Blog | El portalón

Juanitos

Es posible que haya escrito una columna de autoayuda

MI TEORÍA, mi consuelo, es que siempre solemos ser más listos de lo que parecemos. Menos mal. Hay un conocimiento primigenio, que viene de serie, y en el que apenas intervenimos si no es para mal, que nos avisa de las cosas, es la mar de informativo, pero lo enterramos bajo paladas y paladas del otro, del adquirido y lo echamos a perder. El primero no acaba con el segundo, pero hace algo peor: lo deja tocado sin que nos demos cuenta, falla mientras estamos convencidos de que va a mil.

Pienso, por ejemplo, en ser una niña y tener una, dos, doscientas pruebas de que algo no va bien con Juanita. Juanita es esa compañera de clase que interesa a todo el mundo, una rosita de pitiminí, delicada y reventona a la vez, una líder total que propone unos juegos arrebatados.

MxJuanita es también tremenda gentuza, una pasiva agresiva de libro, que premia y castiga a su séquito, que sois todas las atontadas niñatas de tu clase, y en ese juego de manipulación os tiene bien agarradas. Tú tienes pistas, por supuesto que sí, cómo no vas a tenerlas. Tú no te quedas bien después de interactuar con Juanita, la vida es más apacible cuando Juanita no está y muchas veces el cielo despejado y el calor suave se transforman en tormenta apocalíptica nada más se ve su silueta en el horizonte, todo se carga de electricidad, tensión y mal rollo y ya solo deseas un botón de rebobinado. Tienes nueve años y a lo que aspiras es a una vida tranquila. Acaso no es eso una pista bien clara.

Pero persistes, desestimas como inválidos todos los avisos, esas sirenas sonando, atronando, y perseveras y perseveras como la verdadera ilusa que eres. Sucumbes cada vez a la presión del grupo mientras te crees, además, que es una decisión personal, verdaderamente libre, que tomarías idéntica si todos los vientos soplaran en otra dirección.

Esto, por supuesto, vale para todo, no solo para las juanitas y juanitos de la vida. De juanitos está el mundo lleno, pero de gente como tú (como yo), que va con la brújula rota creyendo que le funciona, convencida de que la ha mejorado a fuerza de retorcerle la aguja razonando consigo misma, también.

Para detectar a los juanitos hay que hacer eso tan de frase de autoayuda que es escucharse (perdón). Escucharse es dejar salir a la lista que llevamos dentro, a nuestro conocimiento intrínseco y no embarrarlo con las ganas de encajar, con la educación, la cortesía o la delicadeza. Efectivamente, ejercer delicadeza puede allanar todos los caminos pero también mancharnos la cabeza. Al mismo tiempo, escucharse está bien, pero sin pasarse. A veces pienso si no nos estaremos escuchando demasiado. Quiero decir con esto, y así traiciono de la manera más rotunda a la niña que fui, que no siempre se puede hacer lo que a una le da la gana.

Cuando mi madre usaba ese reproche conmigo en mi infancia y juventud siempre pensaba ‘ya veremos’. Estaba convencida de que los adultos sí hacían siempre lo que les daba la gana y eso mismo haría yo cuando lo fuera. Jajajaja.

Pero sí se puede hacer un poco más lo que nos da la gana, dejar salir lo que pensamos y actuar en consecuencia. Las juanitas y juanitos crecen y muchos llegan impertérritos, casi idénticos a la mediana edad, con una pasividad- agresividad incólume, dando por saco a su séquito, con sus secuencias de premios y castigos que enganchan más que la heroína. Ser listos no supone afearlos, descubrirlos públicamente, diagnosticarlos y transformarlos. Ser listos consiste únicamente en evitarlos, tirando de ese conocimiento primero sin que lo empañe lo demás, nuestra vida entera.

Comentarios