Blog | El portalón

Yamato explorador

No opino sobre la crianza de los niños. Soy tibia, soy Suíza

MI TEMA TABÚ número uno es la crianza. Me he prohibido a mí misma referirme a él porque no cumplo un requisito básico para que mi opinión importe algo a alguien: tener hijos. He sido informada de que no tener hijos te priva de la empatía precisa para entender lo que se siente cuando un hijo esto o lo otro, cosas que en tal caso entenderé cuando los tenga. Si no los llego a tener nunca, esa área de conocimiento me estará vedada para siempre. Puedo querer, puedo querer mucho y puedo sufrir por mis quereres, pero como se quiere a un hijo no se quiere a nadie, así que tampoco eso me ayuda a entender. Es mejor que no me empeñe. 

Vienen los que han tenido hijos desde el otro lado a decirte que ellos también fueron presuntuosos y creyeron saber; que se supusieron Terencio, pero que hay algo humano que sí les era ajeno, que ahora tienen claro que no sabían nada, que no se hacían una idea. Yo les escucho con interés por si comparten una revelación, pero ese secreto, ese neutrón, esa madre del cordero se la reservan. No hay palabras para explicar ni cerebro para entender.

Por tanto, digo a todo que sí. O que no. Todo me parece lo mejor, o lo peor, o ni fu ni fa, o lo que intuya en ese momento que debe parecerme. La lactancia materna, el biberón, el chupete, el colecho, la alimentación sin gluten, la jornada continua, la jornada partida, las actividades extraescolares, el bilingüismo, el trilingüismo, los campamentos de surf, los campamentos de matemáticas, el carrito, el portabebés, los modales, la libertad. Escucho y hago resúmenes de prensa orales de lo que leo aquí y allí, como el médico ponente que resume la evidencia científica publicada en el British Journal, pero no opino, no elijo nunca. Vivo en la tibieza, soy Suiza. En bajito, he pasado esta cuestión de etiqueta a otras personas sin hijos como si fuera un secreto, una pastilla recetada a otro que andamos compartiendo a espaldas de la Seguridad Social. 

Si un día, pero sería un día lejano, un día loco, de debilidad mental, de frágil sistema inmune o de drogadicción desenfrenada, me decidiera a opinar, diría que casi lo mejor que se puede enseñar a un niño es a ser independiente. No va a pasar, pero si me secuestrara el servicio secreto de un país de esos que, por el hecho de llevar república democrática en el nombre tienes la certeza de que se trata de una dictadura; si me sometieran a torturas perversas que tienen nombres poéticos para doler más, y si yo ya no pudiera más y pensara que, eso sí, es el fin, opinaría que educar a los niños para pensar y para hacerlo por sí mismos es lo más importante. Que no es bueno buscar continuamente la aprobación de los demás, que hay que ser responsables, que hay cosas que uno debe decidir solo y que cuidar de uno mismo es una habilidad básica. 

Entonces yo, que asisto a debates sobre crianza con la impasibilidad con la que cruzo las calles vacías las noches de final de la Champions, leo que han encontrado a Yamato Tanooka, de siete años, sano y salvo, una semana después de que sus padres lo dejaran abandonado en un bosque como castigo ejemplar. Como simulación de castigo, en realidad, porque volvieron minutos después a recogerlo pero él ya había echado a andar. 

Yamato cruzó arboledas y arboledas llenas de osos y se topó con una base militar, donde localizó un colchón sobre el que dormir y un grifo del que beber. Cuando los soldados dieron con él, no soltó ni una lágrima, dijo solo su nombre y que tenía hambre. Está claro que tuvo suerte. Mil cosas, la materia que nutre las pesadillas de los padres del mundo, podrían haber pasado y no lo hicieron. Pero también es cierto que qué niño extraordinario. 

Por tanto, de acuerdo, no tengo nada que aportar sobre la crianza. Pero los padres de Yamato, a los que han enterrado en críticas por ser tan radicales como para aplicar ese castigo extremo, ellos quizás sí. Porque lo han hecho mal y bien a la vez, que es una cosa muy de padres, muy humana al fin. Ellos sí pueden tener una opinión interesante sobre la crianza. 

Qué digo crianza. Crianza y supervivencia. Yo, que sé que ni vestida de Coronel Tapioca de pies a cabeza y con un Iphone con GPS lo hubiera hecho mejor que Yamato a sus siete años, ya estoy buscando el número.

Comentarios