares. Creo que muchos buscan una implicación absoluta de los que llegan que normalmente ya no se suele producir por distintos motivos. Ni con ellos ni con ningún otro sector. Porque por ejemplo saben muy bien que no les servirá de nada, o de casi nada, hacerlo muy bien porque sus perspectivas de futuro en ese trabajo en concreto son más bien escasas. Así que algunos lo hacen ya con vistas puestas en el mes de septiembre y otros con vistas puestas a montarse algo por su cuenta más adelante. Y otros, que de eso hubo siempre, solo para ir tirando. Aún así, lo que hacen en cocina en el IES de Foz es bastante impresionante. Vale que a lo mejor se busca más bien gente capaz de hacer calamares a la plancha y carne asada antes que un bacalao al pil pil con aroma de vainilla. Pero me parece a mí que allí se enseña un poco de todo y quien sabe hacer una cosa complicada suele saber hacer otra más sencilla.

No hace mucho me contaron el caso de un camarero de esos que llevan tiempo en un bar. De repente, en pleno verano, empezó a llegar bastante tarde en días claves de verano. Primero fue una vez y luego fue otra. Fue curioso porque él mismo no tuvo ningún tipo de reparo en explicar a sus jefes que había llegado tarde porque tenía resaca. La noche anterior había sido difícil. Cuando le hicieron ver lo inoportuno de esos retrasos, lo mismo en la mañana de un sábado de agosto, el hombre contestó que si querían lo dejaba sin problema, porque podía irse a otro sitio. Siguió trabajando allí.

Habría que preguntarse si al llegar nuevo a otro sitio también podría permitirse ese tipo de lujos, pero en principio hay que pensar que no. Esto quiero pensar que hay que tomarlo como una excepción.

Otra queja generalizada del empresariado de hostelería es que lo primero que les piden es días libres y cuándo no trabajan. Yo no es por azuzar, pero no deberían sentirse demasiado especiales porque eso creo yo que pasa en bastantes más gremios. Imagino que también es fruto de lo comentado antes: que tal vez perciben que no tienen allí ningún futuro y que, total, para lo que cobran... Puede ser, no sé.

El caso es que hay un problema grave con esto de conseguir camareros solventes y cocineros resolutivos en época veraniega. Dicen que es algo todavía peor que lo de los socorristas, donde el asunto está llegando a auténticas pujas por los que están disponibles.

Antes ser camarero era una excelente opción para el verano. Te sacabas un dinero que venía muy bien para el invierno. Ahora parece más bien un método de ir saltando de mata en mata para poder llegar a alguna parte que probablemente no se sepa exactamente cuál es.

No creo que la culpa sea de nadie en particular y más bien sí de todos en general, que acabamos creando el mercado laboral que tenemos ahora. Luego dicen que los emigrantes vienen a quitarnos el trabajo, pero por otra parte no parece que haya muchos nativos dispuestos a asumir esos horarios de la hostelería que tanto sacrificio exigen, particularmente en verano y sobre todo si tienes ya cierta edad y perdiste el empuje de los veintitantos.

Sobre ellos descansa una parte importante de la imagen que se lleva de nosotros la gente que viene a visitarnos. Tratar mal a los turistas es mal negocio aquí y en cualquier otra parte. Pero aquí, desgraciadamente, cada vez estamos viviendo más y más de ellos.

EL GUSTO Una promoción del bonito en el momento justo

DICEN LOS que saben que al parecer es a partir de ahora mismo cuando el bonito está en su mejor momento. Tal vez por eso se organizó una promoción en Burela para degustar en un restaurante homónimo platos elaborados con el denominado Príncipe Azul. Alfredo Llano viajó hasta Madrid para realizar una promoción importante que tiene visos mucho más destacados que esta degustación en sí misma, sino la persecución de un declaración de interés turístico nacional para un oficio como es la pesca tradicional del bonito que sin duda será trascendental para Burela.

EL DISGUSTO La discusión eterna sobre el estado de viales en Barreiros

PRÁCTICAMENTE todos los veranos surge una polémica a propósito del estado de la carretera que discurre paralela a las playas de Barreiros. Suele seguir una pauta. Hay una denuncia de algún grupo de la oposición, en este caso el BNG, luego rebatida por el alcalde, Alfonso Fuente, que este año apunta a que esa carretera es de la Diputación, lo cual es rigurosamente cierto. El desbroce de esos kilómetros de carretera es fundamental porque allí se agolpan miles de personas a partir de este fin de semana que acaba de finalizar. Estaría bien algo más de colaboración entre administraciones.

 

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