Leo la entrevista a Grison publicada en este diario. De vez en cuando me cruzo con fragmentos de ‘La Resistencia’, el programa del que forma parte, y me agrada su talento, aunque ya no tengo edad para ser fan. Descubro que se llama como yo y esa absurda empatía que se da entre tocayos me empuja texto adentro. También coincidimos en no poder presumir de un brillante expediente académico y en que tocar la guitarra no nos ha servido para ligar mucho ni poco, sino más bien todo lo contrario. Avanzo entre preguntas y respuestas y me siento cómodo, más de lo que esperaba. Pensaba que sería como entrar en un pub lleno de chavales, pero hasta ahora no llamo mucho la atención. Cuando estoy ya cerca de la salida todo se tuerce. Grison habla con cariño de su abuela y la periodista le pregunta.
—¿Su abuela es su persona?
Su persona ¿qué?, pienso, y busco la respuesta a medio metro, que es la distancia que me separa de quien hizo la entrevista.
—Quiere decir su persona más importante, su persona favorita... los jóvenes hablamos así, dice entre risas.
No me queda otra que pasar página; mayor, anticuado... derrotado en el tiempo de prolongación.
