Opinión

He perdido agosto

Algo pasa con el verano lucense que se nos ha llenado de seres mitológicos
miguel olarte
photo_camera EP

NO ES POR joder, pero me han sentado bien las vacaciones, creo. Hacía tiempo que no desconectaba tanto, desconectar como lo hacía el maestro de periodistas Angelito de la Vega, que volvía a la redacción con un moreno tan envidiable y una relajación tan saludable que no se acordaba ni de cómo se encendía el ordenador; no de cómo se accedía al sistema o de cuál era la clave: de cómo se encendía el ordenador. Desconectar incluso demasiado, ya se irá viendo.

Lo sé porque regreso a la ciudad y me cuentan de un agosto en el que a Lugo no lo reconocería ni el cónsul que lo parió. Hay hosteleros que me hablan de terrazas al completo de turistas y periodistas que me hablan de portadas llenas de noticias, dos mercancías, turistas y noticias, que otros veranos eran solo aspiraciones, rumores de una ciudad habituada a contar las mentiras a medias y a susurrar las verdades. Algún agosto coincidiría que las hubiera, no digo que no, pero los más, turistas y noticias formaban parte de las leyendas urbanas, de la mitología local: como Breogán, el combustible de nabiza de Cacharro, los usuarios del bus urbano, el Santo Sacramento, la unidad de acción socialista, las asociaciones de vecinos autofinanciadas, el bosque sagrado, las inversiones de la Xunta, los ciclistas del carril bici, el lobo de San Froilán, el concejal de urbanismo o los presidentes de hosteleros, empresarios y comerciantes con bar, empresa o comercio. Puro mito alimentado de deseo, no más.

Algo debe de estar cambiando, a lo mejor para siempre, a lo mejor para bien. Y justo cuando yo estaba desconectado, que también es mala suerte. No porque hubiera podido sumar en algo, sino por mero cotilleo, por esa ansiedad malsana e incontrolable de curiosear en vivo y en directo, de conocer qué media mentira se silencia y qué verdad está pasando de oído a oído.

Doy gracias, al menos, porque los turistas hayan podido conocer una ciudad de la que hablar maravillas y porque los protagonistas de las noticias hayan elegido para airearlas el género epistolar, que siempre asegura fuentes directas y rastros fáciles de seguir. Quizás por eso se dejó de usar, habría que preguntarles al mando socialista José Antonio Quiroga y al activista vecinal Jesús Vázquez, dos activos entusiastas de la carta abierta, unos renovadores del género.

El inconveniente de las cartas abiertas es que suelen provocar respuestas a gritos. El inconveniente de los gritos es que suelen contarlo todo a medias, sean mentiras o verdades, no son buenos transmisores de matices. Eso es terrible para los cotillas como yo, que nos quedamos en ansia viva por no haber estado en su momento a lo que hay que estar: ¿Quién mató a quién en el PSdeG? ¿Creen los socialistas en las resurrecciones? ¿Será capaz el BNG de poner en marcha el bus urbano sin cabrear a los pocos usuarios que tenía? ¿Podremos conocer algún día el censo real de asociaciones y vecinos a los que dice representar la federación vecinal, así como sus cuentas, sus fuentes de ingresos y el destino de los mismos?

Para esto, supongo, está septiembre: para matizar los odios y los amores de verano. Eso, si es verdad lo que cuentan: que este agosto Lugo, por fin, no desconectó.

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