Estoy por escribir una obra de teatro sobre la llegada a Lugo del tren de alta velocidad. Sería una pieza de ciencia ficción en la que la ciudad estaría conectada con Madrid en menos de tres horas y la gente podría ir a tomar cañas y visitar el nuevo Bernabéu en el mismo día. Ya de soñar despierto, dotaría a Galicia de una red ferroviaria moderna que conectaría las grandes ciudades de manera que los coches pudiesen pasar mucho tiempo en el garaje. Los amantes se subirían al tren con la tranquilidad que da saber que un ramo de flores les espera a media hora de distancia y los estudiantes llegarían a tiempo a primera hora solo con respetar al despertador. Los políticos presumirían por haber puesto a la comunidad en la Champions del transporte ferroviario y el pueblo votaría después en consecuencia. Sería una obra feliz, de esas que durante una hora y media te hacen olvidar el lugar donde vives. De recordarlo ya se encargaría la realidad cuando se encendiesen las luces y las puertas se abriesen de par en par para indicar el camino hacia el coche. Y para que todo fuese redondo, el estreno sería en el nuevo auditorio de Lugo. ¿A qué viene esa cara? Ya les advertí al principio que sería una pieza de ciencia ficción.
