Blog | Marta está harta

¿Qué me pongo?

TODOS LOS que tengáis hijas entre los 10 y los 20 años estaréis más que acostumbrados a oír eso de ¿qué me pongo?. Desde que suena el despertador a las 7 de la mañana, no importa que sea un día normal, de esos de mallas para gimnasia o un día especial, de esos de modelos imposibles.

Ahora estamos en esas fechas especiales, llenas de días especiales en los que la tele, las influencers y el mundo en general les trasmite a nuestras hijas que en Navidad hay que ir vestida de Burbuja Freixenet.

En mi casa, que las notas lleguen en 2 semanas, y que vayan a ser horribles no importa. Lo que realmente importa es que va a ser Navidad y no por el Espíritu Navideño, ni por los Reyes. A los adolescentes, y me atrevo a generalizar, de la Navidad lo que les interesa es el Fin de Año y la posibilidad de poder salir como si no hubiera mañana y, si son chicas, además, con tacones muy muy altos y vestidos imposibles, que el señor Amancio Ortega vende como churros en estos días.

Mi hija, que me conoce y sabe que yo no soy de las que deja la tarjeta, y cruza los dedos esperando que el modelito elegido para despedir el año sea lo más normal posible, ya ha empezado con el mensaje de "¿Qué me pongo en Fin de Año?", y yo mientras practico eso de pasar. Pero el círculo se cierra, quedan escasos 20 días y las influencers, instagramers y gurús de la moda varias ya han llenado las redes de tendencias imposibles, que los escaparates intentan reflejar y las adolescentes no paran de pasarse fotos y consejos para conseguir el modelo ideal de Fin de Año.  

Así que cumpliendo con la tradición, a primeros de diciembre después de poner el Árbol, me he llevado a mi hija de compras y esta vez nos acompaña su amiga, la que más controla de moda y estética.

Dice mi hija que no va a llevar medias, porque una tal Dulceida no usa medias, yo me imagino que esa Dulceida no pasa el Fin de Año en Lugo a 4 bajo cero. La amiga, gurú de la moda adolescente, dice que claro con sandalias nada de medias. Yo las escucho mientras conduzco, intento no meter baza, como recomiendan los especialistas y las dejé fluir en su conversación. Pero no fue fácil os lo aseguro, porque pensar en Fin de Año en Lugo sin medias y con sandalias, me daba para un par de intervenciones.

Llegamos al centro comercial, la adolescente, la gurú de la moda y yo, la madre cuarentañera al borde del ictus ante los modelitos. Yo en este trío era la antigua, la que no tenía ni idea, ¿quién me iba a decir a mí, que fui moderna en los años 90, que me iba a convertir en una madre antigua?. Yo que llevo 6 agujeros en mis orejas y que me casé con una boda Hawaiana, resulta que soy una antigua.

Al final, después de escuchar como iban criticando todas mis aportaciones, no me pude contener, algo tenía que decir, así que les pregunté: "Si no tengo ni idea ¿por qué en las tiendas hay vestidos que a mí me gustan?", y nadie me contestó. Ellas siguieron hablando de la tal Dulceida y sus modelitos, mientras yo estaba deseando llegar a casa para que Google me enseñara a esa tal Dulceida.

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