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La vida de los invisibles

VIVIR CON todas las circunstancias en contra resulta una lucha dramática, terrible, conmovedora y espeluznante. Eso es ‘Run’, una miniserie inglesa de cuatro episodios que en los que se va desgranando la existencia perturbadora de los protagonistas en un entorno hostil. No sabemos cómo han llegado a esa situación, pero podemos imaginarlo. No hace falta poseer una imaginación desbordante o acceder a un universo extraordinario para darnos cuenta de que lo que vemos, es lo hay. Lo que hay todos los días a nuestro alrededor y lo que, por puro azar, no nos ha tocado. Impresionan los relatos porque impresionan las asociaciones: cómo la miseria acompaña a lo sórdido, cómo existen dificultades insalvables en la mayoría de los casos para mantener la dignidad humana y cómo, por mucho que se intente, por duro que se luche, hay seres, hay vidas, que están abocadas a un angustioso limbo en tierra, de altos muros, sin vanos, que no dejan pasar el sol, ni el aire, ni nada. Semejante aislamiento, tan llevado al límite, es como desgarrar lo humano de lo humano, separar lo que fuimos de lo que somos y dejarnos en una estado de existencia inútil, incomprendida, inmensamente cruel.

Ver la serie entera, de un golpe, es para los atrevidos. La recomendación es ir de manera moderada, sufriendo cada capítulo, y después salir a disfrutar un poco de la vida y ser conscientes de que podemos después salir y disfrutar un poco de la vida. O un mucho. Los personajes de ‘Run’ están atrapados y ni pueden ni saben salir de sus propias casas de los horrores. Sus dramas internos apuntan directamente a una moral olvidada que aflora por veces y duele cada vez más; a un mundo perdido o, al menos, soñado, que puede que tuvieran o puede que estuvieran en el camino correcto para conseguirlo y que se fue, desapareció. Ese lugar al que quieren volver es el mismo del que fueron expulsados. En el de ahora, el submundo, vagan como fantasmas en vida, siempre con miedo a sentir un mínimo de esperanza que, seguro, les será arrebatada.

Es trágico por lo cercano, por lo cotidiano. Es tremenda esa lectura de un mundo tan despiadado. De cómo alguien, de la noche a la mañana, se convierte en otro o en nadie, directamente. De cómo, sin casi darse cuenta, alguien deviene en un no ser y deja de importarle al resto. De esas criaturas está repleto nuestro entorno. Son individuos -como está de moda decir ahora- fuera del sistema. Personas que, trágicamente, han dejado de contar, sin dejar de ser personas.

El continuo pavor en el que viven es el pánico de los olvidados, de los invisibles. Y es una desdicha doble, la exterior, que nos muestra lo que significa habitar un mundo que no te ve, y la interior, que representa un combate estremecedor y que está relacionado con la incapacidad para comprender qué ha ocurrido. Así las cosas, se puede afirmar que ‘Run’ no es una serie sencilla de digerir, ni entretiene ni ayuda especialmente a sentirse mejor, sino todo lo contrario.

¿Por qué habría que verla? Por la necesidad de ampliar nuestro foco, por la urgencia de señalar la injusticia, por la posibilidad de acercar la realidad a nuestros mundos infinitamente más fáciles, por la exigencia de ser conscientes de lo que sucede a nuestro lado, por si, alguna vez, los alguien de esta vida, después de ver tanta desolación, se deciden a ejercer deberes humanos, y, por si, desde nuestro pequeño punto del globo y desde nuestra minúscula cadena de relaciones dentro del sistema, nos empeñamos en ser un poco mejores. Quizá eso sirviera para algo. Es un decir.

Recuerden: en pequeñas dosis.

Viene el jefe infiltrado

HAY QUE portarse bien y ser modelos de conducta en el trabajo. Hay que fomentar el compañerismo y demostrar nuestras capacidades para trabajar en equipo. Hay que saber tomar decisiones y resolver situaciones conflictivas. Nunca, nunca, hay que mentir ni tomar prestados folios o bolis o palabras mayores. Hay que ser un ejemplo. Porque cuando menos te los esperes, aparece por ahí un nuevo compañero que después resulta ser el jefe infiltrado. Y puede resultar bien, pero...

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