Lo bueno de no necesitar que me impongan restricciones para pasarme el Fin de Año en casa es que al día siguiente puedo ignorar todos esos consejos inútiles sobre cómo llevar bien una resaca. Desde hace mucho se sabe que no existe un remedio para eso. ¿Para qué pararme a leer? Sería demasiado cruel que lo descubrieran ahora que ya no lo necesito. La resaca es necesaria para que el mundo siga girando, para que ahora que el 1 de enero se parece a un domingo cualquiera tengamos algo a lo que agarrarnos; algo a lo que no echar de menos, algo de lo que podamos alegrarnos de carecer. Porque si solo nos acordásemos de lo que habían antes de la resaca sería muy complicado sentarse delante de la televisión a ver ‘Cachitos’ y reírse con las canciones, los peinados y los subtítulos. Dejemos a la ciencia avanzar en temas importantes, que sobra decir que existen. Hay campos más importantes en los que trabajar que en el de curar intoxicaciones alcohólicas. El tiempo pasará, unos seguirán celebrando las nocheviejas, otros nos acordaremos de ellas; unos tendrán resacas y otros confiaremos en que no encuentren su cura. Solo así se podrá mantener el equilibrio que permita al mundo seguir girando.
