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Mensajes desde Cataluña

Varias personas hacen cola para votar en el colegio electoral del Mercat del Ninot en Barcelona. TONI ALBIR (Efe)
photo_camera Varias personas hacen cola para votar en el colegio electoral del Mercat del Ninot en Barcelona. TONI ALBIR (Efe)

LOS CATALANES acuden hoy a votar en un escenario complejo y podría decirse que difícilmente justificable a nivel sanitario, aunque ese es un debate que, metidos ya de lleno en el día electoral, no tiene ningún sentido resucitar. Lo único relevante a estas alturas es lo que digan las urnas, unos resultados que se presentan a priori ajustados, lo que podría empujar a Cataluña hacia un escenario de gobernabilidad, como mínimo, incierto.

Aunque la pandemia nos ha borrado la memoria reciente, conviene recordar que no hace tanto tiempo que Cataluña marcaba la agenda política, social, económica e informativa de España. O dicho de modo más coloquial, teníamos procés hasta en la sopa. Pero el coronavirus acabó de un plumazo con el empacho catalán, hasta el punto de que tanto la campaña como los comicios han pasado bastante desapercibidos si se tiene en cuenta la relevancia que tienen. También para Galicia.

Aunque nos separen más de mil kilómetros, nuestra comunidad se juega hoy algo en las urnas. Aunque solo sea por los 70.000 gallegos que residen en Cataluña —por cierto, 25.000 de ellos lucenses, la provincia que más emigrantes aporta—. O por unas relaciones comerciales intensas fraguadas ya en el siglo XIX con el desarrollo de nuestra industria conservera por parte de grandes familias catalanas. O por el peso del empresariado gallego en Barcelona. O por el hecho de que una independencia catalana nos costaría entre 800 y 1.100 millones a los gallegos, según el informe del Foro Económico de 2015 firmado por Santiago Lago y Fernández Leiceaga.

→ La lectura política del 14-F

Pero sin duda también hay movimientos políticos y electorales a los que Galicia tendrá que estar atenta. En un mundo hiperconectado como el actual nada nos es ajeno.

Primero, conviene analizar bien el dato de participación que registren hoy las urnas en Cataluña. De ser el más bajo de la historia, como ocurrió el 12-X en Galicia, se confirmaría el coronavirus como elemento disuasorio por el temor que provoca en el votante. Pero de no ocurrir eso, convendría realizar un análisis detallado diferente para explicar el porqué de la baja asistencia a las urnas en Galicia el pasado julio, donde un 40% de la gente no acudió a votar.

Otra lectura relevante hay que hacerla en la derecha. Cataluña es el origen y el granero de Ciudadanos y prueba de ello es que allí ganó las últimas autonómicas. Hoy, salvo sorpresa mayúscula, sufrirá un descalabro, pero la magnitud del mismo será la que indique si al partido naranja de Arrimadas le queda algún recorrido en España o si se irá diluyendo a medida que vayan expirando los mandatos en las escasas instituciones donde cogobierna. Si Cs pincha en Cataluña, imaginen qué futuro tiene en Galicia.

Y en el particular duelo entre PP y Vox el escenario catalán también tendrá impacto en el resto de España. El sorpasso confirmaría que Pablo Casado sigue sin entender nada, dando bandazos y patadas al aire y liderando un partido que, siendo irrelevante en Euskadi y Cataluña, poco tiene que hacer a nivel nacional. ¿Y qué tiene que ver esto con Galicia? Pues que si en Génova o en algunas baronías del PP se empiezan a poner nerviosos por la colección de derrotas de Casado, las primeras miradas en busca de una solución siempre apuntan hacia Galicia. Aunque hoy por hoy parezca más seguro meterse en un reactor de Chernobyl que en Génova 13.

→ La herencia del rupturismo

Pero sin duda, lo más relevante que puede salir hoy de las urnas catalanas está a la izquierda del tablero, en concreto en otro de los batacazos de la jornada anunciado por todas las encuestas: el del rupturismo de los ‘comuns’ de Ada Colau y Pablo Iglesias. Resulta interesantísimo examinar ese trasvase de sus votos —si finalmente se produce—, ya que pueden ir hacia el nacionalismo, como ocurrió en Galicia en las pasadas autonómicas, lo que disparó al BNG; o pueden nutrir la candidatura del PSC de Salvador Illa. Lo más lógico sería pensar que los votantes rupturistas volverán a aquel lugar de donde salieron: es decir, en el caso de Galicia al nacionalismo y en el caso de otras comunidades, al socialismo.

Pero la política no es una ciencia exacta y las urnas, menos todavía. Así que si se confirma que en los territorios con amplia implantación nacionalista serán estas fuerzas las que hereden el capital electoral de Podemos, mientras que en otras sin fuerzas nacionalistas esa herencia se la repartirá el PSOE, Pontón tendrá motivos para descorchar champán porque el mensaje que llegará esta noche desde Cataluña es claro: el PSdeG tendrá muy difícil recortarle el terreno perdido al Bloque.

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