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Día de la poesía es siempre

ESTE JUEVES fue el día de la poesía, hoy es el día de la poesía, el día de la poesía es siempre. Siempre. Importante no olvidar que hay un ritmo y hay un tono y hay una síntesis y hay una cadencia y hay un devenir que recorre el mundo y nos habla. Importante recordar que podemos meternos en un verso y vivir allí, y que los silencios son ventanas abiertas y ojos que nos observan. Coger aire dentro de una estrofa es respirar brisa o tormenta, tragar lo que duele o lo que asusta o lo que nunca fue. Aspirar lo que se viene encima, el golpe seco. Todo lo que brilla, todo lo que sorprende, todo lo que duda, todo lo que no se entiende está ahí. La naturaleza de las cosas feas y de las maravillas está ahí. Lo atroz y la belleza están ahí. Está ahí, también, la filosofía. ¿Por qué? No sé, entonces, leemos. El origen, la certeza del final y la esperanza, saltan de un verso a otro, en encabalgamiento loco, hacia nosotros, atraviesan nuestra piel, sin que importe la suavidad o la rudeza de unos cuerpos que vivieron mucho o que apenas conocieron la palabra. "La poesía es un arma cargada de futuro".

Lo que se celebró este jueves, lo que hay que celebrar hoy, y siempre, es la peligrosidad de la poesía, la increíble capacidad de la poesía para plantarnos delante de la verdad. Para obligarnos a mirar en el espejo. Luego, absténganse los cobardes. No hay poética sin coraje. No hay abismo con vuelo corto. "Comprendo que mi tristeza/ no frenará la hierba./ Si los tallos vacilan/ será sólo por el viento".

La poesía rompe, la poesía escupe, la poesía abre, la poesía esconde, la poesía grita. ¿Por qué íbamos nosotros a estar dispuestos a aceptarla? No sé. Por eso leemos. Porque si no rompe, no existe. Si no escupe, no tiene voz. Si no abre, no envuelve, no acaricia, no protege. Si no esconde, no atrapa. Si no grita, es un cadáver. Puede que, después de esto, no sea apetecible. Pero mirad: "Como una niña de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente/ borrada por la lluvia". Y mirad: "Si no eres la persona libre que quieres ser/ busca un lugar donde puedas contar la verdad sobre ello." O mirad: "Hoy me gusta la vida mucho menos,/ pero siempre me gusta vivir: ya lo decía".

Cuánta gente, cuántas cosas, cuántas historias, cuántos recuerdos. Si tenemos poesía, conseguiremos no olvidar. Si, al final, no olvidamos, sobreviviremos. Queda mucho por hacer, por leer, por escribir, por comprender. Queda tanto, que duele, que tiembla. Apresurémonos. Hay veces que es mejor precipitarse, que es mejor correr. Escapar de las cosas detenidas como si fueran monstruos o pedazos de cuentos quemados por una lluvia torrencial, enemiga. Hay muchas veces que es mejor no tocar el suelo. ¿Por qué? No lo sé. Esa una de las razones por las que leemos. Porque no existen ideas suficientes como para imaginar los significados.

Démonos prisa. La vida sigue y se pierden, poco a poco, las palabras buenas, las palabras justas. La delicadeza, el sueño, la sonrisa, el amor. Entre el ir y el venir a ninguna parte, los poemas continúan su camino con la celeridad de quien sabe algo que nosotros no sabemos. Es necesario ir detrás, para acercarnos más a lo desconocido, para sentir la ráfaga que aniquila y construye, en un mismo movimiento de acogida. Pasa, pasa. Al menos, por una vez.

Gabriel Celaya, Wislawa Szymborska, Alejandra Pizarnik, Anne Carson, César Vallejo. Por ejemplo. O Inger Christensen. Mirad:  "Escribo como escribe un otoño/ marcado por la muerte/como esperanzas inquietas/ como tormentas de luz/ atravesando una memoria brumosa/ escribo como el invierno/ escribo como la nieve/ y el hielo/ y el frío/ y la oscuridad y la muerte/  escriben".

No es seguro que ocurra algo maravilloso y duradero. Que cambie radicalmente la vida de las personas, que el hambre desaparezca y la paz arraigue y florezca y que la violencia se convierta en un término obsoleto, en desuso. No es seguro que haya transformaciones estructurales en este mundo que avanza renqueante. Pero sí es seguro que si leemos poesía va a ocurrir algo imposible. "Sólo en la belleza creada/ por otros hay consuelo/ en la música de otros y en los poemas de otros./ Sólo otros nos salvan/ aunque la soledad sepa a opio". Adam Zagajewski.

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