Blog |

Una playa ahora finita

Playa de Areas, en Sanxenxo. M.R.

A escondidas, mientras caminamos al compás del reloj, los lugares menguan. Lo descubrí en el patio del colegio, en el viejo Pabellón Municipal, en la azotea de mis primos y ahora en una playa que de niño parecía infinita aunque acabase en unas rocas. La recorríamos como si fuese una larga excursión a orillas del mar, dejando atrás la seguridad de la toalla, la crema solar y los bocadillos de Nocilla. Era la aventura del día. Aquellas peñas eran el final del juego, la última pantalla; más allá no había nada, acaso otro verano, el siguiente o tal vez el anterior. Una vez allí buscábamos cangrejos, pulpos y quisquillas que después cambiábamos a los mayores por polos de naranja. La marea baja era nuestra aliada en aquel mundo de piedra que se estiraba para adentrarse en otro mucho más grande, casi infinito y azul. Ahora apenas hay vida en esas pozas. Le cuento a unos amigos lo que de ellas sacábamos hace tiempo y me miran con compasión. Mientras, unos niños corretean por las rocas, que esperan pacientemente por un resbalón para cobrarse una rodilla más. Seguro que a esos críos les parece un lugar inmenso. A mí ya no. Ellos gritan, cantan, se ríen. Los miro. Más allá de este lugar, a mi espalda, sigue sin haber nada, pero delante, buscando un cangrejo, hay muchos y lejanos veranos.

Comentarios