AUNQUE LA CAMPAÑA del 28-A conserva algunos patrones clásicos que ya vivimos en procesos electorales anteriores, como el elevado porcentaje de supuestos indecisos, el evidente divorcio entre sociedad y política, la fragmentación del escenario o las promesas que nunca se cumplirán, lo cierto es que esta carrera hacia las urnas posee otra serie de ingredientes que la convierten en única, inusualmente atípica y totalmente imprevisible.
→ El efecto de la Semana Santa
El primero es la fecha. La coincidencia del primer tramo de campaña con la Semana Santa condiciona el seguimiento de la misma por parte de los españoles. La gente quiere vacaciones, no políticos, por lo que es probable que hasta el lunes de Pascua, día 22, todavía festivo en algunos territorios, no se vean las verdaderas estrategias electorales. Llevamos una precampaña agotadora e interminable, pero la campaña pura se concentrará en una semana.
→ La fiabilidad de las encuestas
Es imposible hablar de una campaña y no valorar las encuestas y sondeos. Lo que ocurre es que de un tiempo a esta parte la demoscopia está más cuestionada que nunca, especialmente tras recientes y sonados fiascos como el de Andalucía. Es difícil extraer una conclusión o incluso tendencias con tanto empacho de barras y cifras, pero en líneas generales la posibilidad del bloque de derechas de sumar pierde fuelle en favor de un Gobierno del PSOE con algún socio.
→ La contradicción gallega
Esta tendencia, generalizada en todo el territorio, tiene una serie de condicionantes en Galicia que convierten este territorio, una vez más, en una excepción. La etiqueta ‘antigallega’ de partidos como Vox y Cs y la división del espacio rupturista en dos candidaturas provoca que el bipartidismo, que en el resto del país se desangra desde 2015, tenga muchas posibilidades de salir reforzado de las urnas. Se da por hecho que PP y PSOE se repartirán toda la Galicia interior y puede que 20 de los 23 escaños de la comunidad. ¡O incluso más! No deja de resultar irónico que aquellos partidos que llegaron para acabar con el bipartidismo como En Marea o Cs sean, al menos en Galicia, los que con sus errores lo resuciten.
→ ‘Underdog’ y ‘bandwagon’
En política, el efecto ‘bandwagon’ o ‘carro de la banda’ es el que se repite en cada convocatoria electoral y que confirma que muchos votantes se suben a última hora al vagón del favorito, papel que aquí tiene asumido Pedro Sánchez. Sin embargo, como estas elecciones son atípicas hay quien apunta a que el efecto determinante será el contrario, el ‘underdog’ o ‘perro apaleado’, que empuja al votante a cambiar su voto para apoyar al candidato más débil por una mezcla de empatía y de simpatía hacia él. Y en el caso del 28-A ese sería el papel que asumiría Vox: si en el electorado de derechas empieza a cundir la sensación de que Casado y Rivera ya no pueden con el PSOE, el voto ‘underdog’ hacia Santiago Abascal crecerá.
→ Mucho ojo a las ‘fake news’
Las noticias falsas o bulos tienen un rol protagonista en esta campaña. Y es triste porque muchas de esas ‘fake news’ son distribuidas por los propios partidos en redes sociales, donde se comparten y amplifican con gran facilidad. Condicionan el voto, alteran las reglas de juego y anulan la capacidad crítica. Son un timo al ciudadano al que habría que poner coto de alguna forma, aunque no parece interesarle a nadie.
→ Partidos entre lo nuevo y lo viejo
Curiosamente en tiempos de ‘fake news’, ‘underdog’ y campañas a golpe de click todavía quedan partidos que regalan bolígrafos, adornan paredes y farolas con carteles y tienen líderes que visitan granjas para hacerse una foto acariciando las vacas. Son los últimos vestigios de una forma de hacer política que se extingue. En mayo de 2007, justo antes de las municipales, los gurús miraban hacia EE.UU. y vaticinaban que internet empezaría a ganar protagonismo en las campañas. Se quedaron cortos. Hoy, una década después, internet no ayuda a la campaña. Internet es la campaña.