Llevar durante 20 años o más la vida de jubilado que conocemos hoy, alejados completamente del mercado laboral, parece una dinámica imposible de sostener en el tiempo por más que veamos justo que, después de cotizar más de media vida, nos merezcamos disfrutar del retiro con una pensión pública y sin trabajar. La razón es que en una sociedad cada vez más longeva y con tasas de fecundidad bajísimas como la española, no hay sistema que pueda cargar con el coste de pagar a millones de pensionistas décadas de jubilación como ahora. Todo indica que no quedará otro camino que alargar la etapa laboral, por más controvertido que sea este tema. Un análisis realizado recientemente por Fedea aporta datos interesantes. Durante el siglo pasado, a medida que crecía la esperanza de vida, el diseño de las pensiones favorecía la salida del mercado de trabajo a edades cada vez más tempranas. Esto contribuyó a que el periodo de jubilación se incrementase en diez años de media, por el aumento de la longevidad y la proliferación de las prejubilaciones.
Desde inicios del siglo XXI, los países han ido reformando sus sistemas, empezando por retrasar la edad legal de retiro, que en España está en 66 años y cuatro meses. Sin embargo, la edad efectiva apenas alcanza los 61 años, cuando en la década de los 70 superaba los 67. De ahí que el Gobierno haya endurecido el castigo por jubilarse anticipadamente de forma voluntaria y haya reforzado el premio a quienes retrasen su salida del mercado laboral. Pero será necesario ir más allá. Y es que ante el proceso de envejecimiento tan intenso que tenemos por delante, donde ahora hay tres trabajadores potenciales para pagar una pensión, en 2050 serán los mismos para sufragar prácticamente dos.
Con este panorama, uno de los mayores expertos en el sistema de pensiones de España, el economista José Ignacio CondeRuiz, y el catedrático de Derecho del Trabajo y Seguridad Social Jesús Lahera Forteza, concluyen que no quedará otra que "cambiar radicalmente la forma en que nos jubilamos" y "alargar de modo flexible la etapa laboral". Llaman la atención sobre lo "drástico" que es el retiro en España, ese salto de asalariado a pensionista de un día para otro, en muchos casos con una paga pública considerablemente inferior a la nómina.
Estos expertos defienden que hoy en día, por lo general, llegamos a la edad ordinaria de jubilación con "plenas facultades físicas y psíquicas" para trabajar más años, aunque reconocen que habría que ir caso por caso, pues no es lo mismo un albañil que tenga que estar con 80 años subido a un andamio que un administrativo que desempeña su puesto sentado delante del ordenador.
En España no está asentada la cultura de trabajar hasta donde aguanten el cuerpo y la mente, porque entendemos que al cotizar durante años generamos el derecho a jubilarnos con una pensión del Estado y a decir adiós para siempre al mercado laboral. El sistema tampoco ayuda, ya que opera una regla general de "incompatibilidad" entre recibir una paga y realizar un trabajo retribuido. Hay excepciones, como la jubilación activa, parcial, flexible o compatible con una actividad como autónomo, pero los expertos constatan que no son atractivas ni para el trabajador ni para la empresa.
Las cifras indican que apenas el 0,5% de los hombres y el 1,8% de las mujeres entre 65 y 69 años combinan trabajo y pensión. Un modelo que permita compatibilizarlos, siempre de forma voluntaria y teniendo en cuenta que no todas las profesiones y oficios lo permiten, podría ser la vía. Hay que tener en cuenta que en los próximos 27 años se van a retirar cerca de 20 millones de trabajadores y que la esperanza de vida seguirá en aumento. La jubilación menguante será un hecho.