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Un ramo de flores secas

walkman

Después de muchos años me he cambiado de lugar de trabajo. La mudanza implicó moverse unos diez metros y ocupar una mesa idéntica a la que durante tanto tiempo fue mía. No hubo nada traumático en ello a ras de piel, pero algo se agitó un poco más adentro.

Mi nuevo hogar tuvo antes una dueña que se marchó dejando allí un poco de su desorden; libros, un ramo de flores secas, bolígrafos, libretas, carpetas... Me propuse hacer una selección y conservar algo suyo, pero a medio camino pensé que no soy nadie para bucear por un pasado ajeno, así que tiré todo. Salvo las flores, que me imponen respeto.

De mis cajones sí hice criba y fueron pocos los recuerdos que se vinieron a vivir conmigo. Con el que menos dudas tuve fue con un viejo walkman, pero no por el aparato, sino por la cinta que tiene dentro. Ahí duerme, en forma de canciones, un episodio de mi vida.

No hice nada por saber qué hay en ese artilugio, pero un compañero lo vio, le puso unas pilas y pulsó el play mientras yo apretaba los dientes. Silencio. Está estropeado. Lo recuperé antes de que le encontrase arreglo y lo puse encima de la mesa. Y ahí sigue, cerca del ramo de flores secas, imponiendo incluso más respeto.

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