UN PAÍS COMO ESPAÑA, puntero a la hora de perder el tiempo el debates estériles, lleva una semana a vueltas con las dichosas donaciones de Amancio Ortega a la sanidad pública. Supongo que es el riesgo que asumimos cuando la Liga y la Champions acaban tan pronto y medio país queda huérfano de conversación. Lo que ocurre es que, a las puertas de unas elecciones, todo se amplifica. Por eso conviene aclarar que, en el fondo, estos días no se juzgan las donaciones en sí mismas sino que se trata de agitar el recurrente pulso entre ricos y pobres para arañar cuatro votos.
→ Un mensaje en clave política
Cuando Isabel Serra, de Podemos Madrid, prendió la mecha con sus críticas al dueño y fundador de Inditex, abriendo una brecha social en España entre defensores y detractores del empresario, tergiversó la esencia de su mensaje. Porque se transmitió que Inditex donaba en lugar de pagar impuestos, que lo hacía para desgravar o que su gesto evitaba a la Administración invertir en sanidad. Y nada de eso es cierto. Es evidente que hacer una donación no exime a una empresa de pagar impuestos. Amancio Ortega los pagó y sus empresas también. Como también lo es que, aunque ese gesto desgrave como lo hace cualquier cuota de una ONG o un sindicato, nunca compensa lo que entregas. Y en tercer lugar resulta absurdo pensar que una Administración que recibe tecnología contra el cáncer ya puede relajar notablemente su inversión sanitaria y destinar dinero a otros fines. Sinceramente, no veo a Pablo Isla cuadrándole el presupuesto a Almuiña.
Comparto con Serra la esencia de su crítica: los ricos deben pagar lo que les corresponda y la sanidad debe financiarse a través de los impuestos. Pero no el envoltorio político que le dio a su reflexión para convertirla en un asunto de campaña.
→ Mucha tela que cortar
No es un chiste textil porque se hable de Inditex sino que es la realidad. En este país toleramos el saqueo a las arcas públicas de los corruptos, que Hacienda perdone deudas millonarias al fútbol, que las estrellas del deporte monten entramados para la evasión fiscal... Pero nos molesta que alguien compre un acelerador lineal para un hospital. ¡Si hasta yo le regalaría una impresora al Sergas si un día me levanto generoso!
A Amancio Ortega seguro que pueden reprochársele muchas cosas antes que las donaciones. Serra lo acusa, en base al informe ‘Tax Shopping: explorando el negocio de elusión fiscal de Zara’, de evadir 600 millones en impuestos a través de maniobras de ingeniería contable y fiscal. Pues estaría bien aclararlo. Como también las denuncias públicas por las condiciones de trabajo que impone el grupo empresarial en algunos países asiáticos o africanos.
Pero si quiere entregar parte de su dinero a la sanidad pública que lo haga, como otros le pagan las camisetas a un equipo de fútbol. Conviene no olvidar que la fundación Amancio Ortega jamás convoca una rueda de prensa para vender su caridad. Fiel a su filosofía, la mayoría de sus donaciones ni trascienden, por lo que resulta difícil pensar que se trate de una maniobra de lavado de imagen. Supongo que cuando eres una de las personas más ricas del mundo pocas cosas te sacarán el sueño más allá de aquello que no puedes controlar con tu dinero: familia, salud y amistad.
→ La evolución de la filantropía
Lo de que los ricos den dinero a causas nobles viene ya de Roma. Muchas cosas de las que disfrutamos hoy son fruto de la filantropía —que no es lo mismo que la caridad—. Lo que ocurre es que la irrupción de filántropos multimillonarios como Gates, Buffet, Soros... cambió las reglas de juego. Estamos en lo que Matthew Bishop acuñó como filantrocapitalismo: las cantidades donadas son tan desorbitadas que se crean auténticos entramados para gestionarlas, lo que convierte a las propias fundaciones en macroempresas con una capacitad de influencia total en los gobiernos.
Por eso, en lugar de tanto criticar, a lo mejor lo que conviene es empezar a regular de algún modo esta nueva filantropía del siglo XXI. Pero hasta que eso ocurra, Amancio Ortega y su fundación seguirán donando el dinero que quieran, cuando quieran y a quien quieran. Los ricos son así.