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Este laberinto irracional

PARA CONSTRUIR un discurso político viene muy bien tener a mano algún relato histórico que sustente la argumentación que se construya —aun siendo esta insostenible, alucinante y/o paranoica—. Ocurre constantemente, aquí, y en el resto del mundo. Es tendencia, de hecho. Ocurrió el jueves, en la Comisión de Justicia del Senado, donde se pedía la investigación de los bombardeos de la Legión Cóndor sobre cuatro poblaciones de Castellón. El partido popular no solo no apoyó la iniciativa sino que dos de sus senadores dijeron cosas como estas: "Fueron acciones de una desgraciada guerra. El gobierno de la República también atacó a otras poblaciones de Castellón". Ya saben, ese típico argumento adulto del "y tú más". Las justificaciones de este senador se basaron en los textos del historiador Lucas Molina Franco quien, entre otras cosas, dice (refiriéndose a la memoria histórica): "La palabra memoria es sustitutiva de revancha, la izquierda debe sacarse la espina de la derrota en la Guerra Civil y exprimir la historia para que se adapte a sus deseos". Y también dice esto: "La historia es un arma que bien empleada debe servir para formar una conciencia de pueblo, de patria". Y dice, además, que es disidente y que disiente "ante la pérdida de los valores que han conformado tradicionalmente el occidente cristiano". 

La senadora popular que habló después no necesitó apoyo histórico alguno y, convencida de sus propios argumentos, vino a decir que para qué se discutía sobre la memoria histórica "en vez de hablar de los problemas que tiene España". O sea, que memoria no es memoria, sino un concepto inventado por los otros, para fastidiar mucho. Que lo que verdaderamente esconde este término es el revanchismo de la izquierda, por haber perdido. Que la memoria histórica no es un problema de España, que está a otras cosas, que eso es un problema de otra gente, qué sé yo. Y, para no ser menos, dijo también que había que recordar "los más de 10.000 muertos por ser católicos". En ese argumento tan adulto del "y tú más" le vino —repentinamente— la memoria.

Tras este debate de alta intelectualidad y como conclusión, El País titula: "El Partido Popular responsabiliza a las autoridades republicanas por no evacuar a la población civil antes de los ataques". Lo cual parece sacado directamente de un chiste de Gila. Oiga, ¿es el enemigo? Que vamos a mandar unos aviones alemanes a unos pueblos de Castellón, para que lancen unas bombas, que casi mejor que quiten a todos de ahí, por si acaso, no vaya a ser que le den a alguien…

La investigación histórica de Antony Beevor y las imágenes aparecidas en el archivo militar de Friburgo desvelando datos sobre esos ataques dice otra cosa. La cosa de los otros.

Parece que sí hay un problema con la memoria histórica. Y todo apunta a que no tiene una fácil solución. Por eso es tan importante que seamos ciudadanos que cuestionemos, una y otra vez, lo que se dice, lo que se publica, lo que circula y lo que acaba convirtiéndose en falsa verdad (o en posverdad, si prefieren). Por eso es importante que rechacemos, desde un principio, situarnos en el lado más cómodo. Para que nos empuje la corriente. Hay que responsabilizarse, hay que tomar partido y, para ello, es necesario recabar datos, informarse bien, leer cosas, hablar de los asuntos, acceder a todos los rincones posibles.

La curiosidad, la duda y el afán de saber, junto con la búsqueda —real— de la verdad, tendría que ser una tarea de todos. Esa actitud crítica nos hace humanos, nos hace justos, nos hace responsables, nos hace libres. Y nos permite tratar la memoria como memoria y la historia como historia. No como revancha ni como arma para seguir al que más grita, al que más dinero tiene, al que más manda, al que más miente, al que más destaca, al que más gana. Para seguir estancados en el mismo laberinto irracional.

Hay cunetas en el extenso y variado paisaje español que ocultan memoria, vergüenza y asesinados durante la Guerra Civil. Hay campos abiertos que fueron bombardeados. Y tú más ¿qué?

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