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Las crisis de consumo

El gasto de los españoles sigue muy lejos del nivel previo a la Gran Recesión. ¿No se debería cuidar más el poder de compra del ciudadano?
Consumidores con bolsas en el arranque de las rebajas de invierno el mes pasado. RAFA FARIÑA
photo_camera Consumidores con bolsas en el arranque de las rebajas de invierno el mes pasado. RAFA FARIÑA

El gasto de los españoles es un termómetro para medir la salud de la economía. Prácticamente 60 de cada 100 euros de la riqueza que se genera los aporta el consumo. Sin embargo, el escenario en los últimos 16 años no ha sido el más propicio para los bolsillos. Primero estalló la Gran Recesión, tras el pinchazo de la burbuja inmobiliaria que abocó al país a siete años de crisis. Después, en plena recuperación, detonó la pandemia y puso todo patas arriba. Y, sin casi tiempo para coger aire, llegó un nuevo frenazo económico alimentado por los efectos de la guerra en Ucrania, con una fuerte tormenta inflacionaria.

Las familias se han visto abocadas a ir apretando agujeros del cinturón a medida que el ciclo económico destruía empleo, congelaba salarios o generaba incertidumbre. El resultado es que los españoles todavía no han recuperado los niveles de consumo previos a la caída, en 2008, de Lehman Brothers, el gatillo de la crisis financiera. En 2007 se gastaban de media 22.800 euros al año. En 2021 el desembolso fue de 17.100 euros, un 25% menos. En esa diferencia, todavía grande, pone el foco un estudio elaborado por el Ivie y la Fundación BBVA con datos hasta 2021. El año pasado tampoco se habría recuperado el consumo anterior a la recesión, según las cifras provisionales del Instituto Nacional de Estadística (Ine).

Ante los sucesivos golpes a las finanzas domésticas, los escudos creados por los gobiernos en forma de ayudas, de alivios fiscales o de los Erte frente a despidos no han evitado que muchos hogares hayan tenido que medir sus gastos y modificar hábitos. Los baches económicos siempre llegan acompañados de un deterioro del mercado de trabajo y contención en los salarios, la principal y única fuente de ingresos para muchas personas. En lo peor del covid, por ejemplo, se destruyeron más de un millón de puesto de trabajo en España en solo un trimestre. Y durante la Gran Recesión se pasó de los 20,7 millones de ocupados a perder la barrera de los 17 millones.

Ahora, en este nuevo frenazo económico, el empleo ha logrado mantener el tipo, pero, con el coste de la vida desbocado, el consumo de las familias ha caído. Si este indicador es clave para que el país crezca –ya que si aumenta las empresas venden más y pueden contratar más empleados y subirles el salario y así todo el mundo será más rico–, ¿por qué no se protege más la capacidad adquisitiva del ciudadano? Los sueldos que se pactan en convenio están subiendo menos de la mitad de lo que se encarece el coste de la vida.

La próxima semana, UGT y CC.OO. intentarán de nuevo mover a la CEOE de su postura enrocada contra la revalorización de los salarios con una propuesta para tratar de reactivar las negociaciones, aunque no son optimistas. El principal punto de discordia por el que se rompió el diálogo fueron las cláusulas de revisión salarial que los sindicatos quieren introducir en todos los convenios para blindar el poder de compra.

Mantener la capacidad adquisitiva ayuda a dinamizar el consumo, pero ahora hay una institución que busca todo lo contrario: que gastemos menos para que bajen los precios. Es el Banco Central Europeo, que desde julio ha subido los tipos de interés en cinco ocasiones, del 0 al 3%, para tratar de contener la inflación. El guardián del euro va a por todas para lograr ese objetivo, aunque este giro en su política monetaria implique situar a países como España en riesgo de recesión.

Es cierto que no siempre un elevado consumo es sinónimo de una economía sana y fuerte. Depende de cómo se encauce. La clave está en no ir en avalancha hacia inversiones equivocadas o arriesgadas, como pasó en los años de bonanza previos a la crisis de 2008 con el boom inmobiliario, porque la burbuja nos explotó en la cara.

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