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Una sucesión sobre ruedas

El calendario, los ciclos políticos y el pragmatismo del PPdeG juegan a favor de Alfonso Rueda para relevar a Núñez Feijóo
Una trayectoria unida desde la era Fraga y la oposición al bipartito.
photo_camera Una trayectoria unida desde la era Fraga y la oposición al bipartito. AEP

EN UN CORREDOR del Parlamento de Galicia se escuchaba, ya antes de que estallase toda la revolución del Partido Popular, que Alfonso Rueda siempre fue el mejor situado para relevar a Alberto Núñez Feijóo llegado el día. "Nunca hubo otro", aseguraban, pese a que en los últimos años se multiplicaron los nombres de las quinielas y las teorías sucesorias. Hoy, el PPdeG se encuentra a las puertas de ese momento que lleva tiempo aparcando, el día en el que Feijóo ya no se sucederá a sí mismo. Y pese a que él siempre defiende que su relevo será "mucho más fácil que el de Fraga" en 2006, es lógico que en la familia popular reine la inquietud. Sin embargo, las circunstancias que rodean a este momento casi histórico de la política gallega son tan particulares que, como decían en los pasillos del Pazo do Hórreo, juegan a favor de una sucesión sobre ruedas.

Precipitación de los tiempos


El calendario ayuda al número dos de la Xunta. Seguro que Feijóo nunca imaginó que, después de tantos años especulándose con su salto a la política nacional, se produciría de esta forma: a toda prisa y en medio de una guerra civil. Un relevo exprés fruto de la impericia —por ser benévolos— de Pablo Casado que sin duda genera mayor shock que si se tratase de algo más organizado, pausado y meditado. Y aquí gana Rueda, porque en el PPdeG no hay tiempo a construir un nuevo candidato. Una cosa es que el inminente —1 y 2 de abril— relevo orgánico al frente del partido se pueda resolver con una interinidad de unos meses de Miguel Tellado, de sobra capacitado para llevar las riendas del partido, porque ya es quien lo hace. Pero la sucesión en la Xunta, que apunta hacia el mes de junio, es otra cosa. En verano quedarán por delante dos años de legislatura, la mitad, así que el/la elegido/a tendría tiempo a consolidar su figura, un aspecto en el que Rueda tiene mucho camino andado: es uno de los conselleiros más conocidos —el único superviviente de 2009 junto a la conselleira de Mar, Rosa Quintana— en un Gobierno con una proyección pública más bien baja; y, por otra parte, es de los pocos que atesora algo de colmillo político en un gabinete lleno de técnicos. Por eso su perfil encajaría.

La nueva generación debe esperar


Atendiendo a la teoría de los ciclos políticos, Alfonso Rueda también parte con ventaja. La salida del presidente a Madrid deja dos años de legislatura pendientes antes de las primeras elecciones autonómicas a las que el PPdeG acudirá sin su exitosa marca: Feijóo. Aunque la política actual es muy volátil, lo cierto es que en Galicia se abre un escenario diferente que, sobre el papel, entraña un mayor riesgo electoral para los populares. Así que... ¿tiene sentido en este contexto quemar un nuevo proyecto? No. El actual ciclo político del PPdeG es el de Feijóo y Rueda y fue ratificado en las urnas hasta 2024. Si Rueda se presenta entonces y gana, continuará; y si no lo hace, se cerrará ese ciclo y el PPdeG podrá abrir otro. Pero iniciar ahora, a mitad de mandato, un nuevo liderazgo joven y de futuro, con solo dos años por delante, es muy arriesgado. Porque si se estrella en las urnas en 2024, habrá que empezar otra vez de cero.

Por eso, quizás la nueva hornada de políticos del PP debe esperar, aunque la mayoría ya no tiene oportunidad de llegar ahora a Monte Pío al no tener asiento en O Hórreo. Nombres que aparecieron en las quinielas de la sucesión como Diego Calvo, Fabiola García o Ángeles Vázquez lo tendrían más difícil en estos momentos. 

El objetivo es no hacer ruido


Y por último, no hay que olvidar que el PPdeG demostró estos años que lleva en su ADN ser previsible, lógico y, sobre todo, muy pragmático. La consigna para el relevo de Feijóo es clara: nada de ruido. Cualquier lío, enredo o conflicto interno penalizará al partido, así que la máxima es acudir a una transición lo más tranquila posible. Y pocas cosas tienen tanto sentido común como ceder el testigo a la persona que durante 13 años fue tu número dos en la Xunta y durante 10 años —de 2006 a 2016— tu número dos en el partido. Aunque en su relación tuvieron momentos mejores y peores, algo lógico en tanto tiempo, todo el PPdeG vería con normalidad una sucesión considerada natural. Porque todo lo demás parecería poner palos en las ruedas del partido.

El guiño presidencialista de Ana Pontón

EL BNG es un partido cada día más engrasado, que sabe lo que quiere y que no da puntada sin hilo. Esta semana, consiguió provocar y llamar la atención con su campaña del 8-M, aunque lo más relevante fue sin duda la visita de Ana Pontón al País Vasco y su reunión con el lehendakari Urkullu. La suya fue una imagen con mucha potencia política. Por un lado, porque simboliza el acercamiento del BNG al PNV, su antiguo socio hoy sustituido por Bildu, en un intento de dar imagen de un Bloque más transversal capaz de hablar con todos sin anclarse en el extremo. Pero por otro lado, Pontón también consiguió una imagen presidencialista, al reunirse con un mandatario autonómico de tú a tú, al mismo nivel que lo haría Feijóo. Fue, sin duda, una buena jugada de un BNG cada vez más profesionalizado. La única pega es que esa reunión Pontón-Urkullu, o BNG-PNV, como se prefiera, quedara un tanto eclipsada por la crisis del PP y, sobre todo, por el empeño de Néstor Rego en enredar al Bloque con la guerra de Ucrania.

Los últimos coletazos de la era Caballero

EL PSDEG afronta estos días la renovación de sus agrupaciones locales, el último paso del proceso iniciado en el congreso de finales de 2021 donde Valentín González Formoso sustituyó a Gonzalo Caballero al frente del partido. Esta reestructuración a nivel municipal comenzaron ayer en el ámbito urbano, las ciudades, con congresos que parecen balsas de aceite en lugares como Vigo o Lugo, y que se pueden resolver también con lista única y cierto consenso en Pontevedra y Santiago. Pero en A Coruña, Ferrol y posiblemente Ourense habrá dos listas pugnando por liderar esas agrupaciones, en lo que parece que serán los últimos intentos de la órbita de Gonzalo Caballero por conservar reducidos núcleos de poder. Si en A Coruña y Ferrol los alcaldes, Inés Rey y Ángel Mato, ejecutan su papel de favoritos, a Caballero quizás solo le quede el reducto de Ourense, con Xosé Rúas. Pero el PSdeG debe aprender de una vez por todas que aquí no está en juego un duelo de egos, sino la estructura que tiene que ganar las municipales en 2023.

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