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El aliento del monstruo

Years & Years. EP
photo_camera Years & Years. EP

Se experimenta terror, con esta serie. Produce temblores, sudor frío, pesadillas. Se siente la catástrofe en los propios huesos, el aliento del monstruo cerca, muy cerca. Si no lo quieren pasar mal, absténganse. Ahora, lo que se pierden es una historia casi perfecta y, por supuesto, no es Stranger Things

La narración se adelanta en el tiempo solamente cuatro o cinco años con respecto a la actualidad y comienza a relatar lo que le sucede a una familia desde el dos mil veinticuatro hasta el dos mil treinta. Prácticamente una década escalofriante en la que se inserta un relato de ficción que resulta poseer las mismas características, las mismas dimensiones, el mismo sabor sangriento y fracasado que el relato real. Ese que está por venir. Lo que vemos, podría ocurrirnos a todos, sin excepción. Y ese es, precisamente, el hilo horripilante con el que nos ata a la pantalla y no nos suelta, hasta el final. El creador de esta serie, Russell T. Davies, ha sabido encontrar, de un modo increíblemente lúcido, la grieta de nuestras sociedades occidentales, de las que tanto presumimos por ahí, se ha metido en esa grieta con una cámara y se ha puesto a rodar. No es que descubra algo nuevo, el impacto viene por otro sitio, y es por esa razón, por la que golpea tan fuerte. Lo que duele en la historia es la sensación de inevitabilidad. Más pronto que tarde, algo así va a pasar en el corazón de nuestras civilizaciones. Algo así está pasando ya, aunque todavía no lo experimentemos, aunque aún no nos hayamos enterado porque no nos ha tocado directamente.

El horror es profundo porque es real, y el espanto llega con la certeza absoluta de que lo que nos une, a Europa, a los ciudadanos, a los países del primer mundo, a los – en fin – privilegiados, es la grieta, no el intento de política común, de la ilusión de diluir fronteras, de la lucha por los derechos. No es la solidaridad, la cultura, el desarrollo. El nexo de unión entre nosotros es lo que perdemos en este avance que, ingenuamente, creemos que controlamos. El avance hacia algo que, en lugar de dignificarnos, nos desvirtúa. Ahí está la clave de la serie, su acierto absoluto. Es un resquebrajamiento social, individual, humano. Que ya está aquí. Que podría, con toda tranquilidad, desatarse esta noche, mientras cenamos, comentamos alguna anécdota de la jornada, soñamos o leemos un libro interesante. Podría desencadenarse en cualquier momento mientras vivimos, sin pensar demasiado, en esa hendidura profunda que, entre todos, hemos construido. 

Resulta extraña la imagen de construir una grieta. Sin embargo, si lo analizamos un instante, tiene sentido. A la vez que alimentamos al monstruo por un lado, presionamos más y más sobre un punto lejano que nos cuesta ver, en general, porque mirar hacia allí supone un esfuerzo al que no estamos acostumbrados. Es comprensible, hay que mover la cabeza, rastrear un poco, atravesar la barrera de lo que está delante. Cansa. Entonces, no miramos, tan solo nos dejamos llevar por la ola engañosa de un bienestar que tiene los pies sobre arenas movedizas. Pues bien, esta serie es la sacudida. Es el temblor impresionante que derrumba de un zarpazo el mundo relativamente seguro en el que creíamos vivir. 

Y deja al descubierto la grieta. 

Years & Years. Reino Unido. Of course. Una familia como cualquier familia de hoy en día, con cada miembro perfectamente escogido para representar un problema y un debate social, con un centro neurálgico que representa otra época y, por tanto, otra visión de las cosas, el único personaje que, aun siendo arrastrado como los demás, por el torbellino escalofriante de los acontecimientos, es capaz de mantenerse en pie. Dignamente. Ténganlo claro, podríamos ser nosotros. 

Si se ve el primer episodio, es imposible no seguir con el resto. Magnífica serie. Toda ella es un mensaje, es una advertencia, es una visión cruda, horrenda, verídica, de la realidad. Lamentablemente, tiene un fallo. O lo que yo creo que es un fallo que no les voy a revelar. Sin embargo, ya saben, la perfección no existe y esta serie, créanme, está muy cerca de ese concepto. 

Prepárense para temblar. 

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