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El cuento del lobo

Detrás del animal más temido de Galicia hay más fábula que información: ni es una plaga ni lo echa la Administración
Ataque de un lobo. AEP

ÉRASE UNA VEZ un lobo malo. Y se acabó el cuento. Así era en la leyenda del vákner que aterrorizaba a los peregrinos en el siglo XV o en la del lobishome Romasanta que merodeaba por los caminos en el XIX. Siempre igual, desde Caperucita Roja hasta nuestros días, en los que el lobo sigue siendo ese animal místico alrededor del que a menudo sobran fábulas y faltan datos. Entre todos lo hemos convertido en una estrella mediática, cuanto lo mejor que podíamos hacer era dejarlo en paz.

¿Hay más lobos hoy en Galicia?

A diferencia de lo que ocurre con el jabalí, las cifras oficiales de Xunta y ministerio no corroboran un incremento alarmante de lobos en Galicia. Sí se constata una recuperación, pero teniendo en cuenta que se partía años atrás de una especie amenazada de extinción. En el censo oficial del año 2003 se contabilizaron 70 grupos y en el publicado en 2016 se hablaba de 90, si bien en el primero no se incluían las manadas que se movían entre comunidades o entre Galicia y Portugal —más de una decena—, algo que sí se hizo en el último recuento, lo que explicaría ese ligero incremento.

¿Hay más ataques al ganado?

Si no hay más lobos, ¿por qué hay entonces más ataques al ganado? Al parecer, el salto cuantitativo se dio en 2015, cuando se pasó de 630 notificaciones a 778 tras un cambio administrativo en lo relativo a denuncias y ayudas. Por eso se sostiene que no hubo un incremento de conflictividad sino que antes del cambio de modelo de 2015 muchos de los ataques de lobo no se notificaban, ya que era más el trabajo burocrático que el beneficio de la indemnización. Así que, según los expertos, en realidad crecieron más las denuncias que los propios ataques.

¿Por qué vemos más lobos?

La respuesta habría que buscarla en un cambio de hábitos, tanto del animal como de la sociedad. Hay una evidencia: hoy todo el mundo tiene un móvil para inmortalizar cada momento de su vida, y eso incluye aquel en el que ve un lobo. A esto habría que sumarle el incremento de la actividad humana en el monte —senderismo, BTT, quad, micología, actividad eólica, etc—. Y la ecuación se completaría con el movimiento de algunas poblaciones de lobo hacia entornos más urbanos, empujados por la falta de alimento en un rural cada vez más abandonado e incluso por la presión cinegética. En el fondo, es el mismo comportamiento que ha empujado al jabalí a las ciudades: comida y seguridad.

¿Echan lobos Xunta y/o ecologistas?

Los estudiosos del lobo sobre el terreno echan por tierra buena parte de los bulos que se construyen a su alrededor, especialmente uno muy arraigado en Galicia: son la Xunta y los ecologistas los que echan los lobos en los montes. Aunque la reintroducción de especies es una práctica ambiental autorizada y sí se ha llevado a cabo en algunos lugares, no es el caso de Galicia con el lobo. Ninguna fuente oficial confirma tal extremo. Como tampoco son ciertos muchos vídeos que circulan de supuestos lobos en tierras gallegas. El tiempo ha confirmado que algunas manadas colocadas en Abadín fueron en realidad grabadas en Cantabria o que dos ejemplares que correteaban por Trazo lo hacían en verdad por Asturias. Esto no quiere decir que en Galicia no haya lobos, solo quiere decir que no todos los que circulan por Whatsapp son gallegos.

¿Cómo se soluciona la conflictividad?

El verdadero problema con el lobo se produce con el ganado, una conflictividad histórica que ni puede ni debe ocultarse y que, en el fondo, esconde un pulso entre sindicatos agrarios y ecologistas. Y como la única solución pasa por la convivencia, le corresponde a la Administración lograr ese objetivo. ¿Cómo? Agilizando al máximo el cobro de las ayudas por daños y aumentando su cuantía; es decir, pagar más y mejor. Y al mismo debe hacer pedagogía para poco a poco destinar más dinero a la prevención que a reparar el daño, como ocurre en los incendios. Porque el lobo es un regulador imprescindible del ecosistema —especialmente del jabalí— y un potencial recurso turístico, no el malo del cuento.