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Moqueta en las cortes

CUANDO ESTAMOS en campaña la inmensa mayoría de los políticos sitúan su cerebro en modo electoral, lo que les hace perder totalmente el sentido del ridículo con el único objetivo de lograr votos. Gracias a eso tenemos en cada cita con las urnas una enorme lista de promesas electorales —algunas de ellas surrealistas— casi siempre incumplidas y una colección de imágenes totalmente artificiales protagonizadas por los aspirantes a representantes públicos.

Por un puñado de votos hay políticos con vértigo dispuestos a hacer puenting, ateos que encabezan procesiones y abstemios que brindan con godello, aunque ninguno de ellos parece pasarlo tan mal como los que incluyen en su agenda de campaña una visita a una explotación ganadera. A todos, sin excepción, parece darles repelús pisar el suelo de la corte —que no de la Corte—, da igual que sea calzado con los Martinelli del PP o con las Quechua de Podemos. Y sin embargo, no hay campaña en la que fallen a su cita con la granja, especialmente de vacas, ya que las de porcino y aviar son destinos
mucho menos agradables por razones obvias. Y más bajo el sol de junio.

En Galicia, la relación de los políticos con el campo siempre fue estrecha, sobre todo por el peso del sector primario en la economía y por la prevalencia de los asentamientos en el rural. Muchos de los políticos de antes, especialmente a nivel municipal, se manejaban sin apuros entre las vacas e incluso hubo conselleiros de Agricultura y altos cargos en la Xunta familiarizados con el sector. El mejor ejemplo quizás sea aquel delegado lucense de Medio Rural en el bipartito, Emilio Milucho López Pérez, capaz de posponer dos horas una entrevista telefónica por estar de matanza. Aunque lo cierto es que su ejemplo no es lo habitual.

Al contrario, a conselleiros del ramo como fueron en su día Romay BeccaríaDiz Guedes les costaba el cara a cara con el animal, pese a que la estadística les favorecía al no estar registrado ningún ataque grave o mortal de vacas frisonas a altos cargos del Gobierno gallego. Su ejemplo sí es el
de la mayoría de los políticos. 

Y aunque no se trata de exigirles un máster en robot de ordeño a todos los representantes públicos, sí que se les podría pedir un plus de sentido común y naturalidad que en la presente campaña, por enésima vez, demostraron no tener. Imágenes como las de Mariano Rajoy subido a un estrado recubierto de tela aterciopelada azul en una granja asturiana son las que evidencian una enorme desconexión de nuestros políticos con el campo. Fue Rajoy como pudo ser cualquier otro, sin excepción. Distancian más gestos así a los ganaderos de sus representantes que las propias políticas que aplican, porque les queda la sensación de que se encuentran totalmente solos.

Esto es especialmente grave en el caso de Galicia, donde el campo agoniza y donde el rural ya no ofrece casi ni votos. Prácticamente la mitad de la población gallega vive alrededor de la AP-9, en la franja atlántica. O dicho de otra forma, el 50% de los gallegos se concentra en poco más del 1% del territorio. El asentamiento de población en el rural y el equilibrio socioeconómico entre interior y costa debe ser el reto de la Xunta.

Alberto Núñez Feijóo anda en ello. Su paquete de medidas para el sector primario tiene aspectos interesantes como la promoción de la biomasa y la castaña o el impulso de las parcelarias, aunque lamentablemente llega con 50 años de retraso. También incluye medidas más de andar por casa como ayudas para comprar pastores eléctricos para combatir el jabalí, un animal que ya lleva más culpas que el bipartito. 

Curiosamente, Feijóo fue de los que quiso empezar esta campaña entre vacas para demostrar que es de aldea, pese a su mala experiencia del pasado con su famoso patinazo en una explotación de Rois en la campaña de 2009, cuando preguntó por qué las vacas tenían todas nombre de mujer. También Alexandra Fernández y Antón Gómez Reino estuvieron en una granja de A Estrada junto a Antón Sánchez, de Age; y la socialista compostelana Pilar Cancela es la responsable de agricultura en el gobierno del cambio de Pedro Sánchez. En realidad sobran ejemplos de esa estrecha relación de nuestros políticos y el campo, aunque en la práctica no sirva para nada.

