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La madre de mis hijos

Casado explica en una entrevista que apuesta por la convicción por premonición 

Ilustración para el blog de María Piñeiro. MARUXA
photo_camera Ilustración para el blog de María Piñeiro. MARUXA

HAY UN TIPO de fotografía de moda que es un tercio Safari VIP, un tercio desierto de Sonora y un tercio campos de Castilla machadianos. Aparece en primavera o verano, jamás en invierno, porque sirve de escenario para camisas de lino y chales de colores barrosos. No vale, por lo visto, para mostrar una chaqueta de plumas fosforita, aunque en una noche desértica o soriana, bajo el olmo viejo hendido por el rayo, le iban a dar al pañuelo terracota si se tuviera delante un abrigo de escalar el Everest. Esa subespecie fotográfica es precisamente la que han elegido para ilustrar la entrevista de Casado y su mujer, Isabel Torres, en Telva, con la diferencia de que está hecha en Boadilla del Monte, paisaje agreste que, por lo visto, reunía todos los climas que interesaban.

Sale la pareja y sus hijos haciendo esas cosas rarísimas que tocan al posar para lo que los americanos llaman las ‘glossy magazines’, las revistas brillantes, en las que sube el gramaje del papel, el brillo y las fotografías ocupan no cinco columnas, sino siete u ocho, a veces doble página. Pasean por el campo con americana y parka mirando hacia atrás, sonriendo a todo meter, se tiran sobre una manta de cuadros en plan picnic pero sin comida, o él le coloca a ella sobre los hombros un poncho de rayas por si le da una corriente a causa del traicionero tiempo en Boadilla. Estamos en campaña.

Encuentro muchos detalles de interés en la entrevista, lo que no tiene mucho mérito porque yo encuentro detalles de interés en todas las entrevistas, que conste. Por ejemplo, el asombro en el que cae la periodista cuando la jefa de prensa de Casado accede a gestionar la cita con Torres si la entrevista es doble y sale también él. Un dos por uno, cuánta fortuna la nuestra, nos dice; olvidando que el candidato es él, que los lectores también votan y que Telva no es La Tuerka, precisamente. Igualmente aprecio las pinceladas de persona esforzada, los detallitos, que el candidato bebe agua del tiempo para cuidar la garganta, que toma vitaminas para aguantar el trajín electoral, que vuelve de Galicia a Madrid para cenar con su mujer, como si lo hiciera desde un remoto paraje neozelandés. Recuerdo de una lectura viejísima a la protagonista tragando pastilla tras pastilla con la intención de suicidarse y, antes de que empezara la somnolencia, llamando a un amigo para advertirle de que se iba "lejos, muy lejos". El amigo le preguntaba cómo de lejos, "¿como La Coruña?" (así, con La, como si lo hubiera escrito Galicia Bilingüe) y ella respondía que más lejos aún. "No hay nada más lejos que La Coruña", replicaba él, convencido de mencionar la periferia extrema. Se ve que Telva coincide.

Nada más conocer a su mujer le dijo que iba a ser la madre de sus hijos

No critico. La leo sonriendo porque la campaña tiene pocas alegrías y esta es una de ellas: la de las cosas que los candidatos tienen que hacer. Qué deliciosas agendas son esas. Pero hay un momento en el que se me tambalea el espíritu ligero con el que intento aproximarme a este despliegue. Cuando eso pasa hablo en alto, con esa indignación de señor mayor que solo sabe leer refunfuñando y encuentra casi todo el periódico, de la portada a los breves, una barbaridad, un despropósito, un escándalo. Dice Casado que nada más conocer a su mujer le dijo que ella iba a ser la madre de sus hijos. Así mismo. Y que a ella le hizo gracia.

Pocas cosas me dan tanta grima como esa expresión presumiblemente romántica. Es intolerable que la gente vaya diciendo esas cosas por ahí.

No soporto cuando lo dice un actor clásico, pongamos Bogart, que no lo dice, pero pongámosle a decirlo con su voz cazallera, la solapa subida, el cigarro colgando y el ala del sombrero haciendo sombra para confundirnos y que pensemos que se trata de un señor atractivo y no de un señor con alzas en los zapatos. Cómo voy a soportar que lo diga Casado.

No creo en la convicción por premonición, ni en usurpar el futuro ajeno a base de afirmaciones unilaterales. Desde luego, no encuentro ahí nada de seductor o cariñoso, sino más bien aterrador y delirante. Me da un poco la risa. Me la da en las películas, más aún en la vida real. También un poco de vergüenza ajena.

Lo que quiero no son guiones en los que un tipo diga eso y justo después, tras unos ligeros contratiempos, minucias, acabe pasando justo eso. Lo que quiero son otros en los que un tipo diga eso y le respondan con una carcajada y que a ese personaje, con su entusiasmo y su seguridad, no se le vuelva a ver en toda la película. Ahí encuentro yo verosimilitud, la vida latiendo.

Voy a tener que escribir yo un guión. U otra entrevista a la familia Torres-Casado. Lo que ocurra antes.

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