Opinión

Falsamente

Las administraciones han adoptado el reproche mutuo como único argumento para ocultar su preocupante ineficacia

PODRÍAN TORTURARME en este momento y perdería las diez uñas de las manos y las diez de los pies sin poder confesar dónde leí la información, pero hablaba de la palabra de moda en el periodismo estadounidense: Falsely. Ha sido de uno de los efectos, no todos iban a ser malos, de la llegada a la Casa Blanca de Trump y su estrategia de utilizar como argumento casi único la mentira. Los medios de comunicación se han visto obligados a renunciar a una mal entendida equidistancia para plagar las informaciones de esos falsamente: "Trump acusa falsamente a los congresistas de...", "la Casa Blanca asegura falsamente que los inmigrantes...", "el presidente ha responsabilizado falsamente a Canadá...".

Se llama contextualizar, aunque a las bravas. Precisamente porque se dejó de hacer como se debía y se perdió la costumbre, ahora vuelve a machete. También nos ha pasado a los medios de comunicación en este país. En algún momento decidimos que era mejor no meternos en problemas que pudieran afectar a la cuenta de resultados y nos escondimos tras una falsa objetividad. Entonces dejó de ser importante si lo que decía un político era útil o siquiera verdad, para convertirnos en meras correas de transmisión.

Así fue como se convirtió en noticia lo que un político le dice a otro y lo que este le responde, en una inacabable sucesión de réplicas, pese a que en la mayoría de las ocasiones son meros exabruptos sin gracia ni ingenio y en la práctica totalidad de los casos carece del más mínimo interés para el ciudadano. Y así es como todo  se fue enlodando y en ese fango medraron los Rafael Hernando, los Puigdemont o los Monedero de turno, con los medios como meros correveidiles, llenando páginas y páginas de noticias tan determinantes como "X dice a Z que debería nacer tres veces para poder darle lecciones de liderazgo" o "Z responde a X que liderazgo, el que tengo aquí colgado".

Con el tiempo, todo ha ido contaminándose, y el reproche vacío de contenido e inservible pasó incluso a ser el idioma oficial para las relaciones entre administraciones, cuyos gestores descubrieron una magnifica manera de acallar a gritos sus propias ineptitudes,cuando no otras deficiencias aún menos inconfesables. "La Xunta acusa a la Diputación de haber impedido sus inversiones en...", "el Concello achaca el colapso a las restricciones del Gobierno...", "la Diputación alega que la Xunta no le da permiso para...". Y así, los unos por los otros, todo por hacer.

Lucenses haciéndose ellos mismos una playa en el Miño. J.VÁZQUEZ (AEP)

No hace falta irse lejos: el bailecito que nos están dando a todos los lucenses con las chorradas entre Xunta, Diputación y Concello está siendo agotador, y así nos va. El pasado sábado, por ejemplo, no enterábamos, oh qué sorpresa, que este verano Lugo tampoco tendría playa pública fluvial. Para legos, que aún puede quedar alguno, hablamos poco más que de poner una escalera y unos corchos flotantes en una orilla del Miño, no de canalizar el Cantábrico hasta A Fervedoira, que es lo que pudiera parecer por los años que se lleva hablando de lo mismo.

A mí esto de la playa fluvial, de entrada, me trae sin cuidado. Ya he contado aquí alguna vez la naturaleza de mi insana relación con cualquier actividad acuática, entendiendo por actividad acuática cualquiera que vaya desde flotar haciéndose el muerto en una piscina infantil a comer langosta en un crucero por el Egeo. No consigo sentirme cómodo ante cualquier masa de agua más profunda que un botellín de 50 centilitros de Fontecelta. Así que la playita fluvial me va a proporcionar el mismo placer que una marea roja entre las bateas de la Rías Baixas.

Pero lo que cabrea es ya la coñita marinera que se traen los equipos de la alcaldesa, Lara Méndez, y del delegado de la Xunta, José Manuel Balseiro, dispuestos a extender su desacuerdo a cualquier aspecto que de ellos dependa y pueda en algún modo beneficiar a la ciudad. Lo mismo les vale el esperpento de la playa, que las rotondas como fragas que la achacosa Tinería.

O son incapaces hasta un grado alarmante o se están riendo de nosotros, que cada cual elija lo que quiera

Mira que llevan tiempo los dos en esto de la política y que ambos amenazan con continuar, pero parece que aún no han acabado de comprender que a los ciudadanos que el permiso lo tenga que dar una administración u otra le importa más bien poco, incluso cuál de las dos deba financiar el proyecto de turno, porque el dinero sale del mismo bolsillo, el de todos. Y que al final la sensación que queda es que ambas administraciones, por ellos representadas, o son incapaces hasta un grado alarmante o se están riendo de nosotros, que cada cual elija lo que prefiera.

Quizás haya llegado también el momento de que los medios españoles comencemos a contextualizar a las bravas, a salir de nuestra cómoda e inservible equidistancia para ir salpicando nuestras informaciones de unos ‘falsamente’ aquí y allá, a mala leche y a buen oficio.

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