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Un gol en Soweto, el regalo de boda de ‘Jomo’ Sono

El delantero sudafricano, que jugó en el Cosmos de Pelé, dejó a su novia en el altar para ser la estrella del primer partido entre negros y blancos de su país en medio del apartheid

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photo_camera 'Jomo' Sono celebra un gol con el Orlando Pirates

El coche aceleró de repente y las ruedas llenaron de polvo y goma el aire pesado de Soweto. El conductor pisó el pedal con fuerza y el morro metálico avanzó a toda velocidad, cortando el calor embolsado del verano sudafricano. El automóvil no se detuvo. No le importó la basura acumulada en la calzada, ni la presencia de los niños con sus pelotas de trapo en las calles, ni los vendedores de comida llena de moscas, ni los oportunistas en busca de algo que ganar en medio de la desolación. El piloto sabía que era importante que la persona que estaba detrás, con el esmoquin todavía puesto, llegase al estadio. El orgullo de un pueblo dependía de ello. El mundo recordaría si había cumplido con su misión o si su pasajero no había podido arribar a tiempo. Por ello, el conductor se jugó la vida, y la vida de medio barrio, para que Ephraim Matsilela Sono, ‘The black prince of South African Soccer’, ganase la batalla al reloj y cambiase las cosas.

Atrás quedaban los invitados a la boda con cara de asombro. En su fuero interno lo habían intuido, quizás la mayoría había pensado, por un momento, que Sono lo haría. Pero pronto lo borraron de su cabeza. No iba a dejar a la novia en el altar. Menos aún por ir a jugar un partido que ya había empezado, aunque fuese un evento especial para un país cortado en dos. Pero allí permanecieron todos mientras el auto avanzaba en medio de la polvareda. Siguieron estáticos fuera de la iglesia, con una mezcla de estupefacción y esperanza de que, ya que había tomado esa decisión, al menos diese la mayor de las alegrías a un pueblo devastado por el apartheid.

Porque solo ‘Jomo’ Sono podía conducir al Orlando Pirates al triunfo sobre el racismo de una sociedad enferma. En aquella Sudáfrica dividida entre blancos y negros, que no podían compartir ni un mismo lugar en el autobús, nunca antes se había celebrado un partido oficial entre ellos. 

Hasta 1979 no se había disputado un partido oficial de fútbol entre negros y blancos en Sudáfrica

En aquella Sudáfrica del 10 de febrero de 1979 los blancos jugaban con los blancos, en equipos de blancos, en ligas de blancos -la National Football League- y con una selección nacional solo formada por blancos. Para el resto quedaban otras competiciones, disputadas en sus ghettos, con nombres -National Professional Soccer League- y organizaciones distintas en un territorio con demasiadas fronteras.

Pero aquel día de verano, aquella tarde del 10 de febrero, las presiones de la comunidad internacional y de la Fifa surtieron efecto tras años de intentos. Por primera vez se disputaba un partido entre el mejor de los equipos de la Sudáfrica blanca, el Highlands Park, y el más destacado de la Sudáfrica negra, el Orlando Pirates. Era allí, en Soweto, cerca de donde, justo en aquella fecha, la estrella del fútbol de la mitad desfavorecida y aislada se casaba.

Porque el 10 de febrero de 1979, Ephraim Matsilela ‘Jomo’ Sono, contraía matrimonio con su novia de siempre. Cuando se conoció que el partido y la boda coincidían, Soweto se sumió en la preocupación. Se intentó de todo, hasta que el obispo Desmond Tutu -la gran figura antiaparheid junto a Nelson Mandela- mediase para cambiar la fecha y que Sono -que por aquel entonces jugaba en Estados Unidos- pudiese formar con los Pirates.

Pero ninguna solución fructificó. La boda y el partido se mantuvieron impertérritos a la misma hora. Todo Soweto esperó a ver a Sono calentar con el resto, guardaron la esperanza de que cambiase de idea y priorizase el duelo sobre su futura mujer cuando los equipos saltaron al césped. Lamentaron su ausencia cuando el Highlands Park hizo el 0-1. Lo hicieron más aún con el 0-2.

A varios kilómetros de distancia, ‘Jomo’ Sono escuchaba, en la antesala del altar, cómo el equipo de su comunidad perdía. La ansiedad y la desolación transformaron los nervios de la ceremonia en la rabia de no poder jugar. Lo hizo hasta que decidió cambiar y dar un giro al destino, una vez más en su vida. Sono no pudo más y fue a hablar con su futuro suegro, le propuso posponer la ceremonia hasta después del partido y jugar, al menos, 45 minutos. Su padre político aceptó de buena gana. Entre los dos llamaron al chófer, que apretó el acelerador para que llegase al estadio.

'Jomo' Sono le propuso a su futuro suegro en el último momento aplazar la boda para llegar a la segunda parte del encuentro ante el Highlands Park

El conductor cumplió con su cometido para dejar a la estrella en el vestuario. Allí Sono mudó su esmoquin por la camiseta, el pantalón y las medias del Orlando Pirates. Su salida provocó el rugido de las gradas y elevó la moral de su equipo. Anotó un gol y lideró al Pirates a un parcial de 4-0 que dejó el primer triunfo (4-2) de un equipo negro ante uno blanco en Sudáfrica. Después, se lavó y acudió a finalizar una boda que había cambiado por un partido de fútbol. Por el camino, había mudado la historia del fútbol de su país y se había convertido en un icono eterno.

