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Pero cómo se puede explicar

EN ESTOS TIEMPOS. En que nos quieren recortar derechos —como si fueran ellos quienes ponen y quitan— como si fueran ellos quienes otorgan y retiran —como si fueran ellos. Cómo explicárselo. Creen que son ellos, que les viene dada esa potestad al nacer, como a esos reyes a los que les venía de la fábrica divina el poder absoluto. Lo creen firmemente, fieramente, ciegamente. Su creencia es tal, que a lo largo de los siglos se ha convertido en el pilar de su desarrollo. En el mismo instante en que algo, algún contratiempo, algún conflicto, alguna inseguridad, impiden su avance cómodo, fácil, por la vida, se agarran a la columna que desde siempre les ha permitido seguir adelante. Cómo explicárselo.

Esa columna es bastante famosa y es ubicua, está allí donde la raíz de la injusticia aflora. Todos quieren, no hay más que remitirse a los hechos, ese soporte ideal que les permite ejercer la autoridad sobre el resto. Parece entonces que hay que cambiar filosofías. Pero cómo explicárselo. No existe un poder absoluto otorgado por un dios a los hombres para que subyugue a las mujeres. Igual que no existe un poder de nadie sobre nadie. Se cree que sí. En estos tiempos. Luego, si no existe, es que se ha creado y se ha creído en él, o viceversa. Se ha creído firmemente, fieramente, ciegamente. Y sobre esa creencia se han construído sistemas, comunidades, metrópolis, inmensos entramados ideológicos, políticos, religiosos, filosóficos, judiciales. Grandes ciudades redes urbanas, campos y tierras, montañas y llanos, fértiles, yermos, frondosos, baldíos; pueblos enteros antaño con gente, hoy desiertos; sociedades enormes, conectadas y solas, conectadas y confundidas, conectadas y temerosas. Que se agarran hasta hacerse daño hasta perder el sentido, a la columna del poder. A la columna mágica, divina, del poder. Del hombre, sí, sobre la mujer. Que es la misma de la que se alimenta cualquier otra creencia nacida de la desigualdad.

Cómo explicárselo. Es una creencia falsa. Es una estructura engañosa que se ha edificado en base a una cosa que no existe. El problema es que sobre esa estructura se han construido nuestras familias y nuestras casas y nuestras calles y nuestras ideas y nuestros emprendimientos y nuestros sueños. El problema es que los edificios que nos protegen del frío o del asfixiante calor o de la lluvia torrencial; que nos dan cobijo en las diferentes estaciones; que nos ayudan a crear lazos comunes con los demás, están hechos con la piedra de la columna de las desigualdades. El problema es que las escaleras por las que subo al tercer piso y que dan acceso a mi casa están recubiertas con la piedra que sustenta la columna de la injusticia. Que todas las escaleras que dan a todas las casas son así, están hechas así. Al igual que todos los pilares sobre los que vivimos. Cómo explicar que para construir sin violencia hay que destruir las estructuras. Y que para destruir las estructuras hay que construir pensamientos nuevos, limpios, sin columnas. Hay que formar nuevos arquitectos, ingenieros, paisajistas, urbanistas, planificadores de toda condición, gentes de todo lugar, para que los nuevos trazados sociales partan de la igualdad.

Cómo explicar a aquellos que creen firmemente, fieramente, ciegamente, en el poder del hombre contra la mujer, que el suelo que han pisado durante tanto tiempo es un suelo que no existe. Que nadie ha puesto eso ahí, ni así. Que están pisando vacío, humo, mentira. Muchos se reirían. Otros demostrarían que nos equivocamos matando a una mujer o a varias, violando en grupo a una mujer, o a varias, pegando, humillando, maltratando, torturando a una mujer, o a varias. Otros no llegarían a eso. Pero tendrían miedo. Mucho miedo. Y se agarrarían firmemente, fieramente, ciegamente a su columna, para no perder pie. Para no caer en el abismo que creen que hay debajo. Porque eso es lo que creen. Que si sueltan la columna se abrirá el pozo insondable de la pérdida de poder e irán desapareciendo sin remedio, sin dejar rastro. Y eso, claro, parece que no pueden permitirlo, ni permitírnoslo.

Pero cómo. Cómo explicárselo.

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