Durante el confinamiento de la pasada primavera mi programa favorito fue ‘El mundo desde el aire’, una serie documental que mostraba zonas del planeta a vista de pájaro, desde donde todo parece hermoso; tanto que llegabas a olvidar que el planeta que te estaban enseñando pasaba en ese momento por una terrible enfermedad. En lo que parece el inicio de otra cuarentena descubro que mi momento preferido delante de la tele es muy parecido. Se trata de las retransmisiones de la Vuelta ciclista a España, una prueba que el coronavirus ha retrasado en el calendario hasta el tiempo de las castañas y que por eso mismo regala unas imágenes brutales. Los bosques por los que sufre el pelotón lucen como nunca se había visto gracias a los colores del otoño, en una lucha entre árboles por ver cuál ofrece un tono más bonito a cámara. Confieso que no daba un duro por este ciclismo fuera de temporada, pero ahora he de admitir que las sobremesas delante de la televisión se han convertido en uno de los mejores momentos del día. Será por los paisajes. Será por los cañonazos de colores del otoño. O tal vez será por olvidarme durante un rato de que lo que me está enseñando ese helicóptero es un país enfermo.