El rural gallego debe de ser el futuro. Independientemente de la automoción, el naval, los drones y lo que venga... Galicia es su campo. Y aunque hoy está casi vacío, sigue ofreciendo infinitas oportunidades laborales, viviendas disponibles... Las explotaciones y los ganaderos y agricultores seguirán ahí después del 26-J. De hecho, están los 365 días del año, porque no tienen periodos inhábiles como los del Parlamento.

En las manos de los gobernantes está convertir todo eso en riqueza, algo que por el momento no han conseguido. Ninguno. Si antes una familia con tres vacas vivía y mandaba a un hijo a la universidad y hoy con trescientas está arruinada, es que alguien ha hecho algo mal por el camino. Y sobra decir que los impuestos y la burocratización del campo tampoco ayudan.

En resumen, que no se trata de hacerse la foto de turno en la granja, ni de sustituir en el argumentario del día una cita de Ignatieff por un chiste de O Xestal. Se trata de respeto. De que por lo menos, de entrada, los políticos no asusten a las vacas tapizando la corte con moqueta.

→ ¿Las últimas elecciones al uso?


Puede que mañana sea el último día en el que votemos de la misma forma en que lo hacíamos hasta ahora. El debate sobre la reforma de la ley electoral está sobre la mesa y parece probable que, gane quien gane, algo cambie a lo largo de la legislatura. 

En principio existen dos sensibilidades bien diferentes. El PP encarna una de ellas, que pasaría por establecer un sistema mayoritario que prime a los partidos más votados, de forma que les garantice el gobierno, como ocurre en muchos países. Para que no suponga una ruptura exagerada con lo actual, se baraja la simple introducción de la segunda vuelta, a la que solo accederían los partidos con un porcentaje alto de apoyos.

Enfrente, desde las fuerzas de izquierdas, aunque con matices entre ellas, buscan lo contrario: aumentar la proporcionalidad y la representatividad. Modificar la asignación de escaños o rebajar/suprimir la barrera mínima del 5% son algunas de las posibilidades, aunque en realidad lo que más distorsión genera entre lo que votan los españoles y lo que sale representado es la circunscripción de tipo provincial. Solo que, a diferencia de los cambios puntuales de la ley electoral, introducir una circunscripción autonómica o única para algunos escaños exigiría cambiar la Constitución.

→ Breogán Rioboo se toma un tiempo


El otrora secretario general de Podemos Galicia Breogán Rioboo Lois cumplió con su promesa de tomarse un tiempo y desaparecer de la escena política después de su derrota en el proceso de primarias del partido en Galicia frente a Carmen Santos y Ángela Rodríguez Pam. Después de ser el candidato con menos apoyos y protagonizar algún enfrentamiento con la dirección de Madrid y los pesos pesados gallegos del partido, especialmente Antón Gómez Reino, el de Narón desapareció completamente de la escena política autonómica.

En parte es lo lógico, aunque para alguien que vive la política como Breogán Rioboo no resulte fácil dar ese paso atrás. Resulta especialmente sorprendente no verlo aparecer en ninguno de los actos políticos de campaña de En Marea, ni siquiera sentado entre el público. La situación confirma que él fue el gran derrotado, porque aunque Pam era la favorita y no cumplió, su presencia en la lista al Congreso por En Marea y la línea directa con Errejón la mantienen en primer plano.

→ Xulio Ferreiro está cómodo en Madrid


La presencia del alcalde de A Coruña, Xulio Ferreiro, en el cierre de campaña de Unidos Podemos en Madrid en lugar de arropar en Santiago a sus compañeros de En Marea —a alguno de los cuales no le pareció muy bien— no hace más que confirmar que él es el gran referente político gallego de la nueva política fuera de nuestras fronteras, especialmente para Pablo Iglesias y compañía. Ni Xosé Manuel Beiras, ni Martiño Noriega, ni Jorge Suárez... El regidor coruñés es quien comparte escenario y cartel cada vez que hay un gran encuentro de las llamadas ciudades por el cambio y el movimiento que las rodea, un papel en el que por cierto Xulio Ferreiro parece encontrarse muy cómodo. El hecho de que la Marea Atlántica no esté integrada —aunque comparta premisas— dentro de En Marea ni asociada a ningún partido convierte al regidor en un político sin partido o, lo que es lo mismo, en un posible candidato a la Xunta para la izquierda rupturista si finalmente falla el fichaje de la sociedad civil.

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