Iba a escribir sobre el asco que me da la patética competición que se ha puesto de moda entre la clase política de ver quién tiene más grande la bandera o es capaz de poner más pantallitas en el plasma mientras mira a cámara con cara de 'yo, sí yo, yo podría salvar el mundo'. Pero a veces escribir se convierte en algo demasiado serio como para gasta el teclado en tonterías. En ocasiones, rara vez, es lo único que se tiene. Hoy me he enterado de que estamos ante una de ellas y quiero aprovecharla lo mejor que pueda. He leído que está en marcha una iniciativa que consiste en mandar cartas a los enfermos que pasan el coronavirus en la soledad de los hospitales, solo alterada por las visitas del personal médico. Es de esas cosas a las que te apuntas sin pensarlo y después no haces. Pero yo tengo un as en la manga y lo voy a sacar aunque el tipo de enfrente tenga un revólver. Voy a usar este trozo de periódico como carta para mandaros todo mi afecto y el de muchísima gente que no tiene un naipe escondido como yo, pero que de corazón está con vosotros. Creo que nunca lo sabré, pero si alguien se ha sentido un poco mejor después de leer esto habrá merecido la pena hasta recibir un disparo del tipo de enfrente.
