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Avatares de la pesca

Las lonjas gallegas son un espejo de las vicisitudes para la flota: las descargas están en su nivel más bajo en casi dos décadas
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photo_camera Cajas de merluza del pincho para subastar en la lonja de Burela. AEP

Por las lonjas gallegas ha pasado este año la menor cantidad de pescado y marisco en casi dos décadas. Es la constatación de que las capturas de la flota se han resentido, y con ellas los ingresos que su venta reporta al menos a parte del sector. A tres semanas escasas de cerrar un 2022 marcado por el veto a la pesca con artes de fondo en 87 áreas del Atlántico a profundidades entre los 400 y 800 metros, por las rulas de la comunidad pasaron algo más de 126.400 toneladas de alimento del mar, lo que supone el volumen más bajo desde 2003.

Para el conjunto de los consumidores, esto implica tener a su alcance menos proteína marina traída a tierra por nuestros marineros y tener que pagar precios más altos para llevarla al plato, en un escenario en el que los bolsillos sufren ya una inflación generalizada que, en el caso de la alimentación, lejos de contenerse se intensifica. Y para el sector conlleva una menor rentabilidad económica. Desde enero, las ventas en origen de productos pesqueros reportaron unos 393,7 millones de euros. En Galicia, la pesca extractiva es el sustento de cerca de 11.000 familias

Entre las 311 especies que se subastan en las 65 lonjas activas en la comunidad hay realidades muy distintas. Las cuotas y posibilidades de extracción de las que se dispone, el estado de los recursos, la meteorología o la pérdida de flota y de mano de obra en el mar son factores que cada año pueden influir para bien o para mal en la evolución de las capturas, pero lo que reflejan con claridad los datos es que desde que se activaron el pasado 9 de octubre las vedas a artes de fondo impuestas por la Comisión Europea, las descargas de tres de las seis especies con más peso en las ventas en lonja en Galicia han caído considerablemente.

El caso más indicativo es el de la merluza, especie que copa ella sola el 16% de las ventas en lonja y es la que más ingresos genera para la flota: 89,2 millones en lo que va de año. Con todo, desde que el polémico veto -recurrido ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea por España- obligó sobre todo a los pincheiros del Gran Sol a abandonar sus zonas de pesca tradicionales y a buscar otras que deben compartir con barcos que ya faenaban allí, las toneladas subastadas de la "reina de las rulas" se han desplomado más de un 31% con respecto a un año antes. Lo ha sufrido especialmente el puerto de Burela, el segundo de Galicia que más merluza mueve tras el de Celeiro, donde los datos muestran un impacto menor en lo que a capturas y facturación se refiere.

El impacto también se observa en las ventas en lonja de gallo o rape. Y, al margen de las vedas impuestas a la pesca de fondo, el balance de 2022 también es negativo para especies como el jurel, la tercera que más se descarga en Galicia y para la que Bruselas plantea ahora un cierre de Fisterra hacia el norte como medida para recuperar el recurso, lo que supondría un palo para el cerco o el arrastre.

Hay varios ejemplos que demuestran que la Comisión Europea puede errar con sus propuestas drásticas. Uno es el de la sardina, para la que también planteó en su día el cierre total de la pesquería durante 15 años y finalmente la especie pudo recuperarse en apenas un lustro sin necesidad de paralizar su extracción. O lo ocurrido con la merluza en aguas ibéricas: tras años de recortes en la cuota, se descubrió un error en el modelo de cálculo de la biomasa y resulta que su estado era mucho mejor del estimado, lo que llevó elevar las posibilidades de extracción un 70% de golpe.

A ver qué pasa en la cumbre en la que este domingo y el lunes se decidirán las cuotas para 2023 en los caladeros que dependen de la UE, y con la revisión de las vedas a las artes de fondo que Bruselas iniciará en breve con nuevos datos en la mano, porque la flota necesita que se reme más a su favor.

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