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Pongamos que no hablo de Madrid

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photo_camera Isabel Díaz Ayuso mira a Pedro Sánchez. KIKE HUESCA (EFE)
De verdad que no quiero hablar de Madrid, pero pongamos que todo se alinee de manera que tenga que hacerlo. Imaginemos que los telediarios, las radios, los periódicos, las redes sociales, los seres queridos, los desconocidos se pasen el santo día con Madrid a vueltas, como si de un planeta aparte en lo alto de una meseta se tratase, lejos de las leyes de los hombres. Pongamos que Madrid sea capaz de encontrar siempre una razón para estar enfurruñado, para sentirse atacado, envidiado, odiado... En ese caso, aunque no quisiera, casi me vería obligado a hablar de Madrid. Pero es que no me da la gana. No quiero cansarles con la misma canción. Ya saben de sobra que las niñas no quieren ser princesas y que los niños persiguen el mar dentro de un vaso de ginebra; un mar, por cierto, que allí no se puede concebir. Pero aquí sí, y tal vez por eso, porque sabemos lo infinito que es, lo pequeños que somos, no nos sentimos tan importantes, tan distintos, tan especiales. A veces pienso que es lo que busca, quiere que hablemos de él, pero yo no voy a picar, conozco gente allí que me merece el suficiente respeto como para no hacerlo. Madrid, que no te parezca mal, pero búscate otro perro que te ladre.

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