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Un zumo de un trago

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Nunca pensé que se pudiera viajar en el tiempo en el párking de un supermercado. Las visitas al pasado pueden comenzar con una fotografía, con los primeros acordes de una canción, con el olor a una planta... con estímulos que nos llevan a tiempos rebosantes de recuerdos. Son viajes que suelen tener algo de poéticos... por eso me extrañó encontrarme con uno en el párking de un supermercado. El caso es que todos los días me compro un zumo de naranja de esos recién exprimidos. Como de pequeño me enseñaron que hay que tomarlo rápido, antes de que pierda las vitaminas, me lo ventilo en el coche antes de arrancar. Pues bien, el otro día, al salir de la tienda, me lavé las manos con un desinfectante de esos que huelen a alcohol puro. Me senté, abrí el zumo y le pegué un trago; pero claro, al acercar la botella a la boca también aproximé las manos a la nariz, con lo que se mezcló el olor del alcohol con lo que estaba bebiendo y viajé al instante al arranque de la adolescencia, a los cubatas de vodka con naranja que pronto tuve que dejar después de una ingesta fuera de lugar. Me pregunté si aquello tenía algo de poético; agarré la botella por la base y me acabé el zumo de un trago. Creo que no. Allí no había sitio para la lírica.

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