Blog | Ojo de buey

Los vecinos ruidosos

LLEVO MAL que me despierten con ruidos a horas en las que el común de los mortales dormimos plácidamente. Vaya por delante que soy de sueño ligero, pero es que mis vecinos llevan una temporada dándome la vida mártir. La de arriba pone la lavadora de madrugada y tiende la ropa antes de que abra el día en el patio común. No me quejaría si no fuera porque su tendedero está oxidado y cada movimiento de cuerdas me perfora los tímpanos. Vale, soy un poco exagerada, pero despertarse así casi a diario no es agradable. En ese momento pienso de todo: pedirle amablemente un poco de empatía, regalarle un bote de 3 en 1 o directamente cortarle las cuerdas del tendedero. ¿No puede tender un pelín más tarde? Aclaro que los fines de semana también lo hace.

La cosa no queda ahí. En el piso de al lado vive una pareja muy discreta que acaba de tener un bebé. Y les salió llorón. Sé tan bien como sus padres a qué hora pide comer por las noches. Suele ser pasada la una de la madrugada, cerca de las cuatro y en torno a las siete. Llora como si no hubiera un mañana y, claro, me despierta. Es tan efectivo como el sonido de los grillos cantarines de mi alarma. Pobre, él no es consciente y necesita satisfacer una necesidad vital. Pero no se me olvida el día que los padres golpearon mi pared porque tenía la tele un poco alta antes de medianoche. ¿Quién molesta más ahora?

Noches así solo puede arreglarlas el camión de la basura. Contra las cinco de la mañana aparca justo debajo de mi ventana y aquello parece el fin del mundo, como si se derrumbase un edificio.

Supongo que podría ser mucho peor. Por suerte, no hay estudiantes en el edificio para hacer fiestas. ¡Cómo me gustaría ser de esas personas que duermen como un lirón! Ya puede caer un meteorito que ellas ni se inmutan. A veces también pienso si seré yo muy tiquismiquis, aunque ya había tenido mis problemas con los ruidos de los vecinos en otros pisos y nunca dije ni mu a nadie.

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