Opinión

Lacitos

Ahora los "españoles de bien" venimos con un lacito, cada uno del color que le cuadre con su propia tontería

Problemas tontos. QUIQUE GARCÍA, EFE
photo_camera Problemas tontos. QUIQUE GARCÍA (EFE)

NO TENGO NI una idea aproximada de lo que es "un español de bien", nuevo concepto identitario recién parido en un país que todavía no ha conseguido apañarse con los que ya había. Yo creo que no, dios me libre, pero a lo mejor hasta resulta que soy uno de esos "españoles de bien", por lo que sea, y con mi nueva identidad nacional me viene una pistola y la acabamos de liar parda.

Hasta nueva orden, sin embargo, me mantendré en el grupo de "españoles bien tontos", que parece que es el más numeroso y el que más consideración merece por parte de nuestros líderes políticos. Debe de ser el único grupo sin problemas de curvas demográficas ni despoblación, cada día somos más.

Ahora los "españoles bien tontos" venimos con un lacito, bien amarillo o bien amarillo y rojo, según cuadre la tontería de cada uno, lo que es muy útil para identificarnos entre nosotros. Los ‘pro’ llevan incluso pancarta, a modo de laureada.

A los tontos, por muy españoles que seamos, no se nos debería dejar opinar. Lo del voto, pese a que nos podemos hacer más daño y se nos dispara en el pie cada poco, no se nos puede quitar, porque viene de serie con lo de españoles, pero la opinión debería controlarse más, porque no nos hace ningún bien y está muy sobrevalorada.

Por opinar, hay quien opina, que ya hace falta ser tonto, que a unas pocas semanas de una de las elecciones más trascendentes que hemos tenido que enfrentar en los últimos lustros, a lo mejor es una tontería dedicar días, esfuerzos y disgustos a si quitamos o ponemos un lacito de no sé qué fachada. O a si la situación de inseguridad y crimen que atraviesa uno de los estados de Derecho con menos delincuencia del mundo occidental —y, pese a ello, con las penas más elevadas y mayor porcentaje de población reclusa— aconseja que armemos a toda la población. Bueno, a toda no, solo a los "españoles de bien", a quienes se supone que otorgaríamos también la potestad de disparar sin miramientos a los "españoles de mal", grupo todavía por definir pero que intuyo nutrido.

A lo mejor es que de tonto que soy no acabo de verlo, y por eso no debería opinar, pero no sé qué nos aportan todos estos debates plagados de sandeces e irrelevancias. Aunque sí puedo adivinar qué les aporta a los listos que los alimentan, se llamen Torra, Abascal, Casado, Rivera o Sánchez: de momento, a un tris de ir a las urnas, todos ellos están evitando retratarse en los problemas que realmente nos afectan en nuestro día a día como sociedad, más allá de nacionalismos periféricos o centralistas, de fábulas del lejano oeste o de purgas en las listas.

Yo, por hablar de un tonto que me queda cerca, tengo dos hijos que parecen haber esquivado las limitaciones de su herencia genética y podrían aspirar a un futuro como "españoles de bien" y, si les van muy bien las cosas, incluso a una pistola con la que dispararme. Quizás que esos listos que se ocultan tras los lacitos nos expliquen qué pretenden hacer con la educación pública, cuál será su política de becas o cuánto nos van a costar las matrículas estaría bastante bien y sería mucho más provechoso. O cómo piensan legislar el mercado laboral para que cuando acaben su formación puedan aspirar a un trabajo que se diferencie en algo más que un matiz de la esclavitud, más que nada porque a su madre y a mí nos gustaría sacarlos de nuestra casa en algún momento sin tener que amenazarlos con un subfusil de asalto.

Supongo que sacar a Franco de su tumba es algo perentorio e inaplazable que no puede dejarse para mañana, pero a mí de mañana me preocupa si va a seguir habiendo financiación para que podamos seguir sintiendo orgullo patrio de nuestro sistema público de salud, presente en todas mis oraciones. O qué va a pasar con las medidas para los parados de larga duración y más de 50 años, porque uno va teniendo una edad muy mala, unas circunstancias imprevisibles y un cuerpo para nada.

Es probable que la misma historia se detuviera, que el avance de la evolución sufriera un frenazo irreparable si no se protegen de manera decidida las procesiones de Semana Santa, las corridas de toros y el derecho de los aparatos de los partidos políticos a poner en las listas a quien les salga de los estatutos, pero me encantaría saber cuáles son las propuestas de unos y otros sobre la lucha contra el fraude fiscal, el papel de España en el futuro de la Unión Europea, las políticas sociales, la deuda pública o la lacra de la violencia machista.

Llámenme tonto, pero no parece muy inteligente que los españoles, de bien o de mal, permitamos que en uno de los momentos en los que más nos estamos jugando como país marquen la agenda del debate político unos listillos que tienen a sus naciones en los lacitos, a sus votantes en los bolsillos y pistolas en la cabeza. Igual no es que nos tomen por tontos, igual es que lo somos. Españoles bien tontos.

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