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El año de los secretos

Sé a qué habéis dedicado gran parte de este año pandémico

ME RECUERDO a mí misma, durante el confinamiento, pensando en todos vuestros secretos. Lo hacía en los descansos, cuando no estaba trabajando y escribiendo varias veces al día la palabra pandemia, algo que por entonces me parecía un auténtico delirio. Teclear pandemia y sufrir un poco de risa floja, esa carcajada nerviosa de incredulidad, era todo uno.

Pero cuando paraba me daba por pensar en los amantes que no se podían ver, en los mensajes que se estarían mandando a escondidas de sus parejas, en las veces que marcarían el número y colgarían sin dejar que el otro respondiese, inseguros de qué decir, temerosos de ser pillados. O en esas familias enemistadas en las que un miembro sigue visitando a todas las partes como un espía doble. Si iría al baño a hacer una videollamadita de nada, comprobar con sus propios ojos que los otros seguían de una pieza. En los que tenían una cita a solas con un abogado para hablar del divorcio, en los que tenían una cita con la competencia para hablar de otro puesto, en los que tenían una cita con el banco para renegociar una deuda. En los que tenían citas de las que no hablaban con nadie.

MxSoy muy peliculera. Querría tener imaginación porque, en ese caso, escribiría novelas. Bueno, frenemos el entusiasmo, escribiría una novela y a ver. Pero lo que tengo es un 'peliculerismo' extremo que me arrastra a menudo y al que no se puede sacar rédito editorial alguno. Pienso mucho en vuestras vidas y las guionizo alocadamente. ¿Os pitan los oídos? Soy yo haciéndoos una peli de tarde.

Me convencí desde el principio de que este había sido un año llenísimo de secretos y veo que no me equivocaba. Qué habíais estado haciendo en vuestras casas encerraditos, además de llorar con relativa frecuencia (dice el CIS), además de poneros doscientas veces el termómetro esperando un giro de los acontecimientos; desarrollando (o consolidando, depende de dónde os pillara de partida) una hipocondria como un piano, una ansiedad creciente, un estrés rarísimo y único. ¿A qué dedicasteis vuestros días además de a retorceros los deditos de angustia por el horror presente y futuro? Sé que hicisteis pan, repostería fina y bolas y más bolas de masa madre. Pero eso no es un secreto, no. Bien que lo enseñasteis en las redes, qué palizas sois.

Bueno, pues todo se sabe. Ya contaron hace meses los peluqueros que matasteis los ratos muertos cortándoos mal el flequillo. Teníais que haberme llamado, que yo de eso sé una barbaridad. También os dio por teñiros, igualmente mal, y llenasteis después las agendas de vuestros favoritos buscando el arreglo que fuera, un atisbo de normalidad frente al espejo. Pero es que ahora sé, con el pelo ya a trasquilones, por donde seguisteis.

Resulta que estoy de obras. O sea, voluntariamente me dejo romper el corazón una o dos veces por día. "Esto no se puede hacer así como quieres" o "Se puede hacer pero te va a quedar fatal", son las dos respuesta que recibo. Negocia tú ahí.

Además de hundirme, sucesivos profesionales encuentran dificultades para hacerme hueco. O sea, ven imposible quedar para decirme que lo que quiero es imposible. Y la culpa es vuestra, ahora lo sé. Pero no solo porque hayáis tenido tanto tiempo para mirar vuestras paredes y pensar en cambios, que también, sino por ese secreto que ahora me es revelado por uno, por dos, por tres profesionales de las obras y trabajos varios: os habéis echado en brazos del bricolaje sin tener ni idea.

Bravo, valientes. Brindo por vosotros que habéis visto un vídeo promocional del Leroy Merlín de 57 segundos con música resultona y habéis pintado vuestros marcos de ventanas, barnizado vuestros zócalos, raspillado vuestras maderas con toda la fe para comprobar que el resultado es un amasijo doloroso de buenos propósitos y escasa habilidad manual. ¿Retrasais mis citas? Cierto. Pero me lo compensáis confesando de esta retorcida manera todo lo que habéis estado haciendo en este año de secretos.

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