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Calendario e intuición

A Feijóo no le hace gracia coincidir con Cataluña en las urnas, aunque un adelanto podría tener ciertas ventajas
Papeletas electorales.AEP
photo_camera Papeletas electorales.AEP

EL ANUNCIO del presidente catalán Quim Torra de finiquitar la legislatura catalana y adelantar las elecciones, presumiblemente a mayo, sacude todo el calendario electoral de 2020, en el que tienen que acudir a las urnas el País Vasco y Galicia. Si Cataluña lleva ya un par de años condicionando toda la agenda política estatal, su movimiento electoral no será menos: obligará a una reflexión en las otras dos comunidades históricas. ¿Les conviene o no ir a votar con los catalanes?

→ El PPdeG teme el efecto movilizador

Ni al PPdeG ni a Alberto Núñez Feijóo parece seducirles la idea del adelanto electoral o, mejor expresado, la coincidencia con el proceso en Cataluña. La razón es esa sensación de que todo lo que toca la enrevesada política catalana acaba tan contaminado que pierde su propia esencia. Ir a las urnas juntos sería algo así como abrir la puerta a una campaña que se jugaría en una clave mucho más nacional que gallega. Y ese escenario electoral más ‘españolizado’ en Galicía sería el que abriría las puertas de la comunidad de par en par a un partido como Vox, que sin el combustible catalán es difícil que despegue en tierras gallegas, donde parte casi de cero: sí logró 114.000 votos en las generales, pero no tiene representación institucional ni referentes orgánicos.

Además, el PPdeG también tendría que asumir otro riesgo: las bombas de relojería de la nueva dirección de Génova. Nada mejor que una campaña electoral en Cataluña para que a Pablo Casado y Cayetana Álvarez de Toledo se les caliente la lengua con alguno de sus comentarios o se embarquen en alguna de sus estrategias/ocurrencias de echarse al monte que, como está demostrado, espantan a buena parte del electorado de la derecha moderada.

En ese contexto, parece razonable que al PPdeG le horrorice la idea de votar al mismo tiempo que los catalanes, independientemente de que lo hagan o no los vascos, ya que, a diferencia de Catauña, las elecciones en Euskadi tienen una clave más local.

→ Las ventajas de adelantar

Sin embargo, la posibilidad de un adelanto electoral en Galicia al mes de mayo también puede tener otros enfoques mucho más ventajosos para Feijóo, que es al fin y al cabo quien pone la fecha de los comicios.

Por un lado está el manido argumento de que al nuevo Ejecutivo central no le dará tiempo a consolidarse de aquí a la primavera, aunque yo opino que tampoco es tiempo suficiente para desgastarse.

Más relevante parece, por ejemplo, que si Galicia vota sola en otoño, el Ejecutivo central sí puede disponer de toda su maquinaria electoral, bien en forma de medidas en el Consejo de Ministros o bien del desembarco de ministros durante la campaña. Con un escenario electoral a dos o incluso a tres bandas, la obligada división de los recursos minimiza el impacto que pueda tener el Gobierno de Sánchez. Y lo mismo se puede aplicar para el propio PPdeG, ya que Pablo Casado no podría pisar tanto una Galicia donde, pese a que le ganó las últimas generales a Sánchez, no acaba de enganchar a buena parte de su electorado ni parece el más indicado para pescar en otros caladeros de votos.

Por último, la premura de un escenario electoral en el mes de mayo podría complicarle la vida a algunos de los rivales electorales del PPdeG en la carrera a la Xunta. Salvo el PSdeG y el BNG, que están engrasados y con candidatos –aunque Ana Pontón llegaría justa tras su maternidad–, los demás podrían verse penalizados si los plazos se ajustan. En el rutpurismo no hay todavía ni fórmula ni cartel; Vox carece de cualquier referente o estructura; y no es descartable que, en plena fase de reconstrucción, Ciudadanos ni se presente al no aceptarle el PPdeG su propuesta de Galicia Suma.

→ Los adelantos, en Galicia, se pagan

Sin embargo, en el perfil de Feijóo, amigo de mantener aquellas costumbres que le funcionan, no encaja el adelanto. Las autonómicas gallegas siempre fueron en otoño, salvo el adelanto de Fraga en 2005 a junio y el de Touriño en 2009 a marzo. Casualmente, las dos en las que cayeron derrotados los presidentes y dieron un vuelco a la Xunta. Por eso, a la hora de convocar unas elecciones, no basta con darle vueltas y más vueltas al calendario. La verdadera clave para acertar está en la intuición política. Y a Feijóo no le falló nunca.

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