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De monstruos encantadores

BETTER CALL SAUL’ es una serie nominada para los Emmy 2015, un ‘spin-off’ (una serie que deriva de otra) de ‘Breaking bad’, una serie-riesgo. Es todas esas cosas porque, de entrada, tiene que superar barreras que para otras no existen. La más elevada es la de la comparación. Inevitable la equiparación con su predecesora, que tanto recorrió, que tanto ganó y tanta huella dejó en las almas seriéfilas. Escribir el guion y posteriormente rodar ‘Better call Saul’ con ‘Breaking bad’ a las espaldas, es una tarea complicada. El fracaso está siempre a la vuelta de la esquina. Difícil sacudirse la tensión capítulo tras capítulo, esa amenaza constante, esa presencia irreverente de un éxito rotundo de la televisión. Sin embargo, tenemos que pararnos en ella porque propone miradas interesantes, porque plantea derivas lo suficientemente conflictivas como para dedicarles un poco de nuestro mundo. Como ocurre con todos los productos de ficción, si no lo pasamos bien, o mal; si no nos aterrorizamos por momentos o la totalidad del tiempo; si no nos entristecemos hasta el infinito; si no nos reímos con los personajes, o de ellos o de nosotros, o las dos cosas, con las situaciones, con la historia; si no nos atrevemos a pensar en cometer alguna locura de esas que acrecientan la libertad y la felicidad, aunque con el ‘'the end'’ se acabe el coraje; si no, en fin, nos arrebatamos de algún modo y flotamos con el embrujo, una serie, sea cual sea, resulta fallida. ¿Por qué funciona ‘Better call Saul’? Lo primero, porque el protagonista es un personaje potencialmente atractivo camine en la dirección que camine. Dramáticamente repleto. Es como el absoluto. Si tienes a alguien así entre manos, tienes la mitad del éxito asegurado. Y lo segundo, porque el guion se mueve en el justo punto, se va deslizando pausadamente y conformando una historia que recuerda a ‘Breaking bad’ en alguna de sus tramas, en alguna de sus resoluciones, en ciertas secuencias y planos que llaman deliberadamente a la serie original. El equilibrio pues, se mantiene, sin dejarse caer ni en el lado de la copia, ni en el lado de la novedad. Así que asistimos a algo que conocemos pero que nos intriga, porque intuimos sorpresas, giros y aventuras, porque perturba lo bastante como para no irse demasiado lejos.

Saul Goodman es un vivo, un listillo, un abogado que no juega precisamente limpio. La serie comienza con una escena en blanco y negro que nos pone en situación. Vemos una existencia gris, por no decir espantosamente oscura, y, enseguida, el propio personaje nos conduce a otro nivel, en color, al momento en que, tras varios traspiés, se convirtió en aquel que anhelaba ser. A partir de ahí, se inician las andanzas de este caballero, charlatán y escurridizo, en un flashback en el que se va a desarrollar toda la estructura narrativa. ¿Qué interesa de Saul? Sobre todo, como también sucedía con Walter White, su conversión. Su apuesta definitiva por el lado equivocado. Esa mezcla de orgullo herido y mala suerte, de visión errónea y de ambición desmedida que lleva a pensar que lo que tienes no es lo que deberías tener, que la vida que vives no es la que mereces, que el mundo es injusto contigo, que los demás están robando algo que te pertenece. Vanidad y rencor, combinación explosiva que genera monstruos. El acierto del personaje principal es su capacidad para generar empatía, a pesar de que juegue a lo que juegue y se salte todos los límites. Y el doble acierto es que esa misma cualidad es la que lo conduce más y más a un callejón sin salida.

Hagamos pues una parada en este monstruo.

Título: Better call Saul
Director: Vince Gilligan
Intérpretes: Bob Odenkirk, Michael McKean, Jonathan Banks
Cadena: AMC, Movistar Series
Calificación: 4 / 4

Dos por el precio de uno

‘EL ENCANTADOR DE PERROS’ es un programa en el que un experto va a las casas donde viven perros conflictivos, que manifiestan su ira, su tristeza, su decepción o lo que sea, mordiendo a todo el que tenga delante, o, en su defecto, destrozando el mobiliario, y entonces, él observa la situación, y, por decirlo de alguna manera, pone los puntos sobre las íes. Del perro y de los dueños, que eso está muy bien porque hoy en día un dos-por-uno así no se encuentra tan fácil.

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