Opinión

Una metáfora de alumino

La muerte de una perra concentra a 1.500 lucenses. La de una comarca, a 500

ME LA SUDA EL ALMA. Hay a quien le ocupa y a quien le preocupa. Desde que nuestra especie dejó de ser cazadora y recolectora y aprendió a cultivar y a domesticar animales, incluso probablemente un instante antes, empezamos a tener mucho tiempo libre para ocuparnos de chorradas. Por ejemplo, el más allá, que es algo que solo te ocupa y te preocupa cuando tienes el más acá apañado. No tengo nada en contra, cada uno emplea su tiempo en lo que le peta, como en mezclar el castellano con el gallego y quedarse tan ancho, sin ir más lejos.

El alma ha sido desde entonces una mercancía muy preciada, un buen negocio, para los filósofos, los teólogos, los literatos, los directores de Hollywood, los astrólogos, los políticos y hasta para los economistas, bien sea para afirmarla o para negarla, según coincida. En eso el alma se parece mucho a mí, tiene días. A mí, por motivos que no vienen a cuento, me la suda como sujeto imperecedero de la historia del pensamiento, aunque me interesa mucho como metáfora. A los tipos como yo el diccionario de la RAE nos relega a la octava acepción: "Aquello que da espíritu, aliento y fuerza a algo". Nada de lo que presumir, pero al menos nos tienen por personados. No hay reproches.

No hará ni quince días un montón de lucenses se manifestaron en la calle por ‘Alma’, la perra a la que un tipo de Chantada mató entre sufrimientos espeluznantes, por sí mismos y por lo que tenían de innecesarios. Eran un buen puñado de lucenses, dicen que 1.500, que para Lugo son un lujo siempre que no estemos hablando del ascenso del Breo (anda, mira, otra metáfora). La concentración coincidía en lugar y hora con el encendido de las luces navideñas: a los de cultura del Concello, ahora circunstancialmente en manos tan poco sospechosas en cuestión de causas perdidas como las del BNG, les exigieron que retrasaran el acto oficial, para evitar una colisión entre metáforas. No hubo conflicto, de poco valen las luces si apagamos las almas: "La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la forma en que sus animales son tratados", dijo Gandhi, otra metáfora descontrolada.

Ayer mismo había convocada una manifestación en Lugo, tan pacífica que hasta Gandhi la hubiera compartido en sus cuentas de redes sociales si a las metáforas y a las tecnologías les diera por coincidir en el tiempo. Estaba convocada por los trabajadores de la planta de Alcoa de San Ciprián, que en cuestión de metáforas en Lugo les dan sopas con honda a la perra Alma, al desalmado que la mató, a Gandhi y a cuantos articulistas pretendidamente ingeniosos se les crucen por delante.

Incluso a los que no creemos en almas y hasta dudamos de las metáforas: alrededor del 30% del producto interior de bruto de la provincia depende directamente de Alcoa. Para los que ni siquiera se paran en números: ocho mil familias, con sus padres, sus madres, sus hijos y sus arrimados, dependen directa o indirectamente de que en San Cibrao se pueda seguir produciendo aluminio a un precio competitivo.

En la concentración de ayer de Lugo apenas se contaron 500 personas, la mayoría de ellas llegadas desde A Mariña. Yo, que me las doy de chachi, ni siquiera fui porque me olvidé. Cuando me empezaron a llegar por Whatsapp las fotos y los vídeos en los que yo no estaba, me avergoncé. Por un momento me alegré de que lo del alma me la sudara, para no tener que rendirle cuentas. Pero duró solo un momento. ¿Y tú alma, qué, de aluminio?

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