Opinión

El partido del siglo

YA HE ENCARGADO las entradas a un colega de Gijón, para que no me pase lo mismo que con el Lugo-Spórting de ayer. Porque yo la huelga de futbolistas no me la pierdo por nada, podemos estar hablando de uno de los espectáculos más entretenidos que se han programado en este país desde hace décadas. Doy por supuesto que harán falta entradas, aunque no conozco el reglamento que regula una huelga así y la RFEF todavía no ha fijado la sede para las manifestaciones, pero apunta a partido del siglo.

Se van a forrar con los derechos televisivos. Ya me estoy imaginando la caravana de coches deportivos que llevarán a los manifestantes hasta el lugar de la protesta, donde esperarán Villar y Rubiales para ponerse en cabeza de la marcha, tras una gran pancarta quizás escrita por Sergio Ramos: "Triste es de jugar, pero más triste es de robar". Tras ellos, el fútbol profesional al completo, con sus grandes y pequeñas estrellas, los presidentes federativos y el estamento arbitral vigilando la organización y el recorrido.

Como sabemos que vivimos en un país en el que no hay manifestantes de primera y de segunda, asumimos que la delegación del Gobierno correspondiente ordenará a las fuerzas del orden actuar con la contundencia ya conocida por trabajadores en paro, enfermeros en contra de la privatización de la sanidad, desahuciados, profesores contra la Lomce y otros perroflautas por el estilo. Más miedo que una defensa con Pepe y Godín de centrales.

Espero que, una vez que el fútbol ha lanzado su amenaza de huelga, nos haga un favor a todos y tenga al menos la valentía de cumplirla

Lo bueno que tienen es que, al no tener que ir a los entrenamientos, porque entiendo que una huelga es una huelga, pueden entrenar movimientos tácticos anticargas policiales, fugas por las bandas o regates al antidisturbio. Y al final, hasta intercambiar las camisetas y las porras con los agentes y firmarles los escudos, porque al fin y al cabo todos son profesionales y lo que pasa en la manifa se queda en la manifa.

Los programas deportivos repetirán las imágenes a cámara lenta, analizando cada incidente:

-Pues yo creo que tres antidisturbios para tumbar a Iniesta es pasarse, y las esposas y la patada en la cabeza cuando estaba en el suelo me parece violencia innecesaria.

-Para nada, es una carga legal, lo permite el reglamento. En la imagen anterior se ve perfectamente que Iniesta estaba alterando el orden y no se puede tocar a un policía fuera de la zona acotada. Si nos quejamos por cada patadita o por cada esposado, nos cargamos las manifestaciones, esto es un deporte de contacto.

Y así todo. Solo en un país que ha alcanzado el grado de degradación de este puede darse el absurdo de la huelga convocada por la Federación y los futbolistas profesionales, en una guerra impúdica por el dinero y el poder que ha pillado por medio al Consejo Superior de Deportes, que no ha desaprovechado la ocasión de dejar constancia de su torpeza.

Partidos amañados, directivos detenidos, clubes arruinados, deudas enormes con Hacienda y la Seguridad Social, privilegios fiscales y sociales intolerables, sueldos desorbitados, estadios vacíos, subvenciones injustificables, blanqueo de capitales, comisiones incontrolables... Solo la tolerancia absurda de los aficionados, entre los que me incluyo, puede mantener en estas condiciones el paisaje del fútbol español. Aunque ni siquiera esa transigencia irreflexiva puede evitar que en este caso me sienta directamente insultado.

Los estamentos que manejan el fútbol están dirigidos a su antojo por personajes siniestros con hechuras mafiosas. Personas de la catadura moral de Laporta, Florentino Pérez, Del Nido, Gil Marín, Cerezo o Lendoiro, del pasado y presente de Tebas. Tipos como Ángel María Villar, presidente de una entidad dependiente del Gobierno que se permite chantajear y amenazar a ese mismo Gobierno, y con él al país, por atreverse a pedirle cuentas de los millones de euros de dinero público que se ha gastado sin justificación.

Y para terminar, los jugadores, unos malcriados que no entienden sus desmesuradas ventajas laborales y fiscales como lo que es, un privilegio ante ciudadanos hundidos en la miseria, sino como un derecho de clase.

Espero, al menos, que ahora que han lanzado su amenaza nos hagan un favor a todos y tengan la valentía de cumplirla. Yo estoy deseando verlo. Con la entrada, he encargado una bufanda de los antidisturbios.

Artículo publicado el domingo 10 de mayo en la edición impresa de El Progreso

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