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“Eso fue hace mucho tiempo, no recuerdo mucho", aseguró Sono al diario Citizen en 2015. "Recuerdo que hubo una gran celebración en Orlando. Recuerdo haber matado muchas ovejas y cabras. No sé de dónde los sacaron, pero todos se lo pasaron bien en la boda. Había mucha carne. Tenemos cuatro hijos ahora. Eso es lo que recuerdo".

Aquel gesto muestra la personalidad de un futbolista construido a base de saltar barreras. Nunca lo tuvo fácil Sono, ni siquiera para jugar el partido que siempre quiso disputar.

Quizás solo contó desde siempre con su facilidad para jugar al balompié. Ahí le sirvieron los genes de su padre, Eric Matsilela, que fue capitán del Orlando Pirates hasta que un accidente de tráfico le quitó la vida en 1964. Aquella salida de vía en Kroonstadt-Vredefort Road truncó la existencia de Ephraim Sono, que tenía con nueve años cuando su progenitor lo dejó huérfano. Su madre se desentendió de ‘Jomo’ (apodo que significa algo así como lanza de fuego) y el niño acabó al cuidado de su abuelo de 87 años, que además era ciego.

Sono se quedó huérfano de padre y fue abandonado por su madre. Con nueve años tuvo que ser cuidado por su abuelo ciego de 87 años

El pequeño Sono se convirtió en un buscavidas en uno de los lugares más pobres de la tierra. Vendía cacahuetes y manzanas en la estación de autobuses de Orlando East, su barrio de Soweto, mientras trapicheaba con lo que podía para ganar lo que fuese y ayudar en casa.

Cuando contaba con 14 años acudió a un partido de exhibición que el Orlando Pirates solía jugar en la zona para ayudar a sus habitantes. Ephraim vio el negocio de vender sus productos en medio de la masa concentrada en el estadio y logró colarse en el recinto. Allí, en medio del griterío, el entrenador del equipo lo vio. Reconoció que era el hijo de Eric, con el que había compartido césped, sudor y goles, y le ofreció jugar con el Pirates, al que le faltaba un jugador.

‘Jomo’ Sono aceptó el reto a cambio de que el técnico le comprase una bolsa de manzanas y saltó al campo. Su desparpajo y calidad hizo el resto para anotar dos goles y ser el mejor del encuentro.

Disputó otro amistoso con el Orlando Pirates con igual brillo, lo que le valió que ojeadores de los clubes importantes de la liga negra sudafricana llamasen a su puerta. Entre las numerosas ofertas estaba la del Pirates, el conjunto donde había jugado su padre y que le había dado la oportunidad de saltar a la fama. Aceptó su propuesta para crecer a pasos agigantados.

Sono se convirtió en la estrella de uno de los conjuntos con más fama de la África negra. Con el 10 a la espalda ganó el trofeo de deportista del año de 1973 y todo lo ganable en el país una temporada después. Pero la vida de ‘Jomo’ volvió a dar un vuelco en 1976.

En medio de la controversia por el apartheid, de las críticas por la división y el aislamiento de los atletas de color en Sudáfrica, el gobierno decidió dar una capa de maquillaje a la situación y que un equipo interracial jugase en Argentina contra un once de jugadores latinos. Los sudafricanos ganaron por 5-0 y Sono anotó cuatro tantos.

Aquella actuación puso el foco sobre su persona y el New York Cosmos, donde jugaban Pelé o Chinaglia, lo reclutó junto al brasileño Carlos Alberto y al alemán Franz Beckenbauer en 1977.

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El ‘Black prince of South African Soccer’ formó parte del glamour del Cosmos un año antes de comenzar un recorrido por distintos equipos de Norteamérica. Así, jugó en el Colorado Caribous -donde militaba en la fecha de su boda y del famoso partido-, Atlanta Chiefs y el Toronto Blizzard antes de retornar a su país en 1982, cuando se retiró.

Pero su figura icónica para la reivindicación de la igualdad de derechos sociales y la ruptura con el apartheid a través del deporte no se quedó en su trayectoria de éxito. En aquel mismo 1982 decidió adquirir el equipo al que había ganado con el Pirates tres años antes, el Highlands Park. Esto fue un desafío en un país donde negros y blancos no podían compartir espacio en un restaurante. Tras dos años de lucha, logró que se reconociera su compra del club y le cambió el nombre para denominarlo  ‘Jomo Cosmos’, como aún conserva en la actualidad. El equipo, tras múltiples vicisitudes y crisis que lo llevaron a descender de la Premier League sudafricana en 2016, juega actualmente el play off de ascenso a la máxima categoría.

Jomo Sono (head coach) of Jomo Cosmos and his sons Matsilele Sono and Bamuza Sono of Jomo Cosmos during the National First Division game between  FC Cape Town and Jomo Cosmos at NNK Rugby Stadium in Cape Town on 4 May 2013 ©Ryan Wilkisky/BackpagePix

Junto a su papel de dueño del Cosmos, Sono fue también entrenador y seleccionador sudafricano. Como máximo responsable de los ‘bafana bafana’ ganó la Africa Cup of Nations en 1996 y colaboró en la primera clasificación para una Copa del Mundo, la de Francia 1998. Además, dirigió a Sudáfrica en Japón y Corea cuatro años más tarde para completar una vida de película, vivida tan rápido como las ruedas del coche que lo condujo al altar de la historia del fútbol africano en el caluroso verano de 1979. 
 

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