El fútbol profesional se fugó el sábado de Lugo sin tener el detalle de decir si piensa regresar algún día. Cuando alguien se lo quiso preguntar ya no quedaba ni rastro de él. Es la segunda vez que veo algo así. La primera fue en 1993 y tardó 20 años en regresar. Han sido once temporadas en Segunda División, así que creo que bien nos merecíamos una despedida, pero bueno, él sabrá. Atrás quedan un montón de partidos, unos cuantos milagros, cabreos, gritos, alegrías y un zapatazo, una casualidad, un gol que me atrevo a decir que fue la mejor campaña de publicidad en los más de 2.000 años que tiene la ciudad. Juan Carlos era en enero de 2018 el portero del Lugo. En un partido salió a despejar una pelota cerca del centro del campo, le pegó con el alma y el balón voló hasta meterse en la portería del rival. Después dijo que su intención no era tirar a puerta, pero ya era igual. La imagen había dado la vuelta al mundo. Lugo había dado la vuelta al mundo. Y ahora el fútbol profesional se marcha sin despedirse. En unos meses ni se acordará de nosotros, que sabremos perdonarle la falta de educación si algún día vuelve. Hasta entonces echaremos la vista atrás para recordar algunos milagros y un zapatazo.
