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Vivir en una falta

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photo_camera Pita, justo a punto de chutar. XESÚS PONTE
Hace hoy un año el Lugo y el Cádiz empataban a un gol en el Ángel Carro cuando en el último minuto Pita se disponía a lanzar una falta desde la frontal. Fuera ya se hablaba de coronavirus, de Wuhan, de Italia, pero allí dentro hasta se repartían bocadillos. Para los aficionados al fútbol no hay mejor momento que una falta a favor en la última acción del partido con empate en el marcador. Ojalá poderse quedar a vivir ahí, con la esperanza de ser feliz a la vuelta de la esquina y con la seguridad de que el enemigo no tiene tiempo para acuchillarte por la espalda. Mientras en algunos lugares ya se jugaban partidos a puerta cerrada, Pita se preparaba para lanzar. Viví aquello desde una de las salidas del estadio, que estaba superpoblada a tal nivel que hoy nos costaría a todos una propuesta de sanción. "No tires, que así estamos bien", supliqué; pero tiró, y pasó lo peor que podía pasar: el balón se estrelló en el larguero... si no va a entrar es mejor que la pelota salga muy desviada, porque si no te vas para casa con la esperanza de haber visto mal y de que en realidad haya sido gol. El árbitro pitó final y, visto lo que vino después, sigo pensando que era mejor haberse quedado a vivir con Pita justo a punto de chutar.

